La crisis de nuestro Mexico

La Crisis de Nuestro México.

Introducción

Existe una opinión generalizada en las disciplinas sociales y económicas acerca de la existencia de una gran crisis económica mundial que viene a ser el resultado del de la depredación humana del planeta y el consumo acelerado y poco planificado de los recursos naturales, además de las profundas desigualdades sociales y económicas que se producen como consecuencia del enfoque neoliberal en una población en aumento.

Los textos estudiados de Castañeda y Aguilar (2009) y Obregón (2009) coinciden en partir de la premisa de una crisis mexicana que no escapa a los embates de la situación en todo el mundo. Es ahí que podemos constatar los efectos de la recesión en nuestro país, misma que los gobiernos de turno se han mostrado incapaces afrontar efectivamente. Así lo demuestran la pérdida de productividad, que aleja cada vez más la inversión nacional y extranjera, y el aumento en los niveles de desempleo, entre muchos otros indicadores que dan cuenta de una situación de emergencia. Ello ocasiona serias distorsiones del orden público hasta producirse altos niveles de inseguridad en la población, sumada a las deficiencias del sector salud, educativo y el acceso a los servicios públicos elementales, junto a “La debilidad del sistema judicial, las dificultades del proceso democrático, el excesivo poder de las clases altas, los bajos impuestos, la mala distribución de la riqueza y el peso mayoritario de las clases bajas” (Obregón, 2009:89).

Todo parece indicar que hay una prelación del fenómeno paradigmático sobre la crisis que impone, según cada modelo, unas políticas específicas que orientan las economías hacia enfoques de mercado o de control estatal. En ambos casos está suficientemente documentada la ineficiencia de ambos modelos debido a su aplicación al margen de las realidades culturales y autóctonas, que son en definitiva donde se operan tales modelos. Esta es básicamente la premisa de Obregón (2009), y no es descabellada. Es por ello por lo que se debe replantear el modelo de desarrollo de nuestro país desde la reconstrucción del aparato institucional entendiendo que cada país tiene realidades diferentes.

Desarrollo

Asumir nuevos enfoques frente al desarrollo económico y social nacional es una tarea apremiante si aspiramos a un alto crecimiento económico y sustentable en el tiempo, así como a una progresiva y justa redistribución social del ingreso. Para ello, es necesario un acuerdo colectivo que progrese en la implementación de un modelo articulado por los Derechos Humanos, y en particular por los que tienen que ver con las condiciones de vida y el trabajo, de manera que un cambio en las superestructuras toque a las instituciones y cualquier mejora realimente positivamente a las primeras. La finalidad de ese acuerdo debe ser mitigar la incertidumbre, pero también “desarrollar un modelo competitivo propio, basado en nuestras instituciones históricas, en un nuevo arreglo institucional que nos integre eficientemente al mercado mundial” (Obregón, 2009:89).

En este proceso de cambio, las estrategias tienen que pasar evidentemente por afrontar la emergencia actual y a la vez planificar el nuevo modelo de desarrollo concertadamente con todos los sectores y actores sociales, empresariales, civiles y gubernamentales con el objeto de recorrer un camino que nos lleve a alcanzar una gran meta compartida y única. Sólo así se puede dar legitimidad a una política económica que alivie las tensiones internas, se ocupe de la micro y macroeconomía, de la variable monetaria, financiera y la fiscal, pero que no deje de lado el componente humano, es decir, las relaciones sociales de producción acordes a la activación del aparato productivo y la generación de ingresos enmarcada en una justa distribución.

La crisis de nuestro México, como cualquier otra, es multidimensional, no se debe entender de manera aislada desde lo económico, aunque es evidente que existe una situación estructural que frena el crecimiento económico en las últimas décadas. “Los indicadores económicos para México y el mundo generados por los análisis de diversos organismos internacionales confirman esa preocupante situación en el corto y mediano plazos. El Banco de México estima una caída de entre 6.5 y 7.5% en el PIB nacional para este año y no se puede descartar que tenga que volver a revisar a la baja su pronóstico” (Cordera et al., 2009). Es por ello por lo que la actuación política siempre queda sujeta a paliar la emergencia económica, pero también urge atender los niveles de desigualdad que amplían la pobreza.

Los cambios operados en los 90 provocaron una apertura de la economía con especial énfasis en el TLCAN registrando un auge en exportación no petroleras, pero paradójicamente se amplió la dependencia económica del sector externo y se afectaron cadenas productivas internas disminuyendo el empleo. De esta forma, México ha permanecido pasivo, a la espera de mejorías en su gran vecino del Norte mientras intenta solventar la crisis interna, misma que se agrava con el flagelo de la violencia que ocasiona el narcotráfico. Cualquier salida nunca debe dejar de lado la particularidad cultural, institucional y considerar el hecho de que, en el mundo globalizado, es imposible mantener una independencia absoluta olvidando la realidad regional y mundial. La perspectiva multinacional de comprensión del problema y la incorporación efectiva de todos los factores sociales no pueden dejar de estar presentes en las consideraciones teóricas, si bien no hay que olvidar que los hechos concretos nunca responden en perfecta concordancia con los planteos lógico-racionales, pues las realidades son sistémicas (Luhmann, 1986), multifactoriales y cualquier pequeño cambio puede introducir nuevos elementos no considerados o aquellos desatendidos pueden definir un resultado diferente.

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