Guerra Fria En America Latina
fredd150322 de Septiembre de 2011
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NOMBRE: Carmen Alejandra Posas Salgado. Registro: 1503199200151
La Segunda Guerra Mundial significó un verdadero vuelco en las relaciones internacionales de todo el planeta. Con el fin de la contienda y el advenimiento de la Guerra Fría las superpotencias emergentes reorientaron su política exterior tanto a nivel global como hacia sus “áreas de influencia”. Durante el conflicto, la lucha contra un enemigo común disfrazó temporalmente las enormes diferencias políticas, económicas y sociales existentes entre ambos. Pero pronto, soviéticos y norteamericanos se encontraron enfrentándose en una confrontación definitivamente hostil. Para el gobierno norteamericano, la política Centro Argentino de Estudios Internacionales. América Latina también fue incluida dentro de esta “pactomanía”. El gobierno norteamericano se propuso obtener el apoyo de esta región a sus políticas de Guerra Fría patrocinando en 1947 la firma de un tratado de seguridad colectiva suscripto por todas las naciones americanas: el Pacto de Río. Ese mismo año, Estados Unidos también impulsó la creación del TIAR (Tratado Interamericano de Asistencia Recíproca).
La Guerra Fría en América Latina, La política histórica de Estados Unidos hacia América Latina ha sido siempre, a grandes rasgos, una política a largo plazo de intervención, exclusión, hegemonía, contención y equilibrio de poder, orientada tanto a mantener la estabilidad en la región y alejar a las potencias extranjeras, como a proteger los intereses fundamentales norteamericanos. Política efectiva, Latinoamérica se había constituido en un interés meramente periférico en la política exterior global de Estados Unidos. En los comienzos de la Guerra Fría, América Latina era una zona de baja prioridad para las consideraciones de la agenda norteamericana. De hecho, y más allá de los pactos concertados, la región no había sido considerada para ser incluida en el Plan Marshall. Esto se debió a que Washington concentró sus intereses más amplios en particular en Europa y Asia, dándole a Latinoamérica un lugar subordinado. En 1952, la Administración Truman continuó con las iniciativas para fomentar la cooperación interamericana con la consignación del NSC-141. En el mismo, se manifestaba la necesidad tanto de “buscar la solidaridad hemisférica” en apoyo a la política norteamericana de contención global del comunismo, como de lograr “la cooperación de las naciones latinoamericanas para salvaguardar al continente, a través de la adopción de medidas de defensa contra la agresión externa y la subversión interna”. Sin embargo, las consideraciones en torno a Latinoamérica no iban más allá de iniciativas de este tipo. Esto respondía al hecho de que si bien había partidos comunistas en la mayoría de los países del continente, estos eran partidos minoritarios que en muchos casos carecían de apoyo popular o de una fuerte base de organización y sustentación. Por ello, como afirma Howard Wiarda, en Washington “la idea de las tropas estalinistas desembarcando en las costas latinoamericanas fue rechazada por ridícula, como merecía serlo”. En consecuencia, Estados Unidos no veía razón alguna para variar la política llevada a cabo hasta el momento en la región: una política que hacía hincapié en la cooperación, el mantenimiento del statu quo y el estímulo y salvaguardia de los intereses de las empresas privadas que actuaban en la región
En 1961 John F. Kennedy accedió a la presidencia de los Estados Unidos. Si bien el plan de invadir Cuba ya había comenzado a gestarse en las oficinas de la CIA en 1960 durante la presidencia de Eisenhower, recién fue puesto en marcha con el cambio de gobierno. Bajo la presunción de que la operación sería tan exitosa como la llevada a cabo contra Guatemala, Kennedy autorizó su ejecución con orden expresa de que la participación norteamericana
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