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Monseñor Romero


Enviado por   •  7 de Mayo de 2015  •  2.239 Palabras (9 Páginas)  •  213 Visitas

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Centro Monseñor Romero Puebla habla de la opción por los pobres con gran precisión: “por el hecho de ser pobres Dios los defiende y los ama”. Es decir, optar no es solo amar y, por ello, “ayudar”, sino es antes que nada “defender”. Y con esa precisión habló un campesino sobre Monseñor. “Monseñor Romero dijo la verdad. Nos defendió a nosotros de pobres. Y por eso lo mataron”. Sobre esta solemne sentencia del campesino queremos decir una palabra en este aniversario. Monseñor Romero, “defensor” de pobres y víctimas El P. Jon Sobrino, Mons. Romero y el P. Segundo Montes 1. “Monseñor dijo la verdad”. “El maligno es asesino y mentiroso”, dice el evangelio de Juan (8, 44). Primero da muerte y después la encubre. Monseñor Romero fue totalmente consciente de ello, y por eso para “defender” al pobre -y “luchar” contra los que lo empobrecen y asesinan-, “dijo la verdad”. Y por la hondura y magnitud de su defensa -no solo por razones éticas genéricas Monseñor Romero dijo la verdad de forma nunca antes conocida. La dijo “vigorosamente”, pues “nada hay tan importante como la vida humana. Sobre todo la persona de los pobres y oprimidos” (16 de marzo, 1980). Como es bien sabido, en sus homilías dijo la verdad “extensamente”, para poder decir “toda la verdad”. Y la dijo “públicamente”, “desde los tejados”, como pedía Jesús, en catedral, y a través de la YSAX. Dijo, la verdad “popularmente”, lo cual es mas novedoso, aprendiendo muchas cosas del pueblo, de modo que, sin saberlo, los pobres y los campesinos eran coautores de sus homilías y cartas pastorales. “Entre ustedes y yo hacemos esta homilía” (16 de septiembre, 1979). Y fue también “popular” porque siempre respetó y apreció la “razón”, el discurrir del pueblo, de la gente sencilla, sin intentos de infantilización, lo cual no suele ser normal en discursos políticos ni muchas veces en la pastoral, ni en el trasfondo de actividades académicas. En momentos cumbres dijo la verdad “solemnemente”. “Esto es el imperio del infierno” (1 de julio, 1979). Denuncia. “Sobre estas ruinas brillará la gloria del Señor” (7 de enero, 1979). Consuelo y esperanza. “En nombre de Dios, pues, y en nombre de este sufrido pueblo, cuyos lamentos suben hasta el cielo cada día más tumultuosos, les suplico, les ruego, les ordeno en nombre de Dios: ¡cese la represión!” (23 de marzo, 1980). Exigencia sin condiciones. Su modo de “decir la verdad” le llevó a ser pionero de lo que ahora se llama “la memoria histórica”. No es invento de ahora. Lo hacía con precisión escrupulosa, con el mejor sprit de geometrie de Pascal, mencionando todos y cada uno de los nombres de las víctimas, familiares abandonados, victimarios, lugar y tiempo, circunstancias. Y lo hacía con total delicadeza y lleno de dolor. “Se me horrorizó el corazón cuando vi a la esposa con sus nueve niñitos pequeños, que venía a informarme. Según ella lo encontraron [al esposo] con señales de tortura y muerte. Ahí está esa esposa con esos niños desamparados… Es necesario que tantos hogares que han quedado desamparados como este reciban la ayuda. El criminal que desampara un hogar tiene obligación en conciencia de ayudar a sostener ese hogar” (20 de noviembre de 1977). Es el sprit de finesse del que debe estar empapada toda memoria histórica. Y también fue memoria histórica, olvidada, el recuerdo de la bondad, la entrega de mártires por la justicia, su esperanza y su confianza en Dios. Como Jesús, Monseñor habló “como quien tiene autoridad, no como los letrados”. Y “la gente quedaba asombrada de su doctrina”. La autoridad no le venía, como tampoco a Jesús, de su origen: “¿De Nazaret puede salir cosa buena?”. Ni de su condición de obispo –pues dicho con sencillez en su tiempo varios obispos del país 11 www.uca.edu.sv/publica/cartas Centro Monseñor Romero eran muy poco respetados. La autoridad le provenía de su autenticidad y convicción, expresadas en su honradez con lo real y su coherencia entre decir y hacer. Crecía y se desbordaba en su hacer justicia y en el amor al pueblo. Y al final, con su entrega total. Decir la verdad significó también “desenmascarar el encubrimiento”. “La ira de Dios se revela contra toda clase de hombres impíos e injustos que aprisionan la verdad con su injusticia” (Rom 1, 18). Monseñor desenmascaró la riqueza. “Yo denuncio, sobre todo, la absolutización de la riqueza, ese es el gran mal de El Salvador: la riqueza, la propiedad privada, como un absoluto intocable. ¡Y ay del que toque ese alambre de alta tensión! Se quema” (12 de agosto, 1979). Desenmascaró la violación del séptimo mandamiento, el pecado originante. Sus mayores diatribas fueron contra la muerte injusta y cruel. ”No me cansaré de denunciar el atropello por capturas arbitrarias, por desaparecimientos, por torturas” (24 de junio, 1979). “La violencia, el asesinato, la tortura donde se quedan tantos muertos, el machetear y tirar al mar, el botar gente: esto es el imperio del infierno” (1 de julio, 1979). Desenmascaró la violación del quinto mandamiento, cuando esta es necesaria para depredar o mantenerlo depredado. Clamó contra los medios de comunicación y discursos oficiales. “Falta en nuestro ambiente la verdad“. (12 de abril, 1979). “Sobra quienes tienen su pluma pagada y su palabra vendida” (18 de febrero, 1979). “Estamos en un mundo de mentiras donde nadie cree ya en nada” (19 de marzo, 1979). Desenmascaró la violación del octavo mandamiento, lo que ocurre para encubrir las dos anteriores. Escándalo y encubrimiento son correlativos. Y por encima de todo decía la verdad abrumado y destrozado por el sufrimiento del pueblo. La víspera de su asesinato explicó, sereno y conmovido, cómo preparaba la homilía del domingo. “Le pido al Señor durante la semana, mientras voy recogiendo el clamor del pueblo y el dolor de tanto crimen, la ignominia de tanta violencia, que me dé la palabra oportuna para consolar, para denunciar, para llamar al arrepentimiento” (23 de marzo de 1980). 2. “Monseñor nos defendió de pobres”. Defendió la organización popular, apoyó el Socorro Jurídico para defender los derechos de las víctimas. Y cuando arreció la represión abrió las puertas del seminario para acoger a los campesinos que huían de Chalatenango, lo que disgustó a otros jerarcas. Pero hay que estar claros. “Defender” supone enfrentarse con los que empobrecen, oprimen y reprimen. Por eso Monseñor se enfrentó con los que mienten y asesinan, sean personas, instituciones o estructuras. Y además la suya fue una defensa “primordial”, que va más allá de lo que convencionalmente se entiende por defender un caso. Su horizonte no fue “ganar un caso”, sino que

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