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Antología Literaria

MiPB25 de Septiembre de 2012

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DESARROLLO

Manuel Acuña

Poeta mexicano nacido en Saltillo, Coahuila, en 1849. A los veinte años de edad inició su carrera poética con una elegía a la muerte de su compañero y amigo Eduardo Alzúa. En el mismo año, fundó en compañía de varios intelectuales la Sociedad Literaria Nezahualcóyotl, en el seno de la cual dio a conocer sus primeros versos. En 1871 fue reconocido por la crítica por su drama El Pasado, publicado en un folleto del periódico La Iberia intitulado Ensayos literarios de la Sociedad Nezahualcóyotl. Este folleto contenía además once de sus poemas y su famoso Nocturno a Rosario, inspirado en el gran amor de su vida, Rosario de la Peña, quien estuvo íntimamente ligada a sus últimos años y pesó tanto en su ánimo que mucho tuvo que ver con su trágica muerte. Su obra poética está compuesta por poemas amorosos y satíricos, contenidos en la publicación Donde las dan las toman y en una edición póstuma aparecida en el año 1874.Se quitó la vida en diciembre de 1873.

Nocturno a Rosario

¡Pues bien, yo necesito

decirte que te adoro,

decirte que te quiero

con todo el corazón;

que es mucho lo que sufro,

que es mucho lo que lloro,

que ya no puedo tanto,

y al grito que te imploro

te imploro y te hablo en nombre

de mi última ilusión.

Yo quiero que tú sepas

que ya hace muchos días

estoy enfermo y pálido

de tanto no dormir;

que ya se han muerto todas

las esperanzas mías;

que están mis noches negras,

tan negras y sombrías

que ya no sé ni dónde

se alzaba el porvenir.

De noche cuando pongo

mis sienes en la almohada,

y hacia otro mundo quiero

mi espíritu volver,

camino mucho, mucho

y al fin de la jornada

las formas de mi madre

se pierden en la nada,

y tú de nuevo vuelves

en mi alma a aparecer.

Comprendo que tus besos

jamás han de ser míos;

comprendo que en tus ojos

no me he de ver jamás;

y te amo, y en mis locos

y ardientes desvaríos

bendigo tus desdenes,

adoro tus desvíos,

y en vez de amarte menos

te quiero mucho más.

A veces pienso en darte

mi eterna despedida,

borrarte en mis recuerdos

y huir de esta pasión;

mas si es en vano todo

y mi alma no te olvida,

¡qué quieres tú que yo haga

pedazo de mi vida;

qué quieres tú que yo haga

con este corazón!

Y luego que ya estaba?

concluido el santuario,

la lámpara encendida

tu velo en el altar,

el sol de la mañana

detrás del campanario,

chispeando las antorchas,

humeando el incensario,

y abierta allá a lo lejos

la puerta del hogar...

¡Que hermoso hubiera sido

vivir bajo aquel techo.

Los dos unidos siempre

y amándonos los dos;

tú siempre enamorada,

yo siempre satisfecho,

los dos, un alma sola,

los dos, un solo pecho,

y en medio de nosotros

mi madre como un Dios!

¡Figúrate qué hermosas

las horas de la vida!

¡Qué dulce y bello el viaje

por una tierra así!

Y yo soñaba en eso,

mi santa prometida,

y al delirar en eso

con alma estremecida,

pensaba yo en ser bueno

por ti, no más por ti.

Bien sabe Dios que ése era

mi más hermoso sueño,

mi afán y mi esperanza,

mi dicha y mí placer;

¡bien sabe Dios que en nada

cifraba yo mi empeño,

sino en amarte mucho

en el hogar risueño

que me envolvió en sus besos

cuando me vio nacer!

Esa era mi esperanza...

mas ya que a sus fulgores

se opone el hondo abismo

que existe entre los dos,

¡adiós por la última vez,

amor de mis amores;

la luz de mis tinieblas,

la esencia de mis flores,

mi mira de poeta,

mi juventud, adiós!

