¿por qué estudiar la Maestría en Literatura Mexicana?
wisipachecoTesis3 de Diciembre de 2013
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Vuelvo una y otra vez sobre la pregunta antes de escribir siquiera una línea. Me recuerda los cuestionamientos que recibía cuando adolescente y pensaba que todo llegaría rápido y a la medida de mis expectativa. “¿Letras?” “¿Quieres estudiar Letras?” “¿Qué es eso?” “¡Te vas a morir de hambre!” Eran las voces de quienes, más prácticos, se veían a futuro como grandes empresarios trilingües o contadores o abogados o, el más osado de los casos, actores o cantantes. ¡Y vaya que el panorama no era nada halagüeño, sobre todo, para los últimos! En fin... tuve tiempo, entonces, para reflexionar sobre mi apego a la literatura, a aquello que no sólo significaba leer un libro porque tuviera deseos de hacerlo, sino a encontrar en él historia, senderos, atmósferas que me parecía inverosímil concebir en la más palpable de las realidades, aunque pensaba que toda esa fabulación partía de intuiciones acerca de lo posible (incluso la ciencia-ficción, cuando lo era).
Durante años, tuve la oportunidad de combinar mi trabajo en la radio universitaria con la organización de talleres de lectura, teatro y foros de discusión sobre temas de interés para niños y jóvenes. De ahí surgieron concursos de cuentos, congresos infantiles, nuevos programas de radio y mi gusto por la docencia en el campo de las Humanidades, especialmente en el de las Letras. Cierto que idealicé la Carrera. Por fortuna lo hice. Llegué a contracorriente, luego de mil trastabilleos, a la Facultad de Letras Españolas y me dediqué a estudiar; a intentar escribir, a buscar en las obras que caían en mis manos, allende el gusto, formas de explicar por qué habían anegado la imaginación de tantos; por qué vías la cadena de deudas literarias continuaba; cuáles eran las claves de uno u otro autor para gestar y dar a luz el asombre. Al contacto con la disciplina, con la tradición, la teoría y la crítica literarias descubrí que muchos de los textos antes leídos albergaban imbricaciones que requerían de nuevos acercamientos y, también, aunque me costó reconocerlo, que la mayor parte de los textos escritos y guardados por mí no eran sino esbozos ingenuos de mis lecturas, o inquietudes por recrear con mil y un matices anécdotas e imágenes vitales, cotidianas. No obstante, logré algunos ensayos afortunados sobre autores y obras que me apasionan, sin que por ellos dejara de cuestionarme sobre las afirmaciones y las palabras vertidas: la tan temida sobre interpretación, qué más.
Hoy me hallo, pues, ante la interrogante: ¿por qué estudiar la Maestría en Literatura Mexicana? Y la primera razón, quizás la más coherente, es la que no podía expresar de otra manera que diciendo, llanamente: porque quiero continuar por la misma ruta. Quiero explorar con nuevos ojos a los autores que hasta hoy han formado parte de un panorama general, con grandes vacíos en mi conocimiento sobre sus propuestas narrativas. También porque, más allá del entusiasmo o de la llamada vocación, hasta este punto me han traído mis lecturas. Lecturas parciales, ciertamente, que exigen de mi parte mayor interés y rigor teórico. No me refiero, por supuesto, a la obra de autores canónicos, como Borges o Cortázar; Neruda o Vallejo; Sábato o García Márquez; Faulkner o Dostoievski o Zola: cierto que la empresa sería titánica por cado uno de ellos. Hablo de literatura fraguada en este país por plumas distintas a la de Paz y José Agustín, por mencionar algunos, cuya producción literaria ha dado pauta para la escritura de nuevos narradores que aún no atrapan por completo la atención de los críticos e investigadores, aunque su obra esté dando muestras e abrevar, también, de nuevos caudales. Me interesan, pues, la crítica y la investigación literarias.
Por el mismo rumbo se encamina mi interés por la docencia. Hasta hoy, en las aulas universitarias –“frente a grupo”– no han extrañado esencialmente mi formación en el área de literatura: espero que alguna vez suceda. Sé que en la Maestría encontraré no sólo herramientas útiles para el análisis e interpretación de textos, sino la disciplina indispensable para la investigación literaria. Sé también que el compromiso es enorme, sin duda, y me emociona. Me emociona pensar en lo que viene, más allá de los desvelos y de que, como bien me lo decían, en la época de mayor desdén hacia las Humanidades, la de Letras no es una profesión para hacerse millonario, ni en adeptos. Sigo pensando, sin embargo, como años atrás, que la literatura da para vivir; es lo importante. En suma: quiero estudiar la Maestría en Literatura Mexicana.
