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La Condesa Sangrienta como Reelaboración del cuento de hadas

Silvi Lore EMonografía16 de Abril de 2017

5.105 Palabras (21 Páginas)341 Visitas

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Sobre la Autora.

Flora Alejandra Pizarnik nace el 29 de Abril de 1936 y muere el 25 de septiembre de 1972. Nace en el seno de una familia de inmigrantes rusos judíos que pierden su apellido Pozharnik, al llegar a Argentina. César Aire atribuye esto a uno de los muy corrientes errores de registro de los funcionarios de inmigración. Elías, el padre, no hablaba una palabra de castellano al igual que su esposa, Rejzla Bromiker, que será registrado con el nombre de Rosa. Myriam es el nombre de la hermana de Flora.

La familia se instala en una casa de Avellaneda. Allí recibían novedades por ambos miembros, del holocausto. Aira dirá al respecto: lo que para la niña debió de significar un contacto temprano con los efectos de la muerte.

Alejandra cursó materias en la carrera de Filosofía de la UBA, sin llegar a recibirse ni tener intenciones de ello. Tuvo dos obras publicadas poco conocidas que ella misma se encarga de destruir por considerarlas malas. En el primero se atribuye la autoría a Flora Pizarnik.

Reside en París entre 1960 y 1964. Allí trabajó para una revista, realizó traducciones y críticas literarias y prosiguió su formación en la prestigiosa universidad de La Sorbona. Conoce y nace la amistad con escritores como Ivonne Bordelois, Olga Orozco, Julio Cortázar y Octavio Paz. Formó parte asimismo del comité de colaboradores extranjeros de Les Lettres Nouvelles y de otras revistas europeas y latinoamericanas. Su escritura diarista aquí se vuelve más rica, más personal. De la que se nutre su intensa poesía y viceversa. Porque en su escritura se mezcla lo lúdico, lo real con lo onírico.  

En 1967 muere su padre. Luego de este hecho y su frustrado viaje a París, sus últimos años de vida, y así su escritura, se vieron marcadas por fuertes tendencias depresivas que la llevan a dos intentos de suicidios.

Flora Alejandra termina con su vida a los 36 años, en 1972.

Sobre el trabajo.

La idea central de la monografía es mostrar cómo el texto La Condesa Sangrienta de Alejandra Pizarnik presenta como matriz dos cuentos de hadas tradicionales, se escogieron: La Reina de las Nieves, de Hans Christian Andersen y Blancanieves, de Jacob y Wilhem Grimm. Realizando, así, una reelaboración del género en la cual además expone y saca a la luz los lados más oscuros de estos textos, poco inocentes, en cuanto a problemáticas de género.

Siendo un texto híbrido que entrelaza, además, a su hipotexto: la Condesa Sangrienta de Valentine Penrose. Obra escrita, también, por otra mujer. Aquí se tocarán algunas diferencias, entre ambos, que sirvan al análisis del tema central y que apoyan la teoría que no es una mera traducción, copia y/o plagio de éste.

El análisis se verá también entrecruzado con la propia escritura diarista de la autora y escritos literarios poéticos, como enriquecimiento y conclusión que este texto analizado, el último de sus escritos, remite a su lado más íntimo. Abriendo la posibilidad de leerse  también como un autorretrato de la escritora en su proceso de creación. Cómo el texto deja ver su yo más inconsciente, remitiendo a la infancia. Aquello que recuerda (o asocia) la mayoría, al releer, o tener en sus manos, un cuento de hadas.  

Los ítems:

  • El espejo encantado. El Doble. El autorretrato.
  • El castillo. El reino subterráneo. La habitación.
  • Lo cromático. Simbologías. Conexiones.
  • La muerte viva. Príncipes y Princesas.
  • La magia. Lo maravilloso. Lo siniestro. Lo real.
  • Final conciliador. Final ejemplificador. Final esperado (¿?).

La Condesa Sangrienta.

Reelaboración del Cuento de Hadas.

El espejo encantando. La reina. El Doble. El autorretrato.

El relato de La Reina de las Nieves se inicia con el espejo mágico. Un objeto que tiene el atributo de hacer ver feo o carente de reflejo aquello que era hermoso y por el contrario, todo lo que era horrendo cobraba fuerza y se veía lindo. Un espejo capaz de distorsionar la realidad, los sentidos, ver y sentir. En este caso, a un niño que le cae un pedacito de este espejo en el ojo y el corazón.

Este niño es llevado por la Reina de las Nieves. Una mujer a la que se describe de belleza cautivadora, hermosa, vestida con un maravilloso manto blanco. Un rostro que irradiaba inteligencia. Cuando permanecía en su palacio se sentaba en el centro de un lago congelado; pretendía reinar sobre el espejo de la razón, el mejor, el único de este mundo, nos relata el cuento.    

En Blancanieves el espejo tiene un lugar central, es en torno a cual gira la historia. Al igual que la Condesa, aquí tenemos una reina que también pasa su tiempo contemplándose. Con un espejo situado en lo más próximo de su privacidad. No alejado como el resto de su magia. La reina nos dice: ¡Espejito, espejito de mi habitación! ¿Quién es la más hermosa de la región?. Y en la respuesta estaba satisfecha porque pues sabía que el espejo no mentía nunca. Siempre decía la verdad. Una verdad que debía mostrar la belleza absoluta y continua, no el paso del tiempo. Preocupación que también se ve presente en La Condesa Sangrienta, en el capítulo Magia Negra) donde su belleza y juventud es llamado “divino tesoro”. Buscaba, nos detalla el relato, inmovilizar su belleza para que fuera eternamente “como un sueño de piedra”.

Entonces hablar de reflejo, una vez más, no es hablar de lo igual o real. Sino de lo ambivalente.

En este último relato mencionado, tenemos la presencia de este objeto famoso en el capítulo: El Espejo de la Melancolía. Donde la Condesa pasaba largas horas contemplando(se)… Ella diseña su espejo, hecho además a su comodidad... Podemos conjeturar que habiendo creído diseñar un espejo, Erzébet trazó los planos de su morada. Aquí vemos un mundo dentro de otro mundo,  un lugar doblemente defendido. Un espejo, elemento propiamente femenino. Donde radica además lo siniestro transformado en refugio, su hogar.  

Y el relato continúa… Porque nadie tiene más sed de tierra, de sangre y de sexualidad feroz que estas criaturas que habitan los fríos espejos.

Espejos que reflejan lo que no es, lo que pudiera ser. Confuso. Acaso ¿será por ello que el texto hace presente, justamente, en este capítulo, la duda sobre la sexualidad de la condesa?. Donde la condesa de Penrose hace evidente y justifica la homosexualidad del personaje, Alejandra deja la duda. Y a propósito de espejos (dice la narradora) nunca pudieron aclararse los rumores acerca de la homosexualidad de la condesa, ignorándose si se trataba de una tendencia inconsciente o si, por el contrario, la aceptó con naturalidad, como un derecho más que le correspondía. Acaso pudiera leerse esto como… siendo mujer ¿no tengo acaso derecho a verme (como en el reflejo de un espejo) como yo quiera y no como me quieren ver los demás?. Dejando los espacios vacíos para la duda porque la sexualidad al desviarse de la norma, de lo esperable… no debe decirse?.

Abrimos con este ítem además el trabajo intentando continuar con la idea de Sylvia Molloy cuando dice… Como el tímido que no se atrevió a escribir cuentos propios, también Pizarnik, al contar un relato ajeno, se está contando a sí misma. Nada mejor que la idea del espejo y el doble. Dónde está el sujeto y dónde el reflejo. ¿Cuál es el mundo exterior y el que se está reflejando?. Así se ve reflejado también esta idea en uno de sus poemas:

El poema que no digo / el que no  merezco. / Miedo de ser dos / camino del espejo: / alguien en mí dormido / me come y me bebe. (Poema 14 de Árbol de Diana)

El vampirismo textual de La Condesa Sangrienta que deja ver el doble reflejo de la autora... Miedo de ser dos nos dice: Flora (la que escribe los diarios, con sus miedos constantes) y Alejandra (la autora del texto, con su poesías y sus lecturas). En el texto se presenta además la virgen autómata que se nos confunde con una condesa llena de pasividad y contemplación. El texto nos describe a las dos, confundiéndonos por momentos, a una con la otra. ¿Acaso así se sentía Alejandra?

(…) Voy por estos días sonámbula y transparente. La

hermosa autómata se canta, se encanta, se cuenta casos y cosas (…)  

(Ella es su espejo incendiado, su esfera en hogueras frías,

su elemento místico, su fornicación de nombres creciendo

solos en la noche pálida).  (Poema 17 de Árbol de Diana)

Insiste en tu abrazo, / redobla tu furia, / crea un espacio de injurias /

Entre yo y el espejo, / crea un canto de leprosa /

entre yo y la que me creo. (Poema Invocaciones)

El espejo, un elemento que nos remite al doble… ¿Pero a cuál de los reflejos?

Se puede leer La Condesa Sangrienta como una especie de autorretrato de la poeta, como autora. Donde ella desciende a las torturas (quizás su propio inconsciente) y vive rodeada de espejos. Cada muchacha muerta es un poema. Que ella sacrifica en las ceremonias de escribir. O la que mata o transforma pero que quedan muertas. La Condesa nos sirve para pensar la poesía. En ese sacrificio para que surja la obra de arte. Que se vuelve estática. Muerta. Porque el lenguaje cristaliza, lo vuelve estático. Hay algo que está constantemente matándose. Ella o sus espejos. Y terminan en el fracaso absoluto. El castillo cae. No se puede sostener. Porque la perfección de la escritura no se puede sostener.  

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