Un sueño

A Ch....

¿Quieres oír un sueño?...

Pues anoche

vi la brisa fugaz de la espesura

que al rozar con el broche

de un lirio que se alzaba en la pradera

grabó sobre él un "beso",

perdiéndose después rauda y ligera

de la enramada entre el follaje espeso.

Este es mi sueño todo,

y si entenderlo quieres, niña bella,

une tus labios en los labios míos

y sabrás quién es "él" y quien es "ella".

Amor

¡Amar a una mujer, sentir su aliento,

y escuchar a su lado

lo dulce y armonioso de su acento;

tener su boca a nuestra boca unida

y su cuello en el nuestro reclinado,

es el placer mas grato de la vida,

el goce más profundo

que puede disfrutarse sobre el mundo!

Porque el amor al hombre es tan preciso,

como el agua a las flores,

como el querube ardiente al paraíso;

es el prisma de mágicos colores

que transforma y convierte

las espinas en rosas,

y que hace bella hasta la misma muerte

a pesar de sus formas espantosas.

Amando a una mujer, olvida el hombre

hasta su misma esencia,

sus deberes más santos y su nombre;

no cambia por el cielo su existencia;

y con su afán y su delirio, loco,

acaricia sonriendo su creencia,

y el mundo entero le parece poco...

Quitadle al cenzontle la armonía,

y al águila su vuelo,

y al iluminar espléndido del día

el azul pabellón del ancho cielo,

y el mundo seguirá... Mas la criatura,

del amor separada

morirá como muere marchitada

la rosa blanca y pura

que el huracán feroz deja tronchada;

como muere la nube y se deshace

en perlas cristalinas

cuando le hace falta un sol que la sostenga

en la etérea región de las ondinas.

¡Amor es Dios!, a su divino fíat

brotó la tierra con sus gayas flores

y sus selvas pobladas

de abejas y de pájaros cantores,

y con sus blancas y espumosas fuentes

y sus limpias cascadas

cayendo entre las rocas a torrentes;

brotó sin canto ni armonía...

Hasta que el beso puro de Adán y Eva,

resonando en el viento,

enseñó a las criaturas ese idioma,

ese acento magnífico y sublime

con que suspira el cisne cuando canta

y la tórtola dulce cuando gime,

¡Amor es Dios!, y la mujer la forma

en que encarna su espíritu fecundo;

él es el astro y ella su reflejo,

él es el paraíso y ella el mundo...

Y vivir es amar. A quien no ha sentido

latir el corazón dentro del pecho

del amor al impulso,

no comprende las quejas de la brisa

que vaga entre los lirios de la loma,

ni de la virgen casta la sonrisa

ni el suspiro fugaz de la paloma.

¡Existir es amar! Quien no comprende

esa emoción dulcísima y suave,

esa tierna fusión de dos criaturas

gimiendo en un gemido,

en un goce gozando

y latiendo en unísono latido...

Quien no comprende ese placer supremo,

purísimo y sonriente,

ese miente si dice que ha vivido;

si dice que ha gozado, miente.

Y el amor no es el goce de un instante

que en su lecho de seda

nos brinda la ramera palpitante;

no es el deleite impuro

que hallamos al brillar una moneda

del cieno y de la infamia entre lo oscuro;

no es la miel que provoca

y que deja, después que la apuramos,

amargura en el alma y en la boca...

Pureza y armonía,

ángeles bellos y hadas primorosas

en un Edén de luz y de poesía,

en un pensil de nardos y de rosas,

Todo es el amor.

Mundo en que nadie

llora o suspira sin hallar un eco;

fanal de bienandanza

que hace que siempre ante los ojos radie

la viva claridad de una esperanza.

El amor es la gloria,

la corona esplendente

con que sueña el genio de alma grande

que pulsa el arpa o el acero blande,

la virgen sonriente.

El Petrarca sin Laura,

...

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