La experiencia del paisaje Latinoamericano
Sebastian GarciaApuntes14 de Octubre de 2022
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LA EXPERIENCIA DEL PAISAJE LATINOAMERICANO
Sebastián García Contreras
segarciaco@unal.edu.co
Literatura Comparada: Jardín
Javier Maderuelo, en La cultura del paisaje, reordena las cuatro condiciones para una cultura paisajera que Augustin Berque propone. Estableciendo que, primero, se debe contar con el cultivo de jardines; segundo, la existencia de paisajes descritos en la literatura; tercero, la presencia de representaciones pictóricas de paisajes, y, por último, la aparición de una o más palabras específicas para mencionar el placer que evoca la contemplación de fenómenos paisajeros. Este reordenamiento corresponde al orden de aparición de estas características en Occidente. Así, p. e., el cultivo de jardines aparece en el siglo I con la Villa Romana. No obstante, las representaciones pictóricas del paisaje tuvieron que esperar hasta el Renacimiento, donde se formo un estudio de la imagen (con el nacimiento de la perspectiva, la teoría del color, el posicionamiento y la idealización de la naturaleza) que fuera capaz de imaginar plástica y pictóricamente el paisaje con una estructura icónica propia. Tan lento fue el proceso por el cual se instauró el concepto ‘paisaje’ en Occidente que hubo que esperar hasta el año 1604 hasta que aparecieran de forma madura los claros efectos de una cultura paisajera. De esta forma, Occidente cambió su perspectiva visual sobre el paisaje en el mundo. El humano occidental moderno es capaz de reconocer el paisaje, como categoría estética en el mundo, en su experiencia con su entorno natural. Sin embargo, estas categorías estéticas que ordenan poética y pictóricamente la experiencia fenoménica son un resultado de un desarrollo cultural, de aproximadamente doce siglos, que han estructurado a nivel trascendental la experiencia como sujetos occidentales.
La categoría estética de paisaje ha calado tan profundamente en la forma en que los occidentales ven al mundo que a veces ocurre que confunden el concepto de Naturaleza con el concepto de paisaje. Si bien, ciertamente, el paisaje es una especie de ambiente natural ordenado bajo patrones estéticos para imprimir en quien los experimenta una suerte de sensaciones amenas y pasiones románticas. Por otor parte, la Naturaleza no se reduce al concepto de paisaje; las relaciones de este concepto deben relacionarse con la biología (y con las ciencias en general), con la concepción del mundo y sus implicaciones, culturales, religiosos, físicas y sociales. En cambio, el paisaje se representa sólo al espectador, por lo que no puede decirse que exista en el mundo, como sí lo hace la Naturaleza. El espectador que ha interiorizado la categoría estética trascendental de paisaje es capaz de observar ciertos ambientes, con características naturales y antropomórficas, como paisaje. Empero, es muy común la confusión típica de la categoría de paisaje con muchas otras además de la Naturaleza. Hay quienes, por ejemplo, ante la sorpresa de un atardecer bellamente contrastado con la silueta de unas montañas o una ciudad (es decir, un ejemplo específico de paisaje) son capaces de exclamar: ¡ah, la vida es muy bella! Sin embargo, confunden un paisaje captado por sus características culturales, con el ambiente en donde la vida humana se desarrolla. Una es una impresión pictórica idealizada mediante el arte, y, la otra es un mundo de sistemas, relaciones, conceptos, eventos y lugares que superan sus implicaciones estéticas. No obstante, el paisaje se ha funcionado con nuestras vidas a tal punto que uno podría argumentar que tiene implicaciones profundamente extrañas.
A veces, incluso, podría decirse que el reconocimiento del paisaje que tenemos, al pasar por la perspectiva de Occidente, nos hace enaltecer ciertos tipos de entornos y desdeñar ciertos otros que nuestro ojo, adecuado a nivel estético, rechaza por parecerles distantes. Es decir, cierta exaltación de paisajes profundamente occidental ha afectado colonialmente nuestra experiencia de los ambientes naturales en los que vivimos. Ante esto daré un ejemplo.
Este ejemplo proviene de una experiencia de mi vida privada. Hace poco un amigo mío regresó de Estados Unidos y vino a Colombia a relatar todas sus experiencias en el extranjero. Lo que vino con él, además de una profunda crítica por la cultura norteamericana, fue una admiración profunda por los paisajes estadounidenses que él reconocía como superiores. Aunque fuera difícil de explicar para él, admiraba mucho los paisajes que había visto en Estados Unidos. Resumía sus experiencias de profundo placer estético en la frase “me sentía como en una película”. Así, con esa frase supe entender el porqué le parecían tan deslumbrantes los paisajes norteamericanos. Él, como cualquier persona que se ha criado con el cine estadounidense, había adquirido el patrón estético del paisaje a través del lente estetizado del cine. Cada cuadro en una película adecuadamente filmada intenta imprimir en el espectador las emociones adecuadas. Esto no es distinto para los planos generales que nos muestran el país norteamericano mediante su perspectiva del paisaje. Las grandes llanuras, los bosques de árboles enormes, los desiertos naranjas. Estados Unidos le ha mostrado al mundo sus grandes paisajes altamente estetizados mediante el cine. Y mi amigo, se adecuó tan profundamente a esta perspectiva estética, que los paisajes cercanos de este país, llenos de vegetación, atiborrados de biodiversidad, de muchos accidentes geográficos y pocas llanuras, se le hacen francamente, inferiores. Pero no por razones naturales o ecosistémicas, sino por colonización paisajera. En la que su imaginario está más adecuado a ver la perspectiva del paisaje norteamericano de la gran pantalla que la propia perspectiva colombiana y local del paisaje.
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