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Jovenes Y Movimientos Sociales


Enviado por   •  7 de Mayo de 2015  •  2.673 Palabras (11 Páginas)  •  323 Visitas

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Movimientos Sociales: NECESARIA articulación

con la educación de jóvenes y adultos

Para comenzar, intentaré hacer algunas reflexiones sobre la educación de jóvenes y adultos en nuestro país, sobre la realidad que hoy vivimos quienes trabajamos en educación popular y sobre esas falsas contradicciones que se han venido desarrollando en estos últimos tiempos entre la educación popular que trabajan los movimientos sociales y la educación formal.

Desde una perspectiva liberadora la única forma de abordar las diferencias y la exclusión social que han producido las políticas neoliberales en este país, es complementando y articulando las experiencias de los movimientos sociales con la educación de jóvenes y adultos que se realiza dentro del sistema educativo.

Analizaremos la exclusión desde 4 dimensiones: la económica, la política, la social y la educativa.

En primer lugar, debemos hacer una breve descripción o análisis del contexto, sobre todo de los últimos 15 años. En los años ‘90, de la mano de quien fuera presidente de la Argentina, conocida como la etapa menemista, y a partir de sus relaciones carnales con EE.UU., se aplicó un plan de privatización de las empresas del estado y de destrucción drástica del aparato productivo Esto trajo aparejado la exclusión de miles y miles de compatriotas que paulatinamente perdían su trabajo, empezando aceleradamente un proceso de ensanchamiento de la franja de pobreza y de extrema pobreza en la población argentina.

Simultáneamente, se iban creando los mecanismos donde la mayoría de los sectores populares quedaban excluidos de los derechos políticos.

¿Por qué decimos la exclusión política? La exclusión política tiene que ver con la pérdida de derechos, la pérdida de espacios de participación a la que eran sometidas las mayorías populares. Nuestra Constitución dispone que «el pueblo habla a través de sus representantes», pero éstos traicionaron una y otra vez su mandato, quedando los sectores populares al margen de las decisiones políticas. Su participación, entonces, en los últimos 20 años de democracia, se limitó a elegir sus representantes cada 2 ó cada 4 años.

Paralelamente a esto se produjo la exclusión social. Alrededor de las grandes ciudades empezaron a acrecentarse en forma acelerada los bolsones de poblaciones (que algunos llaman villas, sectores vulnerables, sectores de pobreza, barrios marginales) y esta parte de la población que caía en esa franja iba perdiendo los derechos sociales. Desde el Estado solamente se los contenía con políticas paliativas vinculadas a lo alimentario; pero se perdía el derecho a la educación, a la salud, al trabajo digno, a una vivienda, a condiciones dignas de vivienda, a barrios urbanizados, etc.

Este proceso de políticas neoliberales cerraba con las reformas en el sistema educativo, porque es en esta área donde se terminan de legitimar y consolidar las desigualdades culturales, del conocimiento y de la construcción de la ciudadanía.

Con la reforma educativa lo que se buscaba era terminar de legalizar y legitimar esto que en definitiva fue construir dos sistemas educativos donde la gran mayoría de los sectores populares que accedían a la escuela pública ya no producían conocimiento ni bienes culturales, ni accedían a los mismos, sino que eran solamente atendidos -y contenidos en el mejor de los casos-, como un lugar de resguardo, como comedores o como cuestiones mínimas de desarrollo de aprendizajes.

Esta ley que destruyó la escuela técnica y redujo a la mínima expresión las modalidades de adultos, especial, y artística, implicó el abandono paulatino de una franja importante de la población de la escuela pública, trayendo como consecuencia un crecimiento importante en los índices de deserción y fracaso escolar de niños, jóvenes y adultos.

En este contexto histórico-político el rol del Estado se transformó en un proceso doble: por un lado, achicamiento en sus funciones y reasignación de otras; por el otro, dejándolo fuera de la conducción general del proceso social, económico y político. El paradigma que rigió esa etapa era: “el juego de la libre oferta y la demanda garantiza la movilidad social”. Esto, en educación, significó lisa y llanamente que se la entendiera como un bien de mercado y no como un derecho social.

Toda esta situación tiene un punto de inflexión, un quiebre social, histórico-político, allá por diciembre de 2001. La crisis de representatividad era tan grande que, junto a la falta de respuestas a las demandas de la mayoría de la población, llevó a las jornadas –conocidas por todos- de eclosión social y de expulsión de un gobierno, y a la debacle del sistema representativo en la Argentina. (“Que se vayan todos”).

Al calor de esa etapa histórica, los movimientos sociales empezaron a tener masividad y un desarrollo acelerado. Si bien existieron siempre, el protagonismo de los movimientos sociales -conocidos en ese momento como movimiento piquetero-, tiene una envergadura tal que irrumpe fuertemente en la escena política argentina, como herramienta dinamizadora y organizadora de los nuevos sujetos sociales.

Con el acomodo paulatino de la situación política en Argentina durante los años 2002, 2003, los movimientos sociales más grandes, con estructura nacional, que estaban desarrollándose en todas las provincias, tienen una discusión interna sobre cómo abordar la nueva realidad. Algunos continúan poniendo su tarea central en la lucha por la reivindicación de derechos, o la conquista de derechos y otros, el nuestro particularmente, plantean que no solamente debería seguir haciéndose este camino sino que el movimiento social también debería ir incorporándose en la búsqueda de participación de los sectores populares en la política, no entendida como política partidaria, sino como herramienta para transformar la realidad y sobre todo para superar las necesidades de la gente. Por ende, el movimiento social debería servir para organizar y facilitar la participación popular.

Nuestro Movimiento salda esta discusión desde esta perspectiva y luego de hacer un diagnóstico participativo decidimos desarrollar el trabajo en distintas áreas: salud, educación, género, comunicación, trabajo cooperativo, juventud, cultura, derechos humanos. La meta que nos moviliza es poder construir políticas públicas para transformar cada necesidad de la población.

Nosotros, como miembros de Educadores Populares del Movimiento Barrios de Pie y Libres del Sur, venimos trabajando desde hace muchos años en la problemática de la educación y sobre lo que puede aportar la educación popular en la cobertura de necesidades.

Nuestro

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