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Menores Delincuentes: Por Hoenir Sarthou


Enviado por   •  15 de Noviembre de 2013  •  1.326 Palabras (6 Páginas)  •  342 Visitas

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MENORES DELINCUENTES>> por Hoenir Sarthou

Ya sé lo que va a pasar después de este artículo. Mucha gente dará vuel¬ta la cara cuando me vea por la calle, en mi cumpleaños no habrá llamadas, dejaré de reci¬bir invitaciones de facebook, y a mis hijos, cuando les pregun¬ten si son algo de un tal Hoenir Sarthou, les convendrá decir que no me conocen o que soy un primo lejano de su padre.

La historia es así (aunque algu¬nos detalles sean “recreados”): el nene, 14 años, escopeta de caño recortado en la mano, pelo pintado de amarillo, go-rrito de visera, fue agarrado por la policía después de inten¬tar una rapiña. Estaba tranqui¬lo; no era la primera vez que le pasaba. La policía lo llevó a un médico, después a un juzgado, y, antes o después, lo vieron una trabajadora social o una psicóloga, un defensor de oficio y un juez o jueza. Hablaron con él y decidieron citar a la madre. Hablaron con la madre, le die¬ron un par de consejos y final¬mente le entregaron al nene. Esa noche la historia salió por televisión, en la mejor parte del noticiero.

Esa noche pasaron además otras cosas. En el mismo noti¬ciero, poco después de las noti¬cias policiales, Bordaberry y La¬calle propusieron bajar la edad de imputabilidad. Más tarde, en el espacio reservado a la fa-rándula, Susana Giménez pidió la pena de muerte para los que mataron creo que a su peluque¬ro o florista. Ah, y me olvidaba de decir que, en algún lugar de la ciudad, las personas a las que les tocó estar frente al caño re¬cortado, habrán sentido mucha furia frente al televisor.

Sobre la forma de actuar ante los delitos cometidos por me¬nores de edad hay hoy en el país esencialmente dos discur¬sos. Uno es el clásico discurso conservador: más severidad, mayores penas, bajar la edad de imputabilidad y, a nivel de la calle, incluso hacer justicia por mano propia. El otro es el de los derechos humanos: las niñas, niños y adolescentes son sujetos de derecho, no hay que penalizar a la niñez ni a la po¬breza, deben evitarse las penas de reclusión, hay que rescatar vínculos parentales que actúen como ámbito de contención.

Sobre el discurso conservador no voy a extenderme ahora. Su cortedad de miras es terrible, aunque lamentablemente recu¬pera terreno, como lo demues¬tran las encuestas de opinión sobre la pena de muerte.

¿Y el discurso de los derechos humanos?

Hoy es dominante en los ámbi¬tos que legislan, dictaminan y juzgan sobre los delitos cometi¬dos por menores de edad. Pocas veces se ha visto una hegemo¬nía ideológica mayor. Docentes, psicólogos, trabajadores socia¬les, ONGs, defensores de oficio, jueces y la mayoría parlamenta¬ria lo asumen monolíticamente. Los derechos humanos son hoy el santo y seña de la izquierda “culta”.

Sin embargo, hay algo que no se dice, aunque probablemen¬te muchos lo piensen o intuyan: ese discurso no tiene respuesta para el problema de los meno¬res delincuentes.

No tiene respuesta porque no tiene claro el concepto de mi¬noridad y tampoco tiene claro el concepto de derechos. Vea¬mos por qué.

La minoría de edad viene del derecho romano y, desde hace muchos años, es un concepto protector y no una monstruosa forma de privar a los niños de derechos.

¿Qué significa la minoría de edad?

Significa que el menor, aunque es sujeto de derechos, no tiene capacidad de ejercer algunos de ellos por sí mismo. Por ejemplo, no puede contraer obligaciones como los adultos.

Todo el que haya alquilado una casa, manejado una tarjeta de crédito, librado cheques, salido de garantía de otra persona o abierto una empresa, sabe los riesgos y compromisos que eso entraña. Todos sabemos que una mala decisión puede de¬jarnos en la calle y empeñados de por vida. Por eso, un menor de dieciocho años no puede hacer válidamente esos nego-cios. Y por la misma razón no está sujeto a la responsabilidad penal que tenemos los adultos, aunque Lacalle y Bordaberry discrepen.

Ahora tenemos

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