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Insurgencia

grh19 de Mayo de 2014

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Delimitación teórica de la insurgencia: concepto, fines y medios

Enviado por Javier Jordán el Mar, 09/06/2011 - 10:46

Análisis GESI, 8/2011

La mayor parte de los conflictos armados que se han producido en las décadas de 1990 y de 2000 han tenido lugar en el interior de las fronteras de un mismo Estado y han enfrentado a gobiernos con grupos armados de carácter no estatal, la mayoría de ellos de naturaleza insurgente.

1. Rasgos característicos de la insurgencia

Existen distintas definiciones de insurgencia. En la década de 1980 la Agencia Central de Inteligencia norteamericana la entendía como a protracted political-military activity directed toward completely or partially controlling the resources of a country through the use of irregular military forces and illegal political organizations. Por su parte, el manual de Contrainsurgencia norteamericano, publicado en diciembre de 2006, emplea la siguiente definición: an organized, protracted politico-military struggle designed to weaken the control and legitimacy of an established government, occupying power, or other political authority while increasing insurgent control. En España, la Publicación Doctrinal Contrainsurgencia (PD3-301) del Ejército de Tierra, en vigor desde el 1 de octubre de 2008, define la insurgencia como el movimiento violento organizado que emprende una lucha prolongada con la finalidad de cambiar el orden político establecido. A estas tres se podrían añadir otras definiciones, pero por lo común todas coinciden en señalar que la insurgencia está protagonizada por un actor, o un conjunto de actores, que se enfrentan de manera organizada y prolongada en el tiempo a la autoridad política establecida (sea nacional o extranjera), mediante una estrategia efectiva de movilización social y con un empleo sustantivo de la fuerza.

1.1. Condiciones para el inicio de la insurgencia

Para que pueda hablarse de insurgencia es preciso que exista movilización social continuada; lo cual, además de un mínimo de organización, requiere superar los obstáculos asociados a la acción colectiva, y uno de los principales es que muchos de los simpatizantes con la causa opten por permanecer pasivos, esperando beneficiarse de la movilización social de otros (Olson, 1992). No es sencillo iniciar una insurgencia, como tampoco lo es derrotarla una vez que se ha extendido. David Kilcullen (2006), un autor de referencia obligada en esta materia, define escuetamente la contrainsurgencia como una competencia para ganar los corazones y las mentes de la población. De modo que insurgencia y contrainsurgencia poseen un carácter esencialmente político: el éxito no depende tanto de la superioridad en medios militares, como de la capacidad para inclinar a un lado u otro la balanza del apoyo social. La dificultad que entraña poner en marcha una insurgencia explica que muchos grupos fracasen en los primeros pasos. A continuación exponemos los factores que más influyen en la transición de lo que Daniel Byman (2008) denomina una ‘proto-insurgencia’ a una insurgencia consolidada:

a) Generar una identidad política relevante. Por lo general un individuo posee múltiples identidades (nacional, regional, política, religiosa, étnica, profesional, familiar, etc) sin que exista un conflicto aparente entre ellas. Para tener éxito los proto-insurgentes han de apropiarse, o incluso crear, una identidad que gane la lealtad de sus seguidores y que se contraponga a la de la autoridad política que desafían. Esto supone privilegiar una identidad frente a otra en términos políticos (por ejemplo, en el caso de un partidario de Hizbollah anteponer la comunidad shií y el proyecto revolucionario iraní a la identidad libanesa) o competir entre identidades que se enfrentan a un mismo enemigo (por ejemplo, elegir una identidad islamista frente a otra nacionalista laica en el caso de un joven palestino que opta por Hamas en lugar de hacerlo por Fatah). Circunstancias excepcionales como una ocupación extranjera, el padecimiento prolongado de una injusticia o un conflicto étnico, contribuyen a resaltar aspectos identitarios asociados a la insurgencia. Al mismo tiempo las élites políticas también desempeñan una función importante en la definición de amigos y enemigos en los procesos de movilización social.

b) Enarbolar una causa atractiva. La identidad por sí sola no basta. Los proto-insurgentes necesitan vincularla a algún tipo de agravio que movilice miles de personas. Todos los grupos proto-insurgentes tienen algún tipo de causa, pero son las causas realmente atractivas (por ejemplo, la lucha contra la desigualdad social, contra la exclusión étnica, contra la falta de derechos políticos y libertad civil, o contra la ocupación extranjera) las que obtienen militantes, financiación y apoyo social. De lo contrario, los proto-insurgentes serán percibidos como un grupo de criminales que recurren innecesariamente a la violencia.

