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Los gobiernos progresistas en América Latina

Manon16Trabajo18 de Diciembre de 2017

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Cochin                           Los gobiernos progresistas en América Latina

Manon

Una década después de la elección de los gobiernos llamados progresistas de la izquierda latino-americana con primero las elecciones de Chávez en 1998, Lula en 2002, Morales en 2005, Correa en 2006, Kirchner en 2007, Mujica en 2010 (en un tiempo récord de doce años) se pone en marcha un proceso de transformación de la sociedad con importantes cambios económicos, sociales y políticos. Noventa millones de personas salieron de la pobreza a partir de los años 2000 a través de una redistribución de las riquezas con la nacionalización de hidrocarburos, nuevos derechos reconocidos por los pueblos indígenas muy regularmente a través de nuevas constituciones y algunas bajo asambleas constituyentes. Son comparables por su común anti-conservatismo y por haber implementado nuevos derechos y cambios tanto al nivel político y social como económico. Van a intentar establecer economías “post neoliberales” dejando de lado las políticas neoliberales de los años 90 que instauraron presupuestos de austeridad impuestos por el Frente Monetario Internacional y el Banco Mundial. Por otra parte se encuentran los de Brasil, Argentina y Uruguay considerados más moderados. La historia de América latina se desarrolla entre una tensión de las clases subalternas que luchan para salir de su condición y las clases dominantes para mantener el control del estado. Observamos una sincronización de los fenómenos de movilización que se desarrollan en muchos países al mismo tiempo. Si deberíamos definir el progresismo, se caracterizaría por su antagonismo al conservatismo y por su coincidencia con una idea de neo desarrollismo. Son aquellas fuerzas que van en dirección del progreso. Puede incluso coincidir con la social democracia. El PT por su construcción, parte sindical con ciertas corrientes más moderadas en sus equilibrios internos, a la hora de ejercer el poder, puede calificarse como un progresismo social demócrata porque no expresa esa tradición nacional popular. Esos gobiernos no son homogéneos: de manera general calificaremos algunos de más “radicales” como los de Ecuador, Bolivia y Venezuela o sea los protagonistas de la creación de un sendero abierto hacia un nuevo socialismo, el “socialismo del siglo XXI” diría Chávez. Al contrario, la más radical visión socialista, muy tenida de tonos revolucionarios, es la de Venezuela. Hablaremos de “ciclo” como periodo histórico que sirve para hablar de efervescencia y de estagnación de los movimientos sociales que a veces permitieron el acceso al poder de esos gobiernos.  Estudiaremos primero la cronología de la evolución histórica de los movimientos sociales, luego veremos los puntos comunes de esos llamados gobiernos progresistas y por fin trataremos de percibir sus límites y contradicciones.

  1. La cronología de la evolución histórica de los movimientos sociales

En primer lugar se trataría de presentar una breve cronología de esos ciclos caracterizados por experimentar niveles de tensiones más o menos acentuados entre movimientos de movilizaciones populares y fuerzas conservadoras. En el medio de los años 50 los reformistas se encuentran ante los Estados Unidos que bloquean toda pretensión de reforma lo que explica en parte la radicalización de los movimientos. Asistimos por ejemplo a una revolución cubana social popular (futuro mito realizador para el resto de América latina) que se transforma en socialista revolucionar por la represión y la imposibilidad de gobernar. Durante la efervescencia de los años 1960-1970 gobernar se vuelve posible para los movimientos sociales y las alianzas con las clases dominantes se presentan como una orientación táctica a considerar. Esa generación crece en un contexto ideológico muy de izquierda en las cuales las victorias no son siempre político-institucionales sino culturales. Las luchas de guerrillas de varios corrientes ideológicos se contextualizan con la realidad de cada país tanto al nivel ideológico como militar. Durante este ciclo contextualizado por la guerra fría, el estado de manera general persecuta los movimientos sociales en los cuales algunos militantes se radicalizan en dirección de los movimientos guerrilleros. El ciclo de los años 80-90 es marcado en primer lugar por el terrorismo de estado. La contrainsurgencia no es solo militar a través de varios golpes de estado sino que aparece también matando a los actores políticos ligados a los movimientos sociales que encarnaban el “cáncer marxista”. Se hablara de militancidio en un intento de fractura histórica de la ascensión de los movimientos sociales. La segunda dinámica es la de transición a la democracia como es el caso de Argentina y Brasil después de dictaduras altamente represivas. La última dinámica es la de neoliberalismo a través de una serie de reformas que consistían en preconizar el “todo mercado”.  

El ciclo que va desde 1994 hasta 2005es el de las movilizaciones anti-neoliberales populares con una idea nacional popular en plena efervescencia y con una consolidación de los movimientos sociales. Uno de los mayores puntos en común que tenían esos gobiernos era su anti-neoliberalismo y anti-imperialismo como aparece en Bolivia en el momento de la nacionalización de los hidrocarburos (2006), mientras era anteriormente revertido. Se hablara en otros términos, de una reconquista de la soberanía nacional. Se caracteriza sobre todo por la acumulación de las fuerzas en el sublevamiento del movimiento zapatista en el momento de la firma del tratado de libre intercambio entre Estados Unidos y México (1994). Es un movimiento que se centra en la particularidad indígena (periférica) y que llega a tener una amplitud “universal” (viene de abajo) mientras es crítico del neoliberalismo. La construcción del frente anti-neoliberal desembocara en la construcción de los gobiernos post neo-liberales en América latina. ¿Nos preguntaremos cual es el pasaje entre luchas sociales y gobierno? ¿Los movimientos sociales son el caldo de cultivo de los gobiernos progresistas? La capacidad creciente de los movimientos y organizaciones sociales para influir en el seno del sistema político fue un rasgo que caracterizo a todas las fuerzas de izquierda gobernante. Bolivia es el ejemplo paradigmático de confluencia entre fuerzas político-partidarias y movimientos sociales. Esos últimos aspiraron a ocupar el gobierno, reformar la democracia del Estado y construir una hegemonía indígena-popular.     El ciclo de las movilizaciones anti neo-liberales populares (piqueteros, cocaleros, indígenas) es atravesado por la matriz nacional popular. El actor de enunciación es el campesino sin tierra, el trabajador sin trabajo, el indígena no reconocido. Esas manifestaciones y movimientos también existieron en otros países pero no se tradujeron en gobiernos como en Colombia con la convergencia de movimientos y partidos de izquierda que consiguió tener un puntaje histórico en las elecciones presidenciales sin llegar al poder justamente por falta de apoyo popular.    Ese fenómeno es pues llevado por los movimientos sociales y populares. Intentaremos encontrar unos puntos comunes que comparten esos gobiernos progresistas una vez instalados en el poder con el fin de entender sus afinidades y la creación de sus amplias políticas de cooperación. Este nuevo ciclo político post neoliberal es el resultado de una crisis de hegemonía de las élites y los partidos tradicionales, del auge de diversas revueltas colectivas, como el Caracazo venezolano o el zapatismo mexicano, potentes oposiciones a las privatizaciones del agua y del gas en Bolivia, pero también en Brasil o en Costa Rica con movilizaciones campesinas masivas.  

  1. Puntos comunes de los gobiernos progresistas

En segunda parte, trataremos de estudiar los puntos comunes que comparten esos gobiernos llamados progresistas. En primer lugar, todos esos procesos fueron llevados a cabo por presidentes muy carismáticos. En América latina los vestigios populistas y la centralidad de los presidentes han sido y siguen siendo determinantes para la consolidación de los gobiernos. Hablamos de caudillos. Lula por ejemplo, intenta nacionalizar su leadership con el “lulopetismo”. Chávez se vuelve un emblema cuando gana las elecciones en 1998. Comunicaba directamente con el pueblo, la proximidad que tenía con los venezolanos era más arriba de las estructuras burocráticas del Estado. El Estado se vuelve sinónimo de un personaje. Correa siguió el ejemplo de Chávez configurando varias dinámicas de medios como fue el caso del programa de TV en el que Chávez contestaba a preguntas de las clases populares. La expresión “Artos Evos por aquí” hace referencia al hecho de que representa a la base indígena-campesina constitutiva del pueblo boliviano y cree una relación identitaria con él (R. Herrera, 2017). En Argentina, Kirchner gracias a su personalidad y a su formación económica llega a encarnar mejor que su marido Néstor el imaginario peronista. En Salvador Mauricio Funes llega a tener cierta notoriedad gracias a su carisma y su profesión de periodista pero a pesar del apoyo de la izquierda la ausencia de una base social y sindical le impidió ganar las elecciones. En los círculos intelectuales se empezó a hablar de “hiper leadership” a pesar de una producción teórica limitada.

En el principio de los años 2010 esos gobiernos latino-americanos se unían en su definición de progresista o “post-neoliberal” por afinidades ideológicas, económicas, y personal. Marc Saint-Upéry (2007) hace referencia a una “ola sin precedentes” y además impresionante por el contraste con décadas anteriores caracterizadas por políticas neoliberales muy duras. Una de las razones de ese giro político es justamente el agotamiento de los modelos neoliberales. Nacían en las ruinas de la “década perdida” del ciclo neoliberal que había dejado esas sociedades latinoamericanas dislocadas por el peso del consenso de Washington. La tasa de crecimiento promedio del PIB latinoamericano paso de 5,84% durante los años 60/70 a 1,18% durante los años 80 (Herrera, 2017). Unas consecuencias desastrosas agravadas por las multiplicaciones de las privatizaciones en los sectores de la salud, educación, energía y en el servicio de aguas y que se repercutirán sobre las poblaciones. En definitiva, lo que tienen en común son los contextos de emergencia caracterizados por las herencias neoliberales y el contenido de sus proyectos políticos “post-consenso de Washington”. Se observa el refuerzo del Estado y de su intervención especialmente en algunos sectores como exportación de materias primas y recuperar sectores como el petróleo. Se veía ya no como enemigo sino como herramienta de transformación. Las energías se vuelven prioritarias aunque la nacionalización no es siempre la contesta. Esa capacidad de intervención se inclino hacia el ámbito social.

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