Entrevista Diaz- Creelman
ArrVizz5 de Abril de 2013
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INTRODUCCION
La entrevista Díaz- Creelman fue la punta de lanza que atravesó la dictadura porfirista. Fue la puerta por la que México vislumbró lo que se conoce como “democracia”, ese modelo político en el que “seguimos” inmersos y seguiremos hasta hallar una mejor opción de equidad.
EL PRESIDENTE DÍAZ
Héroe de las Américas
Por James Creelman
Pearson´s Magazine
Marzo 1908
PRÓLOGO
Por José María Luján
La mayoría de los autores que escriben acerca de la última parte del porfirismo o de los inicios de la Revolución dan una extraordinaria importancia a la efervescencia política que provocó la entrevista Díaz-Creelman. Y en efecto, así fue.
Tan luego como el Pearson's Magazine publicó en su número correspondiente a marzo de 1908 el texto de la entrevista, ésta fue inmediatamente traducida y publicada por El Imparcial; los periódicos provincianos la reprodujeron en su totalidad y la prensa de otros países publicó los pasajes más importantes y los comentarios respectivos. Díaz era una personalidad que había brincado las fronteras.
El Partido Antirreeleccionista sufrió un colapso; si Díaz no se presentaba como candidato, el partido había perdido su razón de ser; "los Reyistas" consideraron que la retirada de Díaz era su mejor oportunidad y los "Científicos" pensaron que al fin su candidato, Limantour, sería presidente de la República.
Clubes políticos surgieron en todo el país. Hubo reuniones de carácter político en toda la provincia. Se hablaba de la renovación de los gobernadores; de quiénes tenían posibilidades de ser senadores en el futuro y de cuáles serían los diputados que colaborarían con el próximo presidente.
Los acreedores de México preguntaron desde sus oficinas en Nueva York, París o Londres, qué perspectivas políticas había para el futuro; y los abogados de las compañías extranjeras, remitieron a sus poderdantes largos pliegos con lucubraciones, generalmente líricas, acerca del futuro político de México.
Se comprendió entonces en toda su fuerza, la exactitud de la afirmación de Bulnes, cuando el 21 de junio de 1903, esto es, cinco años antes, había dicho: "La paz está en las calles, en los casinos, en los teatros, en los templos, en los caminos públicos, en los cuarteles, en las escuelas, en la diplomacia; pero no existe ya en las conciencias."
La inquietud política adormecida por 30 años de porfirismo, surgió nuevamente, con toda la explosiva potencia que había tenido antes de 1877.
¿Pero qué fue lo que dijo Díaz? A más de 50 años de distancia nos parece desproporcionada la agitación que sus palabras provocaron, lo que dijo textualmente, fue: "No importa lo que al respecto digan mis amigos y partidarios, me retiraré cuando termine el presente periodo y no volveré a gobernar otra vez. Para entonces tendré ya 80 años." ¡Cuántas veces antes había dicho Díaz las mismas palabras! ¡Cuántas veces antes, se había retirado!
Pero, en realidad lo que tenía mayor importancia en 1908, era que Díaz tendría 80 años. El régimen estaba carcomido, se caía, no de ineficacia, no de ineptitud, sino de falta de transformación, Díaz había cambiado el país; Díaz había hecho la paz; la paz de los sepulcros o la paz porfiriana; pero la paz, y en los 30 años de pacífico gobierno, habían surgido nuevos hombres, nuevas tendencias, nuevas ambiciones; un México nuevo en suma, distinto por completo al México de la Chinaca.
Las botas federicas habían dejado su lugar a los zapatos de corte francés, el vestido de charro había desaparecido para dar lugar a la levita cruzada; el bastón substituyó al sable, y sólo permanecía viva "la matona", reproducida en las caricaturas políticas.
Ya no era una hazaña de hombres rudos dedicarse al campo; los Bandidos de Río Frío, y los asaltantes de Salazar habían sido controlados por los rurales y los últimos indios bravos habían muerto en el Norte a manos del coronel Joaquín Terrazas. Pero Díaz, sus colaboradores y sus sistemas, eran los mismos.
Díaz, nada nuevo dijo a Creelman, pero el pueblo, el público, el país, tenían ganas de creerlo, y más que ganas, necesidad de creerlo. No había paz en las conciencias.
En vista de la importancia de la entrevista, el Instituto de Historia hace la presente publicación reproduciendo en forma facsimilar el original publicado por el Pearson's Magazine y a continuación la traducción hecha por Mario Julio del Campo, que esperamos sea de utilidad para quienes se interesan por la Historia.
VERSIÓN EN ESPAÑOL
Traducción de Mario Julio del Campo
En este artículo notable, el prócer del Continente habla abiertamente al mundo a través del Pearson's Magazine. Por un arreglo previo el señor James Creelman fue recibido en el Castillo de Chapultepec y tuvo oportunidades extraordinarias de conversar con el presidente Díaz y obtener con gran precisión el dramático e impresionante contraste entre su severo, autocrático gobierno y su alentador tributo a la idea democrática. A través del señor Creelman el presidente anuncia su irrevocable decisión de retirarse del poder y predice un pacífico futuro para México bajo instituciones libres. Es esta la historia del hombre que ha construido una nación. El editor.
Desde la altura del Castillo de Chapultepec el presidente Díaz contempló la venerable capital de su país, extendida sobre una vasta planicie circundada por un anillo de montañas que se elevan magníficas. Y yo, que había viajado casi cuatro mil millas desde Nueva York para ver al guía y héroe del México moderno, al líder inescrutable en cuyas venas corre mezclada la sangre de los antiguos mixtecas y la de los conquistadores españoles, admiré la figura esbelta y erguida: el rostro imperioso, fuerte, marcial, pero sensitivo. Semblanza que está más allá de lo que se puede expresar con palabras.
Una frente alta, amplia, llega oblicuamente hasta el cabello blanco y rizado; sobre los ojos café oscuro de mirada sagaz que penetran en el alma, suavizados a veces por inexpresable bondad y lanzando, otras veces, rápidas miradas soslayadas, de reojo -ojos terribles, amenazadores, ya amables, ya poderosos, ya voluntariosos-, una nariz recta, ancha, fuerte y algo carnosa cuyas curvadas aletas se elevan y dilatan con la menor emoción.
Grandes mandíbulas viriles que bajan de largas orejas finas, delgadas, pegadas al cráneo; la formidable barba, cuadrada y desafiante; la boca amplia y firme sombreada por el blanco bigote; el cuello corto y musculoso; los hombros anchos, el pecho profundo. Un porte tenso y rígido que proporciona una gran distinción a la personalidad, sugiriendo poder y dignidad. Así es Porfirio Díaz a los 78 años de edad, como yo lo vi hace unas cuantas semanas en el mismo lugar en donde, hace 40 años, se sostuvo con su ejército sitiador de la ciudad de México mientras el joven emperador Maximiliano era ejecutado en Querétaro -atrás de las azules montañas del norte- esperando con el ceño fruncido el emocionante final de la última intervención monárquica europea en las repúblicas de América.
Es ese algo, intenso y magnético en los ojos oscuros, abiertos, sin miedo, y el sentido de nervioso desafío en las sensitivas aletas de la nariz, lo que parece conectar al hombre con la inmensidad del paisaje como una fuerza elemental.
No hay figura en todo el mundo, ni más romántica ni más heroica, ni que más intensamente sea vigilada por amigos y enemigos de la democracia, que este soldado, hombre de estado, cuya aventurera juventud hace palidecer las páginas de Dumas y cuya mano de hierro ha convertido las masas guerreras, ignorantes, supersticiosas y empobrecidas de México, oprimidas por siglos de crueldad y avaricia española, en una fuerte, pacífica y equilibrada nación que paga sus deudas y progresa.
Ha gobernado la República Mexicana por 27 años con tal energía, que las elecciones se han convertido en meras formalidades: con toda facilidad podría haberse coronado.
Aún hoy, en la cumbre de su carrera este hombre asombroso prominente figura del hemisferio americano e indescifrable misterio para los estudiosos de los gobiernos humanos, anuncia que insistirá en retirarse de la presidencia al final de su presente periodo, de manera que podrá velar porque su sucesor quede pacíficamente establecido y que con su ayuda el pueblo de la República Mexicana pueda mostrar al mundo que ha entrado ya a la más completa y última fase en el uso de sus derechos y libertades, que la nación está superando la ignorancia y la pasión revolucionaria y que es capaz de cambiar y elegir
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