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Teoria Transaccional De Rosemblat

palizagabriel30 de Abril de 2014

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EL MODELO TRANSACCIONAL:

La teoría transaccional de la lectura y la escritura (*)

LOUISE M. ROSENBLATT

New York University

Términos tales como el lector, no obstante ser convenientes, resul¬tan ficciones engañosas. El lector corno término genérico, la obra literaria como término también genérico no existen. En la realidad, existen solamente millones de posibles lectores individuales de piezas literarias individuales… La lectura de cualquier obra literaria es, nece-sariamente, un hecho único e individual que se percibe sólo en la mente y en las emociones de un lector en particular (Rosenblatt, 1938/ 1983).

Esta aseveración, publicada por primera vez en Literature as Exploration (La literatura como exploración) en 1938, se me figura especialmente importante de reiterar al presentar un “modelo teórico” del proceso de lectura. Un modelo teórico por definición es una abs¬tracción, o una pauta generalizada concebida con el fin de elaborar un determinado tema. Es por lo tanto crucial reconocer, corno ya dije, que si bien podemos generalizar acerca de las similitudes entre un proceso u otro, no podemos dejar de lado el hecho de que en la reali¬dad sólo existen innumerables transacciones independientes que cada lector entabla con el texto.

Tratando de comprender cómo construimos los significados llama¬dos novelas, poemas, piezas teatrales, descubrí que había concebido un modelo teórico que comprende todos los tipos de lectura. Diez años al frente de cursos de literatura y composición habían precedido tal aseveración, y ellos me habían permitido la observación de dife-rentes lectores expuestos a una amplia gama de textos “literarios” y “no literarios”, que analizaban., llevaban fichas de los textos durante la lectura misma, transcribían al papel sus reacciones espontáneas y redactaban ensayos de reflexión. Y aun más décadas de tales obser¬vaciones precedieron la publicación deThe reader, the text, the poem (El lector, el texto, el poema) (Rosenblatt, 1978), cuando se abrió a la crítica la presentación más completa de la teoría y sus implicancias.

Es decir, la teoría nace a partir de un proceso muy apropiado para la filosofía pragmática que representa. El problema afloró en una situación práctica, en el aula. La repetida observación de episodios relevantes condujo a la formulación de hipótesis que constituyen la teoría del proceso de lectura, y éstas a su vez fueron aplicadas, pro-badas, confirmadas o revisadas a la luz de nuevas observaciones.

Afortunadamente, mientras me especializaba en lengua inglesa y literatura comparada, me mantuve en contacto con la vanguardia de varias disciplinas. La interpretación de estas observaciones en distin¬tos lectores se nutrió de una cantidad de perspectivas diversas —his¬toria literaria y social, filosofía, estética, lingüística, psicología, y sociología—. Los conocimientos de antropología le infundieron un cariz especialmente importante. Se gestaron ideas que en algunos ca¬sos sólo lograron aceptación recientemente. Parece necesario, por tanto, comenzar estableciendo algunos de los postulados y conceptos bási¬cos que sustentan la teoría transaccional del proceso de lectura. Ello a su vez implicará la presentación del punto de vista transaccional so¬bre el proceso de redacción y la relación entre el autor y el lector.

El paradigma transaccional

Transacción

Los términos transacción y transaccional son acordes con una pos¬tura filosófica que tiene cada vez más aceptación en el siglo XX. Un nuevo paradigma en la ciencia (Kuhn, 1970) hizo necesario un cambio de hábitos en cuanto a nuestro modo de concebir la relación con el mundo que nos rodea. Durante trescientos años, Descartes y su vi¬sión dualista del ser como distinto de la naturaleza bastaron, por ejem¬plo, para dar cuenta del paradigma newtoniano en física. El ser, o “sujeto”, estaba separado del “objeto” percibido. Se buscaban hechos “objetivos”, libres por completo de subjetividad, y se creía posible captar de manera directa, inmediata, la “realidad”. La teoría de Einstein y la evolución de la física subatómica revelaron la necesidad de reco¬nocer que, como explicaba Neils Bohr (1959), el observador es parte de la observación, los seres humanos son parte de la naturaleza. Aun los hechos de la física dependen en cierta medida de los intereses, las hipótesis y tecnologías del observador. Se volvió evidente que el orga¬nismo humano es el mediador último de toda percepción del mundo o de todo sentido de la “realidad”.

John Dewey y su epistemología pragmática respondían al nuevo paradigma. Es así como Dewey, conjuntamente con Arthur F. Bentley, comenzaron a crear una nueva terminología enKnowing and the Known (El conocimiento y lo conocido) (1949). Ambos creían que el término “interacción” se asociaba demasiado con el viejo paradigma positivista en el cual cada unidad o elemento estaba predeterminado por separado, como “cosa equilibrada contra cosa” y se estudiaba su “interacción”. Ellos, en cambio, eligieron “transacción” para decir “observación no fragmentada” de la situación en su totalidad. “Se emplean” sistemas de descripción y designación para “ocuparse de los aspectos y fases de la acción, sin atribuirlos finalmente a ‘elementos’ o a ‘entidades’, ‘esencias’ o ‘realidades’ presumiblemente separables o independientes” (p. 108). El conocedor, el conocimiento y lo conoci¬do se distinguen como aspectos de un “único proceso”. Cada elemen¬to condiciona y es condicionado por el otro en una situación gestada de manera recíproca (Rosenblatt, 1985b).

El nuevo paradigma exige abandonar hábitos del pensamiento ya instalados. Los viejos dualismos estímulo-respuesta, sujeto-objeto, individual-social ceden frente al reconocimiento de las relaciones transaccionales. Se considera al ser humano como una parte de la naturaleza, continuamente en transacción con el ambiente y cada uno determina al otro. Donde quizás con mayor claridad se haya asimila¬do el modo transaccional de pensar es en la ecología. Las actividades y relaciones humanas se consideran transacciones en las cuales el individuo y los elementos sociales se funden con los elementos cultu¬rales y naturales. Puede que muchos autores actuales difieran sobre sus implicancias metafísicas pero sí consideran menester aceptar el nuevo paradigma.[1]

El lenguaje

El concepto transaccional está íntimamente ligado a la comprensión del lenguaje. Tradicionalmente se consideró al lenguaje, en primer lugar, como un sistema o código autónomo, un conjunto de reglas y convenciones arbitrarias a las cuales hablantes y autores echan mano; un instrumento, un código que se imprime en la mente de lectores y oyentes. A pesar de que el abordaje transaccional es aceptado, este modo de pensar —-tan arraigado— continúa funcionando de manera tácita o explícita en muchos de los textos relacionados con la enseñan¬za, la investigación y la teoría.[2]

Esa visión del lenguaje, esencial para el modelo transaccional de lectura, tiene una deuda de gratitud con el filósofo John Dewey pero le debe aun más a su contemporáneo Charles Sanders Peirce, quien es reconocido como el fundador norteamericano de la semiótica o semiología, el estudio de los signos verbales y no verbales. Peirce acuñó conceptos que diferencian la perspectiva transaccional del len¬guaje y la lectura, de las teorías estructuralistas y postestructuralistas (especialmente el deconstruccionismo). Éstas reflejan la influencia de ese otro grande de la semiología, el lingüista suizo Ferdinand de Saussure (Culler, 1982).

Saussure (1972) diferenciaba el habla concreta (parole) de las abs¬tracciones de los lingüistas(langue), pero recalcaba la naturaleza ar¬bitraria de los signos minimizando el aspecto referencial. Aun más importante fue su formulación de la díada “significante-significado”, es decir la relación entre palabra y concepto. Este cariz alentó la vi¬sión del lenguaje como sistema independiente y autónomo (Rosenblatt, 1993).

Contrariamente, Peirce (1933, 1935) elaboró una formulación en tríada. “Un signo”, escribía Peirce, “está en relación conjunta con la cosa que denota y con la mente...” El “signo está relacionado con su objeto sólo como consiguiente a una asociación mental, y depende del hábito” (3.360). (Las referencias indican el volumen y número de párrafo). La tríada constituye un símbolo. Peirce en repetidas oca¬siones se refiere al contexto humano del significado. Es evidente que su intención no era destacar el concepto de “mente” como entidad ya que típicamente hablaba de un nexo “conjunto” entre signo, objeto e “interpretante”, que debería entenderse como operación mental y no como la dicha entidad (6.347). La tríada del modelo de Peirce susten¬ta el lenguaje, sin lugar a dudas, en las transacciones de cada ser humano con su mundo.

Las descripciones más recientes de neurólogos y otros científicos acerca del funcionamiento del cerebro parecen seguir la opinión de Peirce y si bien se ocupan de un nivel que no es esencial a los efectos teóricos de nuestro trabajo, resultan un aval interesante. “Muchos cien¬tíficos destacados, incluyendo al Dr. Francis Crick, piensan que el cerebro crea circuitos unificados al hacer que componentes distantes oscilen en una frecuencia común” (Appenzeller, 1990:6-7). Los neu¬rólogos hablan de una “zona de convergencia de terceras partes' —-que parecería ser una versión neurológica

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