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LOS MEDIOS DE COMUNICACIÓN Y LOS CAMBIOS REVOLUCIONARIOS EN AMÉRICA LATINA Por Fernando Ramón Bossi

eneko20 de Octubre de 2013

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LOS MEDIOS DE COMUNICACIÓN Y LOS CAMBIOS REVOLUCIONARIOS EN AMÉRICA LATINA

Por Fernando Ramón Bossi

A la hora de caracterizar la situación de los grandes medios de comunicación, es necesario considerar dos grandes asuntos: a) la revolución tecnológico-científica de las últimas décadas, y b) la acelerada concentración del capital. Desde la óptica meramente económica podemos afirmar que la lógica de la acumulación capitalista se ha impuesto en todos los rubros y, por ende, también en lo concerniente a las empresas dedicadas a la comunicación e información.

Las empresas oligopólicas mundiales, vale decir el gran poder del capital concentrado, ha generado una madeja tal de intereses interconectados que difícilmente se pueda desentrañar la “actividad principal” de cada una de ellas. Por lo menos diez de estos grandes oligopolios son los que incluyen a los principales medios de comunicación del orbe y estos a su vez se ramifican en todo el planeta hasta llegar, por diferentes formatos, a nuestras propias casas. Entre estos oligopolios podemos mencionar a General Electric, AT&T, Disney, Time Warner, Sony, News Corp, Viacom, Seagram y Bertelsmann. Todas megas empresas que entre sus diferentes actividades encontraremos desde la fabricación de armas de guerra hasta la producción películas tan “inocentes” como “Bambi”. Los medios de comunicación actuales, incluyendo la llamada industria del entretenimiento, responden directamente a los intereses de esas grandes compañías y, por ende, a los países donde radican sus casas matrices, no casualmente, en la mayoría de los casos, en Estados Unidos.

De ahí para abajo la red se afinca en empresas “más especializadas” en la materia, incluyendo la televisión (aire, cable, satelital), la radio, la prensa escrita, la conexión on line producto del cruce de la informática con las telecomunicaciones, la producción audiovisual, la telefonía, la publicidad, la industria del cine y los videojuegos, etc. La lista incluye, entre otros, Dow Jones, Comcast, The New York Times, The Washington Post, Hearst, McGraw Hill, CBS, Times-Mirror, Reader´s Digest, Pearson, Kirch, Havas, Mediaset, Hachette, Canal +, Prisa, Reuters. Estamos hablando de un segundo nivel, donde la conexión con el primer nivel antes mencionado es directa, ya sea por asociación, inclusión, cooptación o participación.

Por supuesto que en cada uno de estos niveles la lucha interempresarial se agudiza en tanto el capital crece, la disputa por los mercados es mayor y las exigencias del control ideológico aumentan. Con justa razón el intelectual Ignacio Ramonet ha afirmado: “Grupos industriales están enzarzados en una guerra a muerte por el dominio de los recursos del multimedia y de las autopistas de información”. Pero también hay que tener en cuenta, como los ha dicho el uruguayo Eduardo Galeano “… aunque los mastodontes de la comunicación simulan competir entre sí, y a veces hasta se golpean y se insultan para satisfacción de la platea, a la hora de la verdad el espectáculo cesa y, tranquilamente, se reparten el planeta”.

Es por debajo de esa verdadera “pirámide de poder”, más bien en la periferia, donde aparecen los grupos latinoamericanos, las grandes empresas de comunicación e información de Nuestra América, pero todas ellas enlazadas, de una u otra forma, a las que denominamos segundo y primer nivel ya que, “entre todas han tejido una telaraña universal”, al decir de Galeano, agregando: “Ya no es necesario que los fines justifiquen los medios. Ahora, los medios, los medios masivos de comunicación, justifican los fines de un sistema de poder que impone sus valores en escala planetaria. El Ministerio de Educación del gobierno mundial está en pocas manos. Nunca tantos habían sido incomunicados por tan pocos”.

Hablar de medios de comunicación en el siglo XXI entonces, significa hablar de poderosas empresas oligopólicas, del imperialismo y del sistema capitalista, como asimismo, y en consecuencia, del poder, del poder económico, pero fundamentalmente, del poder político.

Los medios de comunicación en América Latina y el Caribe.

Desde el inicio mismo de la lucha por la independencia de Nuestra América, los medios de comunicación han jugado un importante papel. Por todos es conocido que las fuerzas patrióticas y revolucionarias de aquella época tuvieron que ingeniarse para contar con propios medios de prensa, a fin de divulgar sus ideales emancipatorios. “El Correo del Orinoco”, de Bolívar (Venezuela), “El Telégrafo” de Juan José Castelli (Alto Perú), “La Bagatela” de Antonio Nariño (Colombia), “El Monitor” de Antonio José de Sucre (Ecuador), “La Gaceta” de Mariano Moreno (Río de la Plata), “Despertador Americano” de Miguel Hidalgo (México), “La Aurora” de Camilo Henríquez (Chile), son muestras de lo que aquí afirmamos. Los medios gráficos en manos del colonialismo y la oligarquía les daban el tratamiento de “herejes”, “bandoleros” o insurgentes a los patriotas independentistas. No decían la verdad, y era lo lógico y coherente en función de sus intereses de clase, que eran los mismos que los intereses de la monarquía española.

A lo largo de toda la historia de la América Latina Caribeña, entonces, al igual que en los otros países, quienes manejan los medios (sus dueños), son quienes informan y comunican de acuerdo a sus intereses de clase. Nada más ingenuo que pensar en la “objetividad” de la información y mucho menos en la llamada “libertad de prensa” o “cuarto poder”. Ya lo decía el patriota Arturo Jauretche en su libro "Manual de Zonceras Argentinas": "El cuarto poder está constituido en la actualidad por las grandes empresas periodísticas que son, primero empresas, y después prensa. Se trata de un negocio como cualquier otro que para sostenerse debe ganar dinero… la llamada 'libertad de prensa', una manifestación de la libertad de empresa a que aquélla se subordina, porque la prensa es libre sólo en la medida que sirva a la empresa y no contraríe sus intereses".

Si bien mucho se podría escribir sobre los medios de comunicación en Nuestra América, por razones de espacio sólo haremos mención de las grandes empresas que controlan el paquete más rentable en la región. Nos referimos a los grupos Televisa, Cisneros, Globo y Clarín.

Televisa es la pionera en televisión en América Latina y tal vez la compañía de medios de comunicación más grande en el mundo de habla castellana. Su dueño, el mexicano Emilio Azcárraga pertenece a la elite de la lista “Fortune” y se encuentra posicionado entre los primeros diez nombres de los “ricos y famosos” latinoamericanos. Su empresa incluye cadenas de televisión abierta, TV satelital (Sky), TV por cable (Cablevisión), productora de discos (Melody), productora de programas televisivos y cinematográficos (Televicine), telefonía (PanAmSat), publicaciones gráficas y, asociada con Univisión, distribuye sus productos en el mundo de habla hispana de Estados Unidos.

El Grupo Cisneros del venezolano Gustavo Cisneros Rendiles, opera en 39 países, con 70 compañías de radiodifusión y televisión, tecnología y telecomunicaciones. Asimismo participa en DirecTV con el Grupo Clarín y Hughes Electronics, plataforma de televisión satelital en 27 países y en AOL (América Online Latinoamérica) en alianza con América Online. Entre otras estaciones de televisión que controla en América Latina citaremos, en Chile (Chilevisión), Colombia (Caracol) y el Caribe (Caribean Communication Network) además en Venezuela (Venevisión).

El Grupo Clarín, de la argentina Ernestina Herrera de Noble controla diarios (entre otros “Clarín”, el de mayor circulación en la Argentina), radios (Radio Mitre, FM 100), televisión abierta, televisión por cable (Multicanal), productoras y distribuidora de televisión (Proartel), empresas de eventos artísticos, encuestadoras, Internet (Ciudad Digital y Ciudad Internet), empresa telecomunicaciones (CTI), etc.

El grupo Globo de la familia brasileña Marinho incluye diarios (“O Globo”), televisoras (Rede Globo), empresas de telecomunicaciones (Telefonía Mobil), productoras de programas televisivos y cinematográficos (Globo Film), TV por cable, radios, compañías de comunicaciones satelitales, productora de discos (Som Livre), empresas de publicidad, impresión gráfica, etc.

Además de estas poderosas empresas, otras de similares características operan en la región. Por ejemplo: el Consorcio Periodístico de Chile, del chileno Alvaro Saieh Bendeck; TV Azteca, del mexicano Ricardo Salinas Pliego, entre otras.

Ahora bien, todas estas compañías, enriquecidas fundamentalmente a partir de las décadas de neoliberalismo que sufrió todo nuestro subcontinente, mantienen lazos económicos directos con los oligopolios antes mencionados. Las empresas de comunicación e información, más la industria del entretenimiento, las mal llamadas “industrias culturales” y las telecomunicaciones, aparecen hoy amalgamadas en un mismo bloque, donde el capital multinacional es el que impera y gobierna, respondiendo absolutamente a los intereses de la alta burguesía metropolitana.

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