Agrocombustibles

AGROCOMBUSTIBLES… UNA AMENAZA LATENTE

Integrante del Equipo Agrocombustibles y Agroalimentario,

Colectivo de Soberanía en Recursos Naturales

La problemática asociada a la crisis alimentaria se ha venido agudizando en los últimos años, pues el número de personas sin acceso a alimentos aumenta año tras año. Durante el 2008, la cifra de víctimas del hambre se incrementó en 40 millones respecto al año anterior, alcanzando los 963 millones. Contrario a lo que muchos piensan, la solución a esta situación no radica en incrementar la producción de alimentos ya que ésta ha estado aumentando desde 1950. En 2007, el sector agrícola produjo 2300 millones de toneladas de granos a nivel mundial, superando la producción del año anterior en un 4%. No obstante, aunque la producción mundial de alimentos supera desde hace varios años las necesidades mundiales, la crisis continúa debido a la distribución desigual de éstos.

Esta irónica situación ocurre porque hay una concentración de tierras y por tanto de alimentos en manos de una minoría capitalista, que ha encontrado una nueva forma de seguir lucrándose a cambio del bienestar de los pueblos y el medio ambiente. Los agrocombustibles, mal llamados biocombustibles, dado que su energía proviene específicamente de la actividad agrícola y no de la vida en general, buscan reducir el consumo de combustibles fósiles y de esta manera la contaminación, mediante un proceso que involucra millones de hectáreas destinadas a monocultivos y grandes cantidades de petróleo y agua, aumentando por tanto los precios de los alimentos y por ende afectando la seguridad alimentaria mundial. Sin embargo, la producción de agrocombustibles, así como el cambio en el uso del suelo y el avance de la frontera agrícola asociados a su expansión, emiten más gases de efecto invernadero que la quema de combustibles fósiles.

La promoción de los agrocombustibles obedece a intereses de las industrias automotriz y petrolera, las empresas de materias primas agrícolas y de biotecnología, que producen semillas transgénicas, y de las instituciones financieras internacionales, las cuales ven en este negocio la posibilidad de expandirse y obtener mayores ganancias.

Este nuevo fenómeno conocido como agrocombustibles, consiste en obtener combustible a partir de cultivos agrícolas como la caña de azúcar, el maíz, la palma de aceite y la soya, entre otros, que son la base de una dieta alimentaria básica. Cabe señalar que estos combustibles agroindustriales no son la respuesta a la crisis energética, pues en su proceso de producción se consumen grandes cantidades de insumos, tanto material biológico como petróleo, de manera que se consume más energía de la que se recupera, agravando así la crisis energética, para la cual es indispensable reducir el consumo de energía y promover un uso racional y eficiente de la misma.

Uno de los principales argumentos para la promoción de los agrocombustibles es la reducción de la dependencia energética, más exactamente del petróleo, pues los países producirían su propio combustible. Sin embargo, no mencionan nada acerca de la pérdida de soberanía alimentaria de los pueblos, entendida como el derecho y la capacidad de los mismos de producir su propio alimento de manera sostenible, ni de la contaminación del agua, el aire y el suelo, la erosión de éste, el desplazamiento forzado de comunidades indígenas y campesinas, la dominación económica y la dependencia tanto tecnológica como energética asociada a la plantación de monocultivos y a la manipulación genética de semillas.

El panorama se complica cuando los promotores de la industria de agrocombustibles pretenden eliminar los métodos locales de producción agrícola por una producción masiva de ciertos cultivos, que responda a los intereses de grandes empresas transnacionales como Monsanto y Cargill, que alteran genéticamente las semillas e incrementan los precios de los insumos para la agricultura, a la vez que arrasan con cientos de hectáreas.

A pesar de que la agricultura orgánica consume menos energía que la convencional

...