c) Atraer un número elevado de partidarios comprometidos. Esta condición se deriva del éxito de las dos primeras y alimenta el bucle que generaliza una insurgencia. El tamaño es un factor determinante porque un grupo reducido no puede sostener una movilización política a gran escala, ni librar una guerra de guerrillas.

d) Prevalecer sobre grupos rivales. Muchas veces el principal adversario de los proto-insurgentes no es tanto el enemigo declarado (la autoridad política constituida), como otros grupos que comparten una causa parecida y con los que compiten a la hora de obtener voluntarios y financiación. En algunos casos la competencia se puede resolver mediante la creación de alianzas y frentes comunes, pero en otros puede desembocar en el enfrentamiento armado con otros sectores de la oposición a los que los proto-insurgentes tacharán de traidores.

e) Refugio. Es otro factor crítico tanto para la proto-insurgencia como para la insurgencia una vez consolidada. En un estudio realizado por la RAND Corporation sobre una muestra de 89 insurgencias entre 1945 y 2006, se observa que las insurgencias que no disponen de refugio tienen una probabilidad de victoria de uno contra siete en los casos donde el éxito o la derrota resultan claramente apreciables. Por el contrario los insurgentes que gozaban de un santuario han ganado la mitad de los conflictos con un final claro (Connable & Libicki, 2010: 36). La disponibilidad de refugio físico depende, por un lado, de la existencia de un Estado vecino que voluntaria o involuntariamente sirva de santuario y, por otro, del tamaño y de las características geográficas del país donde tiene lugar la insurgencia, así como del grado de apoyo social con el que cuente. Los proto-insurgentes pueden buscar refugio en zonas montañosas, bosques, junglas o en áreas remotas del país, pero otra opción consiste en esconderse en entornos urbanos que paulatinamente van escapando al control del gobierno, como sucedió en los primeros años de la insurgencia en Irak. No obstante, las insurgencias tienen mayores probabilidades de éxito en contexto rurales o en una mezcla de entornos rurales y urbanos. Rara vez triunfan en países urbanizados y de ingresos medios (Connable & Libicki, 2010: 38).

f) Apoyo exterior. La ayuda de otros Estados resulta decisiva en el nacimiento de una insurgencia. El apoyo suele materializarse en forma de refugio, campos de entrenamiento, financiación, asesoramiento militar, armamento, y respaldo internacional. Difícilmente habrían resultado viables el Vietcong sin la ayuda de la URSS y China, Hizbollah sin el apoyo de Irán y Siria, los talibán sin la asistencia del gobierno pakistaní, o Hamas sin el respaldo de Arabia Saudí, Irán, Siria y otros países musulmanes. En su investigación Connable y Libicki (2010: 62) llegan a la conclusión de que el apoyo estatal otorga una probabilidad de éxito de dos a uno a favor de la insurgencia. Pero el patronazgo estatal no se encuentra libre de problemas. Aunque el respaldo sea consecuencia de una estrecha afinidad ideológica, los proto-insurgentes y el Estado que les apoya poseen agendas distintas que con el tiempo pueden entrar en colisión. Como mínimo, la ayuda exterior supone una pérdida libertad para los insurgentes y, en el peor de los escenarios, éstos pueden acabar convirtiéndose en moneda de cambio entre su Estado patrocinador y el gobierno al que se enfrentan. De hecho, la probabilidad de triunfo de los insurgentes desciende a uno contra cuatro si la ayuda estatal se interrumpe repentinamente (como, por ejemplo, hizo la URSS con la insurgencia comunista griega a finales de la década de 1940) (Connable & Libicki, 2010: 74).

g) Contexto sociopolítico y capacidad del Estado. Los factores ambientales también resultan críticos pues la insurgencia no nace en el vacío. Un primer aspecto a considerar es la capacidad del Estado. Los Estados con recursos, con una administración eficaz e implantada en todo su territorio, y con instituciones representativas están en mejores condiciones de satisfacer las necesidades básicas de la población y de reducir los incentivos que alimentan la violencia política. Al advertir las tensiones sistémicas que generan determinados agravios, los Estados capaces pueden afrontar los problemas subyacentes y cooptar a los sectores críticos respondiendo a las demandas que estos plantean. De este modo se dificulta que los proto-insurgentes superen los problemas asociados a la acción colectiva. A la vez, los Estados fuertes cuentan con recursos coercitivos eficaces con los que disuadir o neutralizar la actividad proto-insurgente. Por ejemplo, Ché Guevara escogió Bolivia como lugar donde fomentar la insurgencia porque la inteligencia cubana valoró que las fuerzas bolivianas eran las peor organizadas y entrenadas de toda América Latina.

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