Autobiografía de Manuel Antonio Villegas
Briggideth CoronadoApuntes23 de Julio de 2025
2.630 Palabras (11 Páginas)55 Visitas
Autobiografía de Manuel Antonio Villegas
Nombre: Manuel Antonio Villegas
CI: 4834432
Fecha de Nacimiento: 22 de enero de 1957
Edad: 68 años
Soy Manuel Antonio Villegas, conocido artísticamente como "El Arrendajo del Valle". Desde mis humildes comienzos en los Cajones de Valle Morín, en el Estado Aragua, hasta los escenarios más destacados de nuestro país, he dedicado mi vida a la música y la construcción, dos pasiones que me han permitido expresar mis sentimientos y contar historias.
Desde los 18 años, la música ha sido mi refugio y mi voz. He tenido el honor de interpretar el Joropo Tuyero, un género que resuena profundamente en mi corazón y en mi alma. A través de mis canciones, busco transmitir la esencia de nuestras tradiciones y la riqueza cultural de Venezuela.
He compartido escenario con grandes artistas y he participado en eventos significativos como la Feria Internacional del Libro y la Feria Internacional de Turismo. Mi compromiso con la música y la enseñanza me impulsa a seguir aprendiendo y compartiendo mis conocimientos con las nuevas generaciones.
Hoy, los invito a unirse a este viaje musical, donde cada nota y cada letra cuentan una historia. Estoy emocionado de compartir con ustedes mi pasión por la música y la cultura venezolana. ¡Gracias por estar aquí y disfrutar de esta experiencia juntos!
Infancia y Juventud
Desde muy pequeño, he enfrentado una intensa lucha interna por aprender y superarme. A pesar de no contar con una figura paterna que me impulsara en este camino, crecí junto a mi madre, María Villegas, y mi hermano en el campo, en un lugar que llevamos en el corazón: "Los Cajones de Valle Morín", en el estado Aragua.
Recuerdo vívidamente mi infancia desde los cinco años, cuando mi madre tomó la valiente decisión de mudarnos a Caracas, motivada por las difíciles circunstancias que enfrentábamos. La vida en el campo se volvía cada vez más complicada y las necesidades económicas se hacían apremiantes. Dejar atrás el entorno rural significó perder la tranquilidad de los campos y las costumbres familiares, pero también abrir la puerta a nuevas oportunidades.
A partir de los nueve años, asumí la responsabilidad de contribuir al hogar, donde vivíamos con una tía materna. Este cambio de entorno marcó el inicio de un proceso de aprendizaje significativo en mi vida, donde cada día traía consigo retos que fortalecían mi carácter y mis valores.
La experiencia de vivir en Caracas, aunque desafiante, me brindó la oportunidad de crecer y aprender en un contexto urbano. La ciudad era un lugar vibrante, lleno de vida, pero también de dificultades. Cada día se convirtió en una lección donde la adversidad se transformaba en motivación para seguir adelante y buscar un futuro mejor.
Desde muy joven, trabajé para ayudar en casa, realizando diversas actividades como limpiar zapatos, vender periódicos y ofrecer chicles en las calles. Estas experiencias me enseñaron el valor del esfuerzo y la perseverancia, y me hicieron consciente de la importancia de la educación y la superación personal.
A medida que pasaban los años, mi vida en Caracas se convirtió en un mosaico de recuerdos, donde cada trabajo y cada encuentro con personas de diferentes contextos me enriquecía. Aprendí a valorar las pequeñas cosas, como un día soleado o una sonrisa de agradecimiento de un cliente.
La ciudad, con su caos y su belleza, se convirtió en mi aula, y cada esquina era una oportunidad para aprender algo nuevo. La diversidad cultural me abrió los ojos a realidades distintas, y me hizo entender que, a pesar de las dificultades, siempre había un camino hacia adelante.
Con el tiempo, la responsabilidad que asumí desde temprana edad comenzó a moldear mis sueños y aspiraciones. La lucha diaria me enseñó a ser resiliente y a no rendirme ante las adversidades. A pesar de las limitaciones económicas, nunca perdí la esperanza de un futuro mejor.
Mis experiencias en Caracas me impulsaron a seguir estudiando y a buscar oportunidades que me permitieran salir adelante. Así, cada paso que di en esta ciudad se convirtió en un peldaño hacia mis metas, y la historia de mi infancia se transformó en una fuente de inspiración que me acompaña hasta hoy.
El Legado Musical de Nuestra Familia: Un Viaje a Través de Generaciones
Mis padres han sido pilares fundamentales en la cultura de nuestra música. Mi padre, Antonio Castellano, fue un destacado cantante y guitarrista, reconocido por su habilidad en la guitarra tuyera. Además, sus hermanos, mis tíos, también contribuyeron a esta tradición; algunos tocaban la guitarra, otros cantaban y algunos más se dedicaban a bailar.
Por otro lado, mi madre, María Villegas, es hija de Petra Villegas, una talentosa cantadora y bailadora. Su hermana, María Jesús Villegas, es la madre de Pancho Print, un reconocido artista en nuestra música. Desde pequeña, mi madre ha estado inmersa en este mundo, y actualmente somos nueve hermanos, siendo yo el mayor.
Entre mis hermanos, dos son apasionados del joropo y todos mis hermanos, tanto varones como hembras, me apoyan en mis presentaciones. Siempre que canto, ellos están a mi lado, animando y celebrando nuestra música. He tenido la oportunidad de difundir nuestro arte a través de diversas emisoras como Radio Rumbo, Radio Fe y Alegría, y Y.V.K.E. Mundial. Mis hijos también son un gran apoyo en esta labor. Junto a su madre, Ingrid Marcela Ortuño Morales, quien es bailadora y promotora cultural por la gobernación del estado, han mantenido viva nuestra tradición musical.
Mi hijo Antonio Villegas se destaca como un excelente bailador y zapateador, habiendo recibido varios reconocimientos en su trayectoria. También tengo otro hijo, Diosnala Alexander Villegas, quien es un talentoso bailador, zapateador y cantante de nuestra música. En cuanto a mis tres hijas, Yosmary Villegas ha representado nuestra música en diferentes estados y es una bailadora excepcional. Asimismo, Meli y Yosney Villegas han demostrado su talento en el baile y también han representado nuestra cultura en diversas ocasiones.
La pasión por la música y el baile se ha transmitido a la siguiente generación. Tengo varios nietos, entre ellos uno, hijo de Josel Antonio Villegas, que también es un excelente bailador y zapateador. Otro de mis nietos, hijo de Meli, está comenzando su camino en el canto y el baile. Los más pequeños, con solo cinco y tres años, ya están incorporándose a nuestras tradiciones musicales. Así, se forma toda una dinastía de cultores de la música tuyera, comprometidos con mantener viva nuestra herencia cultural.
Desarrollo Artístico
Desde muy joven, la música ha sido una parte integral de mi vida. A la edad de 12 años, ser integrante de una familia que tenían amor por el baile de joropo pesó mucho para mi desarrollo artístico, pero un encuentro fortuito con un vecino que cantaba Joropo Tuyero encendió en mí una chispa de curiosidad y admiración. El sonido del arpa, interpretado por otro vecino, me cautivó de inmediato. La combinación de la voz del cantante y el ritmo vibrante de las maracas me transportó a un mundo lleno de emociones y tradiciones que ya tenía a nivel familiar.
Fue en ese momento cuando comprendí que la música no solo era un arte, sino un lenguaje que podía expresar sentimientos profundos y conectar a las personas. Este descubrimiento me llevó a explorar más sobre el Joropo y otros géneros musicales que resonaban en mi entorno.
Con el poco dinero que ganaba trabajando a esa edad, comencé a invertir en discos de varios artistas que admiraba. Entre ellos, Silvino Armas, Mario Díaz y Esteban Ramos, conocido como “El Periqué de Miranda”, se convirtieron en mis referentes musicales. Escuchaba sus melodías una y otra vez, absorbiendo cada nota y cada verso.
La pasión por la música se transformó en un compromiso personal; pasaba horas ensayando y tratando de imitar el estilo único de cada uno de estos cantantes. A través de la práctica constante, los versos, las octavas y las décimas se convirtieron en parte de mi propio repertorio, dándome la confianza para cantar y compartir mi amor por la música con los demás.
Con el tiempo, mi dedicación a la música no solo se limitó a escuchar y aprender, sino que también me llevó a participar en eventos locales y reuniones comunitarias donde se celebraba el Joropo. Estas experiencias me permitieron conectar con otros amantes de la música, intercambiar conocimientos y fortalecer mis habilidades.
...