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EL ALQUIMISTA ERRANTE


Enviado por   •  18 de Agosto de 2013  •  15.719 Palabras (63 Páginas)  •  1.239 Visitas

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EL ALQUIMISTA ERRANTE

PARACELSO

Horacio García

COLCIENCIAS – ALFAOMEGA

EL MUNDO DE PARACELSO

El dilema de un autor. Dialogo del autor con su demonio interior

- Demonio, tengo que escribir un libro sobre Paracelso, quien como sabes fue uno de los más interesantes personajes del renacimiento… ¿Cómo lo describiré? ¿Cómo un alquimista?

- No está mal. Se prestará a que presentes el trabajo de esos misteriosos personajes; podrás hablar de la piedra filosofal, del elíxir de la juventud…

- y de los antecedentes de la química moderna…

- Pero, ¿sabes?... tengo mis dudas, Horacio. ¿Paracelso no fue más importante para los médicos y la medicina que para la química y los químicos? ¿Te acuerdas de sus famosas y aparentemente mágicas curaciones en Basilea, y cómo atrajeron la admiración de Erasmo y sus contemporáneos?

- Uhmmm… ahora que lo dices, demonio, puede que tengas razón. Quizá me convenga centrar la atención en la medicina del renacimiento y las aportaciones revolucionarias de Paracelso… me parece que sí… empezaré por…

- ¡Espera!... ¿No fue mu e importante la crítica que hizo Paracelso a la astrología de la época? ¿No convendría centrar la narración sobre este tema todavía tan discutido en el presente? ¿Cuántas personas no acuden hoy a su horóscopo antes que a ninguna otra fuente de información para decidir con qué pie pisan el suelo al levantarse por la mañana?

- ¡Caramba, demonio, es cierto! Resultaría interesante exponer los puntos de vista de nuestro personaje; probablemente más de un creyente en la astrología tendría materia de reflexión sobre su conducta… Uhm… en ese caso podría empezar por…

- Sin embargo… ¡espera otra vez! Me estoy acordando de que Paracelso fue uno de los primeros en luchar por comunicarse en el idioma popular con las personas que acudían a sus clases, que criticó mucho a quienes insistían en usar el latín y el griego en sus cátedras. Y eso en pleno renacimiento, cuando todos los escritores y personas cultas trataban precisamente de recuperar el griego como lengua indispensable para tener acceso a la que, para ellos, era la alta cultura…

- ¡Cierto! ¡Eso también es importante! Especialmente ahora, cuando la gente común y corriente trata de entender al ciencia encuentra que ésta se distingue por usar un lenguaje especial, tan extraño para ella como lo era el griego para las personas de la época de Paracelso… Uhm… ¡Demonios! Perdona, no es contra ti.

-¿Y qué dices del Paracelso profeta? Como sabes, las profecías eran un género muy popular entonces y se editaban y eran leídas en gran cantidad por todo el público, culto o no culto, y todos los monarcas tenían un astrólogo profeta a su lado como consejero. Paracelso fue muy famoso por sus profecías…

- ¡Demonios!... Perdona otra vez, no es que me enoje contigo, pero en lugar de ayudarme me lo estás haciendo más difícil. ¿Cómo centraré el tema del libro? ¿Qué fue finalmente Paracelso? ¿Un alquimista? ¿Un médico? ¿Un luchador social? ¿Un astrólogo crítico? ¿Un profeta? ¿Cómo demonios lo caracterizo?

- No lo caracterices. Retrátalo como lo que fue: un extraordinario representante del renacimiento; un hombre interesantísimo cuyas inquietudes eran muchas y muy profundas; un pensador original, un rebelde, un descubridor, un explorador del conocimiento, un aventurero del pensamiento.

Lector, pongámonos de acuerdo

Sí, pongámonos de acuerdo sobre algunos asuntos fundamentales para sacarle provecho a la lectura de este libro.

Uno de los errores más comunes que cometemos al intentar escribir sobre la historia de la ciencia es el de aplicar criterios modernos para juzgar el pasado. Tenemos la manía de creer que, como la ciencia es algo extraordinario en la actualidad, algo de importancia única en la historia, por los efectos profundos y acelerados que causa en la sociedad, todas las etapas anteriores a ésta de hoy han constituido algo así como los peldaños de una escalera que irremediablemente tuvieron la función de elevarnos hacia el presente.

De esta manera, considerándonos el objetivo final de la historia, por no decir el ombligo del universo, quitamos valor a cada una de esas etapas anteriores y no nos damos cuenta de que lo tienen por sí mismas y no como antecedente del presente.

Por otra parte, al aplicar ideas modernas, como son las que tenemos de “ciencia” y “científico”, a los hombres y situaciones de otras épocas, deformamos su propia realidad y, finalmente, no la entendemos. Surge de esta manera una historia falsa, que falta a la verdad.

Muchos historiadores de la ciencia nos han transmitido imágenes falsas, acartonadas, de hombres de carne y hueso. Hombres que fueron, irremediablemente, de su época, limitados por la filosofía, técnica y conocimientos propios de la misma. Hombres producto, como cualquiera de nosotros, de su propia historia personal, hombres consecuencia de su momento histórico y de sus espacio vital.

Si queremos entenderlos realmente, tenemos que hacer un esfuerzo y despojarnos, hasta donde sea posible, de nuestra mentalidad moderna, trasladarnos en nuestra máquina del tiempo, la imaginación, a aquellas épocas, y usar los elementos de juicio, los conocimientos y los criterios de las mismas.

A eso te invito, amigo lector. No apliques a Paracelso ningún patrón de juicio moderno. No veas en él un precursor. Trata de verlo como lo vieron los hombres del siglo XVI sobre los que influyó con su pensamiento; trata de pensar y sentir como uno de ellos. Y, entonces, la lectura de este libro te resultará mucho más grata.

La época de Paracelso: el renacimiento europeo

y sus antecedentes

La llamada “revolución científica” de los siglos XVI y XVII no surgió brusca y espontáneamente en Europa. Se apoya y nutre en otra revolución, la “revolución cultural” del siglo XII cuyos principales protagonistas son los árabes y los traductores hispano – judío – árabes de Toledo. Sin su trabajo ni la mencionada revolución científica ni el renacimiento hubieran sido posibles.

Efectivamente, fueron los integrantes de la escuela de Toledo los que al traducir del árabe al latín, primero, y a las lenguas europeas,

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