ClubEnsayos.com - Ensayos de Calidad, Tareas y Monografias
Buscar

INVISIBILIZACION DE LOS NIÑOS COMO ACTORES SOCIALES Y LA INSTITUCIONALIZACION DE LA VIDA ADULTA


Enviado por   •  26 de Noviembre de 2016  •  Ensayos  •  2.719 Palabras (11 Páginas)  •  399 Visitas

Página 1 de 11

Universidad Nacional Autonomía  De México

Facultad de Estudios Superiores Acatlán.

Licenciatura en Sociología.

Teoría Social III.                                                                                   Ensayo sobre la invisibilización de los niños como actores sociales y la institucionalización de la vida adulta.

Montoya Reyes Dileri Marlen

3er semestre        

                 

LA INVISIBILIZACIÓN DE LOS NIÑOS COMO ACTORES SOCIALES Y LA INSTITUCIONALIZACIÓN DE LA VIDA ADULTA.

      A mediados del mes de agosto del año pasado una cruda noticia abandonaba la “tranquilidad” del campo, salía a la luz  y se reproducía rápidamente en los diferentes medios impresos y mass media del país; fue descubierto en el municipio de Ramos Arizpe, Coahuila, un campo agrícola perteneciente a la empresa Prokarne, donde los trabajadores se encontraban en condiciones de explotación que apenas sobrepasaban los cuidados que en las rancherías se le suelen dar a los animales, en el mejor de los casos. Si a consideración de la opinión pública ésta situación era ya un tema delicado, se descubrió que de entre los tres centenares de trabajadores “rescatados”, al menos una cuarta parte de ellos eran niños de entre ocho y diecisiete años.

Todas las notas remarcaban una y otra vez el carácter trágico de la situación, no por las condiciones bajo las que laboraban los jornaleros, sino porque entre ellos había niños. Qué mejor forma de expresar la sensibilidad popular que con la hilarante expresión de Helen Alegria: “¡Alguien, por favor, quiere pensar en los niños!” [1]

Somos una sociedad a la que le gusta hacer escándalo ante cualquier acción o situación que atente contra nuestros sistemas de valores. Sin embargo somos una sociedad que hace escándalo de maneras muy contradictorias, hipócritas nos atrevemos a decir.

Es claro que cada sujeto tiene sus prioridades, los temas de su interés, las cuestiones que le producen mayor susceptibilidad; pero se ha vuelto costumbre que la imagen de un niño frente a una adversidad, puesta bajo las luces de los medios de difusión, le duela a todos. Todos se sienten responsables, indignados, enfadados; pero detrás de todos estos sentimientos hay una hipocresía generalizada –no siempre, no en todos los sujetos- que se hace visible, por ejemplo cuando en la calle ignoramos al niño indigente que nos pide algo de dinero para comer, o cuando los medios de difusión desplazan al resto de los actores y buscan obsesivamente imágenes de niños para poder al frente de sus primeras planas o anuncios espectaculares, o cuando recluimos a nuestros hijos, contra de su voluntad, en una escuela, sacrificando su yo por una oportunidad de triunfar en la vida -claro bajo nuestros conceptos de triunfo y de vida.

No hay duda de que un niño es la mejor de las publicidades, y más si pertenecen a un grupo en situación de vulnerabilidad –como si poner su vida bajo el ala condicionante y muchas veces violenta de aquellos encargados de su crianza no los pusiera ya en esa situación-. En todo momento podemos observarlo al encender una pantalla de televisión, escuchar la radio y ahora, quienes tienen la oportunidad, pueden observarlo en la red. El Teletón queda como anillo al dedo aquí.

Pero qué es lo que genera estas reacciones en torno a los niños. Esto lo podemos explicar con la popular frase los niños son de todos. ¿Desde cuándo los niños son una propiedad? Al parecer todos subliman la “madre”[2] que llevan dentro, reproducen el paternalismo con el que fueron formados.

Definiremos como paternalistas todas aquellas conductas que actúan con intención de cuidado o dominio sobre la figura infantil; que van desde la subordinación absoluta del niño, donde todas las normas están establecidas y no son discutibles, hasta aquellas que conceden a los niños un mundo “propio”, pero alejado de la sociedad de los adultos, impidiendo así la influencia sobre esta.[3]

Lo que  se pretende con este ensayo es cuestionar el papel minoritario que se le ha asignado al infante dentro de la acción social, como producto de la legitimación de un orden social adultista, e intentar explicar el proceso de institucionalización mismo que dio pie al desplazamiento de los infantes.

¿Qué es lo que tememos tanto de los niños? ¿Hacemos lo que les hacemos por su seguridad? Freud consideraba a los niños como seres perversos y polimorfos, que por su falta de sentido de la moral, su ignorancia de lo bueno y de lo malo, eran capaces de tomar acciones dañinas de cualquier tipo. Este ha sido, hasta nuestro presente, un poderoso argumento con el que diversas instituciones, desde la familia hasta el Estado, se han valido para racionalizar las conductas excluyentes e invisibilizantes, sean cuales sean sus motivos de ser, en torno a la participación de los niños en todos los aspectos de la vida cotidiana, incluso en lo concerniente a la formación de su yo.

“Un montón de padres harán lo que sea por sus niños, excepto dejarlos ser ellos mismos”.[4] Esta frase, expresa claramente como ha sido la formación y cuál ha sido la visión que se tiene sobre los niños dentro del sentido común desde al menos hace un par de siglos.

En América Latina el paternalismo nos llegó como herencia de Occidente junto con otros regalos no gratos, como la dominación sobre la figura femenina, o la viruela. A partir de la colonización se volvió un hábito la subordinación de los niños ante la figura del padre hasta el punto de institucionalizarse en, al menos, el mundo de la vida cotidiana y el mundo de la ciencia.

Sobre el proceso de institucionalización, Thomas Luckmann y Peter Berger mencionan que “… aparece cada vez que se da una tipificación recíproca de acciones habitualizadas por tipos de actores”.[5] Con la primera gran división de la humanidad, la división “natural” del trabajo, comenzó el proceso de tipificación de los sujetos de acuerdo a su edad y sexo, así el papel que el niño empezó a construir fue de mero aprendizaje y repetición, mientras los mayores se encargaban de las enseñanzas que más tarde tendrían que llevar a la práctica, cuando tuvieran la edad suficiente. Mientras el niño tipifica la acción del adulto como su mentor y amo, el adulto tipifica al niño como un ser incompleto, por su falta de experiencias, al que hay que mostrarle un mundo previamente masticado.

...

Descargar como (para miembros actualizados)  txt (16.6 Kb)   pdf (168.3 Kb)   docx (18 Kb)  
Leer 10 páginas más »
Disponible sólo en Clubensayos.com