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Condesa Bathory

ilsenhidalgo5 de Mayo de 2014

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abriela Erzsébet (Isabel) Báthory-Nadasdy de Ecsed, "La Condesa Sangrienta" (1560-1614)

Erzsébet o Alzbeta (Isabel) Báthory nace en una de las familias más antiguas y adineradas de Transilvania.

Fue hija de György Bathory de Ecsed y Anna Bathory, que era a su vez hermana de Istvan Bathory (1533-1586),

príncipe de Transilvania y rey de Polonia entre 1575 y 1586. El apellido también se conoce como Batory o Batori.

Entre sus familiares se encuentran personajes poderosos (un cardenal, varios príncipes y un primo que fue Primer

Ministro de Hungría, mediante su matrimonio con la princesa María Cristina de Habsburgo). No obstante, entre su parentela

se encontraban también algunos personajes singulares, como un tío que adoraba a Satán, una tía bisexual -Karla- que ponía

extremo interés en disciplinar a su servidumbre y un hermano mayor cruel y borracho. Por no mencionar a su antepasado

Vlad III Draculae, El Empalador.

Pasó su infancia en el castillo de los Ecsed (actualmente conocido como castillo de Chakhtice).

Se dice que a los 4 ó 5 años de edad la pequeña Isabel sufrió de violentos ataques; puede que padeciera epilepsia

o alguna otra enfermedad neurológica. Pero remitieron cuando aún era pequeña, por lo que no está claro que tuviesen nada

que ver con su comportamiento posterior. En general fue una niña buena, dulce y aplicada que se preparaba para ocupar su

puesto entre la nobleza de Transilvania. No se le recuerda por manifestar un especial interés en las habituales ejecuciones

de delincuentes y traidores que tenían lugar frente al castillo, excepto aquella vez que, cuando ella tenía nueve años

ajusticiaron a un gitano acusado de vender a su hija a los turcos mediante el procedimiento de encerrarle en las tripas

de un caballo muerto. Tanto el populacho como la nobleza congregada para el espectáculo lo celebraron con grandes risotadas,

y la propia Isabel se levantó muy temprano para no perdérselo porque le hacía mucha ilusión. Como era corriente en la época,

a los once años fue prometida al Conde Ferencz Nadasdy de Nadasd de Fogarasfold, que sólo le doblaba la edad. Un año después,

la enviaron a vivir en el castillo de los Nadasdy, para que fuera conociendo a su nueva familia. Nunca hizo buenas amigas con

su dominante suegra,

Úrsula, matriarca del clan; al parecer, la joven Báthory hacía valer el rango superior de su apellido

con una frecuencia que la enojaba.

A los trece años se quedó embarazada de uno de sus sirvientes. Lo normal: el muchachito fue castrado y arrojado a los perros,

e Isabel enviada a otro remoto castillo familiar para que pariera. Naturalmente, se hizo desaparecer al bastardo bebé.

Escudo de Armas de la Casa Báthory.

A diferencia de la mayoría de mujeres (y hombres...) de su tiempo, Isabel había recibido una buena educación y su

inteligencia

sobrepasaba a la de la mayoría de los hombres de entonces. Era excepcional, "hablaba perfectamente el húngaro,

el latín y el alemán, mientras que la mayoría de los nobles húngaros no sabían ni deletrear ni escribir [...]

hasta el Príncipe

de Transilvania era prácticamente analfabeto". Algunos de sus contemporáneos y ciertos investigadores modernos han

concluido que

debía estar loca, pero si descontamos los asesinatos, cada detalle de su vida nos muestra a una persona muy inteligente,

totalmente

al control de sus facultades mentales.

A los 15 años, en 1575, casó con Ferencz, que entonces contaba 26 años de edad. La ceremonia tuvo lugar con gran lujo

en el castillo

de Varanno; incluso se invitó al Emperador Maximiliano II, pero no pudo acudir. Fue Ferenc quien adoptó el apellido de

soltera de su esposa, mucho más ilustre que el suyo. Se fueron a vivir al castillo de Cséjthe, en compañía de su suegra

Úrsula y otros miembros de la casa. La verdad es que el joven Conde no se pasaba mucho por allí: la mayor parte del tiempo

estaba combatiendo en alguna de las muchas guerras de la zona, lo que le mereció el apodo de "Caballero Negro de Hungría"

Durante esos periodos de soledad un sirviente del castillo, Thorko, introdujo a la joven Isabel en las artes ocultistas.

Se dice que incluso llegó a ausentarse algún tiempo con un extranjero encapuchado. Cuando volvió, su marido

(que había regresado de una de sus batallas) la perdonó pronto.

Es a su vuelta que Isabel comienza a torturar a las muchachas que le sirven con cualquier excusa, ayudada por Thorko y

dos brujas de la zona llamadas Darvula (o Darvulia) y Dorottya Szentes, mujer de gran tamaño y poderío físico.

Como disciplina corriente, las hacía colgar de los tobillos y les propinaba palizas con un pesado bastón,

les colocaba púas en los labios de la boca y de la vulva, las quemaba con antorchas o les hacía salir desnudas a la nieve

empapadas de agua, en invierno; o cubiertas de miel, en verano, para que les atacasen los grandes insectos de la zona.

Cuando se trataba de disciplinar a un varón, en cambio, delegaba la labor en el leal Thorko, quien solía solventar la

cuestión sacando la piel del desdichado a tiras con un látigo de puntas de hueso. Quien durante el castigo manifestara

algo distinto de la más absoluta sumisión y aceptación del mismo, fuera hombre o mujer, podía irse preparando para

discutirlo con unos inquietantes alicates de plata que la condesa había encargado a un orfebre local,

manejados personalmente por ella. Debe observarse que torturar a los siervos por sus errores era una práctica habitual

en la época, algo que se daba por supuesto: no hay nada de extraño o inusual en estos castigos. Pero Isabel comenzó a

poner mucho celo en la educación de las muchachas más jóvenes, y sus colaboradores también.

A una chica que hablaba mucho, hizo que le cosieran la boca. Otra que hizo un comentario comparativo entre sus

pechos y los de Isabel, creyendo que ésta no se enteraría, se vio colgada por los mismos durante una semana;

tras descolgarla, hubo que amputárselos. Una camarera que tenía fama de excesivamente coqueta y disoluta fue

obligada a sentarse en una parrilla al rojo vivo, de donde no la levantaron hasta dos horas después. A su suegra

Úrsula esto no le parecía ni bien ni mal, más sólo por hacerle la puñeta a Isabel, protegía a algunas de las chicas

por el procedimiento de castigarlas ella, con extremo rigor -no era raro pasar la noche en el cepo con cincuenta

bastonazos en el cuerpo- pero sin el sadismo que iba caracterizando a la condesa.

Ferencz e Isabel apenas se veían poco debido a las actividades guerreras del primero, así que no fue hasta 1585,

diez años después de su matrimonio, que la condesa tuvo a su primera hija, Ana, y en los nueve años siguientes dio

también a luz a Úrsula -nobleza obliga- y Katherina. Finalmente, en 1598, alumbró a su único hijo, Pablo. En base a

las cartas que escribía a sus familiares, podemos deducir que Isabel era una buena esposa y una madre protectora.

Algo que no resulta sorprendente dado que los nobles trataban a su familia cercana de una manera muy distinta a como

trataban a las clases inferiores: los siervos y campesinos.

En la gélida mañana del 4 de enero de 1604, el Caballero Negro de Hungría murió de súbita enfermedad durante una de

sus batallas y dejó viuda a Isabel, que contaba 44 años. Es aquí cuando comienzan las verdaderas atrocidades.

Para empezar, despidió a su muy odiada suegra del castillo, junto con el resto de la parentela Nadasdy;

las muchachas a las que ésta protegía en esos momentos fueron llevadas a los sótanos y allí recibieron por

fin los castigos que, en opinión de Isabel, se merecían. Dicen que los alaridos se escucharon durante una semana.

Se cree que a estas alturas la Condesa ya se había sumado a algunas formas de hechicería, acudiendo a rituales donde

se sacrificaban caballos y otros animales. La edad no perdona, y a principios del siglo XVII menos:

una mujer de 44 años se acercaba peligrosamente a la ancianidad (eso de llegar a los 80 es patrimonio

casi exclusivo de nuestros tiempos). Parece que la vejez aterrorizaba y obsesionaba a Isabel.

La primavera se derramaba por los ventanales cuando una de sus sirvientas adolescentes le

dio un involuntario estirón de pelos mientras la estaba peinando. Al principio tuvo mucha suerte: la condesa

se limitó a reaccionar reventándole la nariz de un fuerte bofetón. Pero entonces la sangre salpicó la piel de

Isabel... y a ésta le pareció que allá donde había caido, desaparecían las arrugas y recuperaba la lozanía juvenil.

Tras consultar a sus brujas y alquimistas, y con la ayuda del mayordomo Thorko y la corpulenta Dorottya, desnudaron

a la muchacha, le hicieron un profundo corte en el cuello y llenaron un barreño con su sangre. No está confirmado que

Isabel se bañara en sangre, pero si que al menos se embadurnó todo el cuerpo, y probablemente la bebió, para recuperar

la juventud.

Entre 1604 y 1610, los agentes de Isabel se dedicaron a proveerla de jóvenes para sus rituales sangrientos.

En un intento de mantener las apariencias,

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