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Pena De Muerte


Enviado por   •  6 de Septiembre de 2012  •  1.548 Palabras (7 Páginas)  •  323 Visitas

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Contra la pena de muerte

Mientras Florida rechaza repetir el juicio a Pablo Ibar, el único español en el corredor de la muerte, se han reeditado dos ensayos de Camus y Koestler sobre la sentencia capital

Ciertamente es lamentable, sí, estar escribiendo aún estas líneas. Es 2012. Pero el progreso no es una escalera de única dirección, lineal e inequívoca, sino una suerte de laberinto de Escher, con subidas y bajadas, con conquistas y derrotas. Y la pena de muerte aparece, una y otra vez, en países que se presentan al mundo como ejemplos de civilización.

Este mismo lunes, el tribunal de Florida encargado del caso de Pablo Ibar, el único español en el corredor de la muerte en Estados Unidos, ha rechazado la petición del abogado de repetir el juicio en el que su cliente fue condenado a la pena capital. Ibar, que también tiene la nacionalidad estadounidense, ha mantenido categóricamente su inocencia desde el primer día en que fue identificado como sospechoso de un triple crimen, sin que ninguna prueba física le conecte con el asesinato de Casimir Sucharsky, dueño de un club nocturno, y dos mujeres, Sharon Anderson y Marie Rodgers.

Como la actualidad se nos presenta como la punta de un iceberg, que nos avisa desde lo específico e individual - pero que esconde su peligro en las profundidades menos visibles -, acudimos a dos ensayos que se preguntan sobre la pena de muerte, recientemente editados en castellano por Capitán Swing. Se trata de dos clásicos (porque fueron escritos hace más de cincuenta años, pero también porque asaltan nuestro presente de forma violenta); Reflexiones sobre la horca, de Arthur Koestler, y Reflexiones sobre la guillotina, de Albert Camus.

Camus comienza hablando de los eufemismos utilizados para intentar legitimar un asesinato cometido, de forma reposada y racional, desde el estado. Así, decimos del condenado que "ha pagado su deuda a la sociedad", que ha "expiado" o que a tal hora "se hizo justicia". ¿Pero qué es la justicia?

Castigo y ejemplaridad

Para el pensador francés la supervivencia de ese "rito primitivo" sólo es posible "por la indiferencia o la ignorancia de la opinión pública". Y es que uno de los principales "argumentos" de los que están a favor de la pena de muerte es el de la intimidación, el de la ejemplaridad. Camus desmontará, con tres comprobaciones, que el castigo como tal no funciona. En primer lugar, porque "la sociedad misma no cree en el ejemplo del que habla". En segundo término, porque "no está probado que la pena de muerte haya hecho retroceder a un solo asesino" y, por último, porque se trata de un modelo "repugnante cuyas consecuencias son imprevisibles".

El texto de Albert Camus es clarificador. Si se quiere que la pena sea ejemplar se tendría que televisar la ceremonia. "Hay que hacer eso o dejar de hablar de ejemplaridad", nos dice el filósofo. Si nos fijamos en los países que aplican este tipo de condenas, nos daremos cuenta que cada vez más se ha tendido a disminuir la publicidad de las ejecuciones. Incluso, se defiende que el "paciente" prácticamente no sufre. Se pregunta Camus: "¿Cómo se espera intimidar con ese ejemplo que se encubre sin cesar, con la amenaza de un castigo presentado como suave y expeditivo?".

Que el estado se avergüenza de sus ejecuciones se demuestra con su silencio, con la estetización de sus crímenes. Se hacen museos, se nos explica los medicamentos utilizados, lo "poco" que padecen los ejecutados, sin enseñarnos la parte más repugnante y bestia del proceso, en un intento desesperado de justificar un ritual que "sólo se ajusta a la tradición sin tomarse el trabajo de reflexionar. Se mata al criminal porque es lo mismo que se ha hecho durante siglos". Es una siniestra inercia que "no puede intimidar" porque, en realidad, ya ha renunciado a ello.

Inutilidad y venganza

Tanto Koestler – que estuvo a punto de ser ejecutado en las cárceles de Franco – como Camus hacen referencia a estadísticas con las que se demuestra que, cuando se ha abolido la pena de muerte, no se ha incrementado la criminalidad. Tampoco funcionan esas tesis.

Quien cree que un asesino, cruel y despiadado, reflexiona segundos antes sobre las consecuencias de sus monstruosos actos – como si utilizara una tabla de pros y contras –, le otorga una capacidad de racionalidad que el homicida o violador no posee. "Para que la pena capital pueda intimidar, sería necesario que la naturaleza humana fuera diferente, y también tan estable y serena como la ley misma", defiende Albert Camus. "Temerá la muerte después del juicio, y no antes del crimen", añade.

El que sí que actúa con premeditación, racionalidad y calma, es el estado que ejecuta a sus condenados. Ahí está la "mancha" moral de las sociedades que defienden la pena de muerte, en su frialdad. Camus apuesta

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