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MODELOS DE SOCIEDAD

725093716 de Septiembre de 2013

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Introducción

El presente trabajo aborda la cuestión de las condiciones de vida emergentes en nuestras sociedades a partir de la implantación de las políticas neoliberales y los cambios operados en el mundo del trabajo, a partir de la precarización laboral, junto a la situación de desempleo y ambas ,estrechamente ligadas a la condición de exclusión social

Las transformaciones económicas, políticas y sociales vividas en nuestros países en las últimas décadas, con la acentuación de las inequidades sociales, han tenido graves consecuencias sobre el conjunto de la ciudadanía ,con un alto impacto en los sectores más populares . Entiendo que los derechos humanos, además de ser el sostén de los derechos civiles y políticos, se constituyen desde la posibilidad de ejercer los económicos, los culturales, los sociales.

La igualdad de oportunidades y la igualdad de resultados son dos posturas alternativas para organizar de modo justo una sociedad. Ambos conceptos están estrechamente relacionados con los conceptos de libertad negativa y libertad positiva. También existe una correlación en la preferencia por una u otra según el extremo del espectro político

Derechos en fin, que acompañan y ensanchan a los otros, y que se tornan tan imprescindibles como los anteriores para practicar una ciudadanía plena ,pero cuyo ejercicio se encuentra particularmente dificultado por la descomunal y desigual acumulación capitalista.

Movimientos Sociales y Derechos Humanos es aquí, donde hay que reconocer que aquel ámbito que da origen a los derechos humanos y los mantiene vivos, es la lucha y la acción social por su defensa. Los Derechos Humanos tienen más que ver con procesos de lucha por abrir y consolidar espacios de libertad y dignidad humana.

Los movimientos sociales, a través de la historia, desde sus racionalidades, imaginarios, estéticas y demandas distintas, intentan tener control sobre sus entornos entrando en conflicto con otros imaginarios, otras racionalidades, otras estéticas y otras reivindicaciones que, por diversas razones, acaban haciéndose hegemónicas. Esto provoca que las luchas no hegemónicas puedan terminar invisibilizadas, silenciadas, eliminadas o resignificadas desde quienes detentan el poder, no obstante, las luchas siguen estando ahí, surgiendo otras nuevas que cuestionen lo oficial e insuficientemente institucionalizado.

Resulta entonces decisivo descubrir cuáles, realmente, son nuestras relaciones y prácticas sociales tanto jurídicas como no jurídicas las que, en cada momento y en todo lugar, nos dan la justa medida de si hacemos o no hacemos derechos humanos, de si estamos construyendo procesos de relaciones bajo dinámicas de reconocimiento, respeto e inclusión o bajo dinámicas de imperio, dominación y exclusión. En definitiva, si realmente estamos contribuyendo a que los derechos humanos existan o no existan en nuestra cotidianidad. De ahí la necesidad de reflejar permanentemente su dimensión política, socio-histórica, procesual, dinámica, conflictiva y compleja.

Los Derechos Humanos son prácticas que se desarrollan diariamente, en todo tiempo y en todo lugar, que no se reducen a una única dimensión normativa, filosófica o institucional, ni tampoco a un único momento histórico que les da un origen. Derechos humanos guardan más relación con lo que hacemos en nuestras relaciones con nuestros semejantes, ya sea bajo lógicas o dinámicas de emancipación o de dominación, que con lo que nos dicen determinados especialistas que son. En relación a lo anterior, el sistema de educación chileno se orienta hacia estratos específicos de la población, lo que produce un fenómeno de segmentación poblacional y, consiguientemente, la estratificación del ejercicio del derecho a la educación. En ese contexto, las reformas institucionales acaecidas en los sectores públicos desde hace aproximadamente 30 años, han tendido a reforzar la fragmentación al establecer la separación de las funciones de calidad, aseguramiento, financiamiento, prestación y acreditación de la educación. Es posible observar como desde los movimientos sociales se critica los autoritarismos de estas democracias que presentan una doble faceta: una de ellas, político-liberal que se propone lidiar con las injusticias causadas por los desequilibrios económicos propios del capitalismo en términos nacionales y la otra, económico-liberal que provoca desigualdades a escala mundial.

Esta configuración se caracteriza por su tendencia a uniformizar al individuo y la intolerancia a lo insólito y excéntrico.

Los Derechos Humanos son concebidos desde una batería de conceptos y metodologías de trabajo que se asumen de modo acrítico, como datos de la realidad, sin considerar que para situarnos ante este tema tenemos que entender ciertas coordenadas sociales, políticas, económicas e históricas donde se media, un acto difícil, considerando que el “sistema” tiende a su propia reproducción, justificación y legitimación lo que no nos permite situarnos fuera de él. Muchas veces la inconsciencia irrestricta pro Derechos Humanos, desde un punto de vista técnico, acrítico y desvinculado políticamente del contexto social, se vuelve un arma de la hegemonía, ya que se transforma en la expresión de un yo sin otro, sin diálogo, por concebir el sí como competencia que alienta un nos sin ellos. La educación debe avanzar en la desmitificación de este núcleo ético posesivo y evidenciar la ética del otro, sus derechos, saberes, valores y complejidades. El carácter constituyente de los Derechos Humanos como centro neutral y universal implican una voluntad de posesión altérica y la naturalización de la violencia, una racionalidad occidental violenta en el sentido que intenta apropiarse de la dignidad y los valores y hacerlos universales. La matriz generativa de los derechos humanos sería entonces la apropiación.

Una ruta para la no exclusión pasa por de construir y reconstruir el camino de la alteridad, es decir aquello como lo otro desconocido, la extranjeridad, pasar a ser visto como construcción que valora una ética de la alteridad del semejante, que constituye la identidad de los sujetos considerando a la identidad como movimiento entre lo propio y lo extraño, entre lo uno y lo múltiple

Formas organizativas y asociativas del movimiento de derechos humanos venezolano. Para comenzar, cabe aclarar que lo que se denomina movimiento de derechos humanos, no es más que el conjunto de organizaciones y personas dedicadas a la defensa, promoción y protección de los derechos humanos. No es una entidad orgánica, sino un conglomerado que se auto reconoce y es identificado a partir de un ámbito de actuación.

Dada la especificidad y complejidad de este fenómeno, nos permitimos compartir una serie de definiciones que pueden resultar orientadoras: “Una primera tarea importante en este campo ha sido

el esfuerzo por ofrecer una definición de “movimientos sociales” que ayudara a resaltar su singularidad (...).

Así, podemos remitirnos a una ya vieja fórmula recogida por Charles Tilly (1984), según la cual son “una prolongada serie de interacciones entre quienes ostentan el poder y personas que reclaman con éxito hablar en nombre de sectores que carecen de representación formal, en el curso de la cual esas personas hacen públicamente visibles demandas de cambios en la distribución o ejercicio del poder, y justifican esas demandas con manifestaciones públicas de apoyo”; (...) o, en fin, a la de Sidney Tarrow (1998), el cual los describe como aquellos “ desafíos colectivos planteados por personas que comparten objetivos comunes y solidaridad en una interacción mantenida con las elites, los oponentes y las autoridades”). En estas y otras definiciones coincidirían los rasgos de desafío, acción colectiva, conflicto, cambio, organización duradera y formas de acción principalmente no convencionales para determinar la especificidad de unos actores cuya identidad colectiva no sería el punto de partida sino, más bien, el de llegada y siempre en reconstrucción- a medid a que se genera un “consenso de trabajo en común”, no incompatible con su diversidad. A todo esto se suma la necesidad de que esos movimientos tengan como propósito compartido la denuncia de uno u otro marco de injusticia que pueda verse manifestada en los espacios públicos (de ahí que hayan tendido históricamente en muchos casos a ampliar esa esfera pública introduciendo nuevos temas considerados hasta entonces como “privados”).” Bajo la categoría de movimientos se puede incluir: estudiantil, sindical, ambiental, campesino, vecinal, entre otros, además de derechos humanos.

En el ámbito internacional, a finales de los años sesenta surgieron nuevos actores sociales: las organizaciones no gubernamentales de derechos humanos y en el campo social y del desarrollo, las organizaciones de la sociedad civil. Nacen en el plano internacional, Amnistía Internacional y posteriormente, Human Rights Watch y un importante número de organizaciones solidarias con los refugiados, los exilados y perseguidos políticos. Rápidamente, este movimiento se extiende a la esfera nacional o regional, en América Latina y en otras regiones del mundo. Zalaquet nos apunta que surge de este modo un movimiento universal que reconoce sus orígenes en las nociones de democracia, de soberanía popular y de la participación activa y vigilante por parte de los ciudadanos - soberanos.

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