La masacre de arequipa
Jimmy007ABEnsayo4 de Julio de 2017
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La masacre de arequipa
Era jueves por la noche y Margarita Cervantes, de ocho año, estaba sola, sentada en la pendiente cubierta de pasto recortado. Estiro una de sus piernas desnudas y toco con la punta de los dedos una banda palstica que la policia habia amarrado a la reja para cercar el escenario criminal. No era banda plastica amarilla como las que se ven en las peliculas, sino una que parecia un gran embrollo de cinta Scotch transparente. Tal vez todo ese plastico estaba por ahí cuando llegaron los detectives. Tal vez alguien habia sacado eso de una caja de embalaje. Margarita Cervantes estiro em cuello y miro hacia la puerta abierta de la casa de Rebeca Rodriguez, como si esperase que esta saliese a saludarla. Desde Umacollo todos estaban hablando. Todos tenian preguntas y todos tenian respuestas. Margarita Cervantes le dijo a un tipo con una camara fotografica que le gustaria que la dejen entrar. Dijo que a ella deberian darle amdo de Rebeca. Un juguete o algo. Despues de un rincon, cerca del arbol del fondo del jardin. Luego le cuchicheabasin parar, le acercaba los labios hadta que su aliento inundaba su oreja. Hablaban y hablaban y las dos reian. Tambien se peleaban por Vayo, un gato flaco que habia aparecido en el cuarto de rebeca sin ser invitado. Margarita siempre habia jurado que Vayo cazaba ratones mejor que nadie. Margarita decia que cazaba ratas y ratones y que hasta a veces se le erizaban los pelos cuando veian fantasmas.
Cuando alguien se le acerco, Margarita hizo un gesto como si estuviese a pu to de ponerse a llorar desesperadamente. Ya no iba a tener a nadie para jugar. Margarita y Rebeca casi siempre habian estado juntas cuando la clase salia de excuersion a Yura o a Quequeña, o a cualquier lugar. Y juntas solian anunciar que les dolia el estomago o algo. Enronces se sentaban en algun sitio y se consagraban a debatir, en el maximl secreto, sobre las aventuras de un duende o mago o angel que vivia en el jardin, escondido entre mas buganvillas. Luego pasaban a pormenorizar la belleza de sus peluches. Comparaban. Y, cuando llegaba la hora del almuerzo, ellas tambien iban, agarradas de la mano y ociosamente mordiqueaban los sanguches de pollo con mayonesa.
A Rebeca solo le gustaba las papas fritas – aclaro de pronto Margarita Cervantes. Luego explico -: A mi solo me gusta la pizza. ¡ Y el helado de vainilla con chocolate! – Margarita habia visto en la televicion a alguien asegurando que el helado mas rico era el helado de vainilla “con chispas de cchocolate.
Los ojos de Margarita Cervantes eran practicamente redondos. Muy verdes. Esos ojos miraban fijamente a la puerta abierta de la casa.
Hace un rato sacaron un bulto- le confidencio al fotografo-. Era grande. ¿crees que sea la mamá?
La madre habia muerto el miercoles. Junto a Guido Rodriguez, se encontraron un monton de papeles. En uno se podia leer (en cuidadosa cañigrafia Palmer): “Asesiné a Antonieta porque ella socavo lentamente todo lo que pude ser en esta vida. Pero la amo. Ella siempre tendra las riendas de mi corazon”. El diario Arequipa al dia explico que Antonieta fue. “apaleada hadta morir”, y luego amlrtajada con una densa toalla con motivos tropicales. El semanario El Buho consigbo que el cadaver permanecio escondidl en un ropero hasta que llegaron los de Investigaciones.
Margarita Cervantes estaba segura de que Tebeca, su mejor amiga, muerio el jueves por la mañana, pero no conocia los detalles. Aparenetemente, Guido Rodriguez se habia acercado a la cama de cada uno de sus hijos sigilosamente. Luego se justificaria, por medio de una de las notas, afirmando que casi no habia sufrido. Habia arropado con mucho cuidado a la niña con una sabana y le habia arrancado la etiqueta. A su hijo Toni, el mayor, que pronto cumpliria 13 años, le toco un reloj pulsera con cronometro, pero aparentemente no lo ajusto muy bien y, mientras los policias hacian su trabajo, se desñizo cayebdo sobre el charco de sangre. Margarita Cervantes medito un instante cuando el fotografo la interrogo, y entonces dijo que el señor Rodriguez no parecia malo. En realidad, Margarita no creia en nada de todo eso que la gente iba diciendo. Pero aquel jueves por la tarde muchas personas vieron a Guido Rodriguez entrando a las oficinas de la Cerveceria Arequipeña, un lugar donde solia trabajar. Dicen que esta a conversando con alguien y de pronto se interrumpio, saco un par de pistolas y empezo a disparar. Antes de dirigirse hacia un local contiguo, declaro en voz alga: “ Espero que esto no arruine su dia de trabajo”. En total, quedaron nueve muertos y trece heridos. Durante varias horas, la gente permanecio escondida bajo sus escritorios o en lugares pequeños y cerrados. La policia habia advertido que nafie tratase de avandonar su puesto de trabajo porque el pistolero andaba suelto. Y recien entraba la noche todos pudieron respirar aliviados cuando un oficial encontro a Guido Rodriguez sentado al frente del volante de su Station Wagon, con la cabeza inclinada y el pecho empapado. Dejo una nota en la que explicaba que no podia irse sin ajustar cuentas “con todos aquellos que tan avidamente habian pugnado por su destruccion”. Eso escribio. Literalemente. Margarita Cervantes le confidencio entonxes al hombre de prensa que muy probablemente ella iba a comprar flores para su amiga Rebeca. Con sus propinas. Le dijo que desearia que Rebeca no hubiese desaparecido. Entonces se puso de pie y pregunto:
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