Publicidad colombiana antigua

[pic 1]Universidad Autónoma de Bucaramanga

Edwin Javier Cordoba Vanegas

Historia de los Medios de Comunicación

2021

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Un vistado a la publicidad antigua colombiana

        Bob, es un célebre científico que ha realizado una máquina del tiempo para resolver una de sus dudas más intrépidas, el sentido y ritmo de la publicidad colombiana. Su curiosidad despertó desde que suele mirar a su alrededor y observar un inmenso mar de publicidad de artículos modernos. Y, como en un mar real de agua salada, tanto Bob como millones de personas que transitan por las calles, se sienten ahogadas, asustadas y hasta confundidas con el gran catálogo logístico publicitario realizado por cientos de empresas con el afán de poder ampliar sus clientes.

        Sin nada más que esperar, Bobo decide accionar su máquina fijando el curso al año de 1801,  donde ni siquiera él había contemplado la vida. Su primera impresión, aparte de la moda y comportamiento de dicha época, son las calles. Ya que no es como en su tiempo, donde suelen estar plagados de carteles impresos o digitales, exponiendo nuevos artículos o productos de consumo.

        Ahora Bob se asombra al no encontrar esta gran cantidad de anuncios, parece una ciudad más limpia que no se preocupa por su afán de gastar más de lo necesario. Pero Bob recordó que en la época que está visitando, la tecnología apenas iba cogiendo fuerza. Tras ponerse algo más adecuado para el año que visita, se dispuso a encontrar algunos diarios tirados en un banco. Al leer con sumo cuidado de no retirar la tinta negra de lo escrito, podemos encontrar las primeras publicaciones publicitarias referenciando a una tienda de correo o incluso encontrando publicidad acerca de la compra y venta de esclavos.

        Notándose en estos mismos, que carecía completamente de algún carácter persuasivo o que generar promesas de algún valor. No como en los tiempos modernos, donde usualmente Bob, al querer comprar una máquina para rasurar, encontraba un sin fin de anuncios publicitarios. Animados, con bonitos colores, mencionando ser los mejores y más resistentes. Sin embargo, aquí en el siglo XIX, Bob solamente puede ver en una sección impresa, una gran cantidad de texto de carácter informativo, escaso completamente de alguna señal visual.

        Una de las cosas que más le llamó la atención a nuestro protagonista Bob, es el lenguaje que se utiliza en aquellos tiempos. Normalmente la publicidad de la época en el periodico, se trataba de asuntos de compra y ventas, por lo que parecían una carta más que una sección publicitaria. En este caso, nuestro protagonista Bob al leer cada sección, puede notar que siempre comienza por: “Quien quisiere comprar (vender)”. Una oración corta pero que hacía alusión a la necesidad de una venta o compra.

        Sin embargo, no se perdía la esencia y el sentido de lo que es hoy en día la publicidad, donde se basa en informar a los consumidores lo que las empresas o personas puedan ofrecer.

        Bob decide ir un poco más adelante en el tiempo, donde se encuentra con un auge más fuerte de la televisión prevista en la época. Estamos en la era donde tener un televisor de esos grandes, pesados, de madera, era en cierto punto algo lujoso.

        Al escabullirse por una de las antiguas casas, encuentra una televisión funcionando, por lo que después de ver un largo capítulo de la novela llamado “La alondra (1964) “, logra encontrar un anuncio publicitario de un tarro de galletas Saltín Noel. Bob se le hizo bastante extraño ver el comercial. Ya no estaba presente el típico personaje icónico de la empresa que era representado por un Papá Noel en su época, ahora era un payasito encargado de hablar por unos largos 3 minutos, sobre la frescura, textura, lo crujiente y el sabor de las galletas saladas. Parecía que toda la publicidad televisiva se centraba en explicar la calidad de los productos, representando en su mayoría por mujeres que, a comparación de la época moderna, sólo serán necesarios un máximo de 30 segundos para representar lo que se quiere vender.

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