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Los Valores Adela Cortina


Enviado por   •  19 de Noviembre de 2013  •  505 Palabras (3 Páginas)  •  856 Visitas

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En principio, si cualquier persona capta las cosas como «realidades» y su modo de estar en el mundo es el de estar en la realidad, necesitamos hacer pie en ella para construir cuantas posibilidades seamos capaces de idear; posibilidades entre las cuales tenemos que elegir la que consideremos más adecuada. Este sencillo reconocimiento comportará un buen número de implicaciones para quien desee ser una persona moralmente bien educada, aunque para extraerlas emplearemos el término «realidad» en un sentido un tanto heterodoxo en lo que a la tradición zubiriana se refiere. La primera de esas implicaciones consiste en reconocer que una persona inteligente trata de conocer la realidad.

Actuar en el sentido que venimos comentando es, en definitiva, ser realista de un modo plenamente humano: ser realista en el sentido en que lo entendió un zubiriano como Ignacio Ellacuría, cuyo planteamiento moral y ético tuvo un agudo sentido de la realidad. Por «ser realista» suele entenderse en principio ser pragmático, ser egoísta, no comprometer demasiado para no tener sinsabores. Pero esto no es realismo, sino cinismo. También puede entenderse por «realismo» atenerse a la realidad tal como es, a los hechos tal como son. Pero sucede que «lo que es, no es todo», sino que puede ser muchísimo más, dependiendo de nuestra «ambición». Por eso consideramos aquí auténtico realismo el que, al formular las grandes preguntas éticas, trata de ampliar lo real desde lo que ya es. Y hoy en día —fuerza es reconocerlo— no es realista preguntarse «¿qué hacer?» sólo desde el Primer o el Segundo Mundo, prescindiendo del Tercero, porque no existe ya ningún mundo que sea independiente de los restantes. Como muestra la globalización de los problemas económicos o ecológicos, la interdependencia entre todos los lugares de la Tierra es un hecho, y para ser realista, para actuar con sentido de la realidad es preciso preguntarse qué hacer desde el contexto de la humanidad en su conjunto.

Desde esta perspectiva se abre paso lo que llamaríamos una «moral de la responsabilidad», entendida ahora no tanto en sentido weberiano como contraposición a la moral de la convicción, sino como contrapartida de la «moral de la irresponsabilidad». Porque el que intenta eludir a la realidad y no responder de ella, como si no presentara sus exigencias ni tuviera relación con él, practica una moral de la irresponsabilidad, que a la larga termina pagándose. Y digo el impersonal «se» con plena conciencia, porque, lamentablemente, no siempre es el irresponsable quien paga las malas consecuencias, sino otros más débiles que él. No es extraño, en este orden de cosas, que Ignacio Ellacuría hiciera suya esa moral de la responsabilidad de que vengo hablando: dejarse afectar por la realidad, hacerse cargo de ella y responder de ella, hasta el punto de introducir en el Plan de Estudios de la Universidad Centroamericana «José Simeón Cañas»

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