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Diciembre


Enviado por   •  23 de Diciembre de 2012  •  952 Palabras (4 Páginas)  •  438 Visitas

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Diciembre

Fin de año.

Los nueve días de la novena de la Purísima se asignaban a nueve calles, una por día. Eran nueve celebraciones. Nueve concursos de altares. Nueve concursos de arreglo de calles. Nueve concursos de carrozas. Lo interesante del caso es que no era un concurso, pero los mayordomos estaban más interesados en el acabado de sus altares y carrozas que en la devoción a La Virgen.

“Que este año estuvo mejor la enramada de la Calle del Hospital, pero estuvo mejor el arreglo de la Calle del Mundo Nuevo, pero fue mejor la pólvora de la Calle del Cine y la mejor carroza fue la de la Calle de Abajo”.

Pero allá brincaba otro u otra, “pues para mi fue mejor el arreglo de la calle tal y la carroza de…” era asunto de no acabar, pues como dijo alguien por ahí, para gustos se hicieron los colores.

De Solentiname llegaban botes cargados de ramas de madroños en flor para engalanar los altares.

¡Ah esas procesiones nocturnas! Los jóvenes solteros aprovechándolas para el piropo, la conquista, la mirada enamorada, el beso furtivo con el marco musical de los cantos marianos entonados por las muchachas del coro de aquel tiempo: la Lala y la Chilo Toruño, la Jilma Herrera y más adelante la Chica Paniagua acompañadas por la trompeta de maestro Guido, el trombón de Cañón (Domingo Martínez) y después el clarinete de Wilfredo Osorio con Carlos Cerda en el redoblante.

Días de estrenos. Antes, una muchacha no te iba a una procesión, una fiesta o a cualquier invitación si no iba estrenando. ¡Qué capaz que iba a llegar a la misa o la procesión del ocho con un vestido que no fuera estreno!

En la procesión del ocho de diciembre desfilaban las mujeres que querían testimoniar su virginidad formando dos filas marchando por delante de la imagen de la Purísima y luciendo, colgadas del cuello, cintas blanquicelestes con un dije o medalla de la virgen: la procesión de las Hijas de María.

Cierto año, el padre Jaime Chacón, regañon, rajatablas y hasta odioso dijo en la homilía posterior a la misa: “¡Idiay! El año pasado desfilaron como cincuenta hijas de María y ahora sólo iban lo más quince y yo no he casado a nadie. Sólo que se hayan casado con el padre tambo o el padre matón”.

Una vez, “sixaclac” (Agustín Molina), reminiscencias de su lejano Graytown le impulsaron a organizar un atabal con el que metió bulla por todo el pueblo. Andaban como diez tambores pero él, como era grandote es el que ejecutaba la guarumba, el tambor más grande, hecho de un tonel de madera, vacío.

Bom, bom, bom, bom, borombombon, borombombom, bormobombom, borombombom. ¡BOMBA!... y cualquiera improvisaba una copla, ya sea en homenaje a la virgen o para aludir a cualquiera, quien por lo general contestaba la chifleta originándose, a veces, buenos rifirrafas

El 16 de diciembre comenzaba la novena del Niño Dios. Desde antes los chavalos preparaban los cachos con carrizos de cohetes y cachos de vaca, bien pulidos, para levantarse desde las cuatro de la mañana y vagar por todo el pueblo en una bulliciosa diana invitando a todo el pueblo a la misa del novenario. Madrugaditas de silampas, de frío dicembrino.

El padre Jaime Chacón, aún con su carácter fuerte y hasta malcriado, se ponía a la cabeza de la tropa de muchachos, por todo el pueblo, con su cacho

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