Nombre del aspirante
(No. de página. Si exede a una)
Ejemplo 2
¿Por qué estudiar en Québec?
“El éxito no es resultado de la casualidad sino de un esfuerzo constante.”
Gracias a la visión de que mis padres tuvieron respecto de mi formación escolar es que me inicio desde hace 14 años en el aprendizaje formal del idioma francés, lengua fascinante cuyo conocimiento me posibilitó, poco a poco, albergar la ilusión de poder acceder, en un mediano plazo, hacia nuevas experiencias académicas fuera de mi país de origen. Entre los posibles lugares para desarrollar dichas experiencias aparecía Québec, pero no fue sino hasta mi ingreso a la Universidad Veracruzana cuando vislumbro un sólido proyecto para hacer realidad esa idea, a través de los programas de movilidad estudiantil que maneja la Escuela para Estudiantes Extranjeros. Enterarme de ello ha acrecentado mi esperanza por poner en práctica lo aprendido de la lengua francesa, pero relacionarlo, a la vez, de manera directa con mi formación universitaria, en el área de conocimiento de la Informática.
Pero... porqué Québec? Pues es muy simple: día con día me levanto con la inquebrantable convicción de esforzarme por superar lo hecho el día anterior fijándome metas cada vez más altas y, a mi parecer, Québec es un estupenda oportunidad de superación que me ayudará a aumentar las posibilidades de desarrollo en el ámbito profesional y abrirme paso en el difícil mundo del mercado laboral, dado el valor y peso curricular que representa el complementar mi formación en una universidad del extranjero.
Otro aspecto importante, inmediato al académico, tiene que ver con la riqueza y diversidad de la cultura canadiense: la aventura de conocer sus diversas costumbres y tradiciones, así como su historia e identidad, es de suma relevancia, lo cual contribuirá de manera significativa a adquirir una vasta formación y a ampliar mi visión de mundo: ver a mi país y a mi Universidad desde una perspectiva totalmente distinta, lo que sin lugar a dudas cambiará mi vida personal y académica de manera provechosa.
Estos tres aspectos, conocimiento del idioma, inserción en un programa académico continuo y compatible con mi formación en Informática y apertura cultural, son los que en conjunto forman mi gran sueño; sueño que considero puedo hacer realidad pues siempre he tomado los estudios con una actitud de responsabilidad, dedicación y constancia. Asimismo, considero que el hombre está hecho de sueños e ilusiones, y que a grandes hombres grandes sueños.
Nombre del aspirante
(No. de página. Si exede a una)
Ejemplo 3
Cerrar un círculo
De manera inevitable, uno no puede dejar de volver la vista y ver su trayectoria de vida. En ella van apareciendo, uno a uno, los logros obtenidos en los ámbitos personal, social, profesional. Un cúmulo de recuerdos y sensaciones transformados en familia, amigos y cientos de hojas que hablan sobre un quehacer cotidiano producto del ejercicio docente. Sin embargo, también surgen los vacíos, aquellos proyectos postergados que parecen olvidarse pero que de manera silenciosa van dejando en nosotros cierta insatisfacción. Sí, desde hace ya varios años he tenido el propósito de continuar realizando estudios de posgrado pero, irónicamente, otros proyectos académicos me lo han impedido.
Mi trayectoria docente la inicio desde que estudio el último semestre de la carrera de Letras Españolas, cuando me dan la oportunidad de impartir un curso de gramática en la Escuela para estudiantes extranjeros. Más tarde, al egresar, me desempeño como maestra por horas – año y medio–, y por circunstancias de la vida me dan un contrato de técnico académico en Radio Universidad Veracruzana. Allí permanezco casi tres años elaborando guiones para diversos programas. Luego paso a formar parte del equipo de correctores de la Editorial, en donde trabajo por dieciséis años. En este lapso imparto cursos de redacción en algunas escuelas particulares y en dependencias de gobierno, actividad que intento mantener, pues la docencia siempre ha representado para mí un grato ejercicio.
Combinando tareas de corrección, docencia y gestión escolar continúo mi formación profesional –especialidad, un curso en el extranjero y maestría– y al cabo de veinticuatro años logro ganar una contratación de tiempo completo en la Facultad de Ciencias Administrativas y Sociales (FCAS). No obstante, estos cambios de adscripción van haciendo que mi anhelo por estudiar un doctorado se vaya dejando para otro momento. Esto me sucede, específicamente, cuando paso de correctora en la Editorial a asistente de la Maestría en Literatura Mexicana en el Instituto de Investigaciones Lingüístico-Literarias UV (1999), pues a mi llegada a esta institución me encuentro con que el posgrado ha dejado de pertenecer al Padrón de excelencia del Conacyt. Ante esto, el
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