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Benito Pérez Galdós


Enviado por   •  20 de Mayo de 2013  •  3.875 Palabras (16 Páginas)  •  246 Visitas

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Benito María de los Dolores Pérez Galdós1 (Las Palmas de Gran Canaria, 10 de mayo de 1843 - Madrid, España, 4 de enero de1920), conocido como Benito Pérez Galdós, fue un novelista, dramaturgo y cronista español. Se trata del mayor representante de la novela realista del siglo XIX en España, y uno de los más importantes escritores en lengua española.

Infancia y juventud

Galdós era el décimo hijo de un coronel del ejército, Sebastián Pérez, y de Dolores Galdós, una dama de fuerte carácter e hija de un antiguo secretario de la Inquisición. El padre inculcó en el hijo el gusto por las narraciones históricas contándole asiduamente historias de la Guerra de la Independencia, en la que había participado. Su imaginación fue desbordante desde muy joven. En 1852 ingresó en el Colegio de San Agustín, en el barrio de Vegueta de Las Palmas de Gran Canaria (isla de Gran Canaria), que aplicaba una pedagogía activa y avanzada para la época, durante los años en que empezaban a divulgarse por España las polémicas teorías darwinistas, de lo cual hay ecos en obras comoDoña Perfecta.

Obtuvo Galdós el título de bachiller en Artes en 1867, en el Instituto de La Laguna, y empezó a colaborar en la prensa local con poesías satíricas, ensayos y algunos cuentos. También se había destacado por su interés por el dibujo y la pintura. Después de la llegada de una prima suya a casa, el joven Galdós se trastornó emocionalmente y sus padres decidieron que se fuera a la capital a estudiar la carrera de Derecho.

Llegó a Madrid en septiembre de 1862,2 se matriculó en la universidad y tuvo por profesores a Fernando de Castro, Francisco de Paula Canalejas, Adolfo Camús y Valeriano Fernández y Francisco Chacón Oviedo. Allí también conoció al fundador de la Institución Libre de Enseñanza, Francisco Giner de los Ríos, que le alentó a escribir y le hizo sentir curiosidad por una filosofía, el krausismo, que marcaría fuertemente su primera novelística. Sin embargo, de momento se limitó a frecuentar los teatros y a crear con otros escritores paisanos suyos (Nicolás Estévanez, José Plácido Sansón, etcétera) la «Tertulia Canaria» en Madrid, mientras acudía a leer al Ateneo a los principales narradores europeos en inglés y francés. Allí, durante una conferencia de Leopoldo Alas «Clarín», traba amistad con el famoso crítico y novelista asturiano.

En 1879 asistió a los hechos de la Noche de San Daniel, que le impresionaron vivamente:

Presencié, confundido con la turba estudiantil, el escandaloso motín de la noche de San Daniel —10 de abril del 65—, y en la Puerta del Sol me alcanzaron algunos linternazos de la Guardia Veterana, y en el año siguiente, el 22 de junio, memorable por la sublevación de los sargentos en el cuartel de San Gil, desde la casa de huéspedes, calle del Olivo, en que yo moraba con otros amigos, pude apreciar los tremendos lances de aquella luctuosa jornada. Los cañonazos atronaban el aire... Madrid era un inferno.

B. Pérez Galdós, Memorias de un desmemoriado, cap. II.

Era un asiduo de los teatros y le impresionó especialmente la obra Venganza catalana, de Antonio García Gutiérrez. Ese mismo año empezó a escribir como redactor meritorio en los periódicos La Nación y El Debate, así como en la Revista del Movimiento Intelectual de Europa. Al año siguiente y en calidad de periodista, asiste al pronunciamiento de los sargentos del Cuartel de San Gil. Llevaba una vida cómoda, albergado primero por dos de sus hermanas y luego en casa de su sobrino, José Hurtado de Mendoza. Según nos lo pinta Ramón Pérez de Ayala y las fotografías confirman, era un descuidado en el vestir y se conformaba siempre con ir de tonos sombríos para pasar desapercibido. En invierno llevaba enrollada al cuello una bufanda de lana blanca, con un cabo colgando del pecho y otro a la espalda, un puro a medio fumar en la mano y, cuando estaba sentado, a los pies su perro alsaciano. Se cortaba el pelo al rape y padecía horribles migrañas.

Era proverbial su timidez, que le hacía ser más que parco en palabras y su aspecto manifestaba una modestia inverosímil, hasta el punto de sufrir al hablar en público. Entre sus dotes estaba el poseer una memoria visual portentosa y una retentiva increíble que le permitía recordar capítulos enteros del Quijote y detalles minúsculos de paisajes vistos solamente una vez veinticinco años antes. De ello nacía también su gran facilidad para el dibujo. Todas estas cualidades desarrollaron en él una de las facultades más importantes en un novelista, el poder de observación.

En 1867 hizo su primer viaje al extranjero, como corresponsal en París, para dar cuenta de la Exposición Universal. Volvió con las obras de Balzac y de Dickens y tradujo de éste, a partir de una traducción francesa, su obra más cervantina, Los papeles póstumos del Club Pickwick.3 Toda esta actividad supone su inasistencia a las clases de Derecho y le borran definitivamente de la matrícula en 1868. En ese mismo año se produce la llamada revolución de 1868, en que cae la reina Isabel II. Cuando regresaba de su segundo viaje a París, y cuando volvía de Francia a Canarias en barco, vía Barcelona, y en la escala que el navío hizo en Alicante, se baja del vapor en la capital alicantina y marcha a Madrid a tiempo de ver la entrada del general Serrano y la de Prim. El año siguiente se encarga de hacer crónicas periodísticas sobre la elaboración de la nueva Constitución.

Las primeras obras

En 1871 publicó su primera novela, La Fontana de Oro, escrita entre 1867 y 1868, en parte durante uno de sus viajes a Francia, gracias al dinero de su tía. En realidad, en esa época la publicación de un libro se hacía gracias a la ayuda de los periódicos y de las revistas o corría a cuenta del autor. Esta obra, con los defectos de toda obra primeriza, bosqueja la situación ideológica de España durante el Trienio Constitucional (1820–1823).

La Sombra fue publicada en noviembre de 1870, por entregas, en La Revista de España, publicación dirigida por su amigo José Luis Albareda y que más tarde dirigirá el propio Galdos durante veintidós meses (febrero de 1872 a noviembre de 1873), probablemente por ser nombrado Albareda gobernador civil de Madrid en 1871.4

A pesar de que fue editada posteriormente a la La fontana de oro, los críticos ponen de relieve la posibilidad de que fuera redactada uno o dos años antes.

Los Episodios nacionales

En 1873 comenzó a publicar los Episodios nacionales (el título se lo sugirió su amigo José Luis Albareda),4 un intento de entender la memoria histórica reciente de los españoles, y donde

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