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Edward Weston


Enviado por   •  26 de Noviembre de 2013  •  2.679 Palabras (11 Páginas)  •  308 Visitas

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Edward Weston

No falta mucho, relativamente, para el centenario de Weston, nació en 1886, el mismo año de la Constitución de Núñez y su supervivencia ha sido tan tesonera, y a veces tan engañosamente precaria, como la de ese venerable instrumento jurídico. Pero desde los años de su madurez Edward Weston empezó a ser considerado como uno de los personajes decisivos en la fotografía moderna, en especial en la fotografía norteamericana, y en aquellos tiempos los americanos consideraban que no había modernidad que valiera la pena distinta a la suya propia. El género o el arte nuevo tenía, es verdad precursores e inventores en otros países; pero ¿en dónde más podía captarse la potencialidad de la expresión sino en la tierra donde la Kodak era un artículo de primera necesidad, masiva y democráticamente difundido?

Es posible que Weston tenga intacta la reputación, aunque no la vigencia. En alguna ocasión refiere Weston que le obsequiaron un libro de fotos de Atget, y que las encontró decepcionantes, más que todo en virtud de sus supuestas o reales deficiencias técnicas, de descuidos o de inepcias incompatibles con el particular perfeccionismo de Weston. En uno de los ensayos que Susan Sontag publicó en 1978 sobre la cuestión, dice que el fotógrafo actual, el ideal fotógrafo joven y compenetrado con los rumbos nuevos de su oficio, tiende a preferir, si se le plantea vigorosamente la elección, a Atget sobre Weston. No sólo por su temática o su "visión" sino, además, precisamente por las deficiencias que Weston le achacaba: Susan Sontag propugna cautelosamente un primado de la espontaneidad sobre la deliberación y la minuciosidad del trabajo de Weston.

No era el propósito de Susan Sontag declarar anatema o caduca a la obra de Weston, sino tan sólo verificar una tendencia en el gusto: en el gusto de quien hace fotografías, en el gusto de quien las admira o, en cantidad cada vez mayor, las compra en galerías de arte o en galerías especializadas. Además, la discusión sobre los méritos respectivos de diversos fotógrafos o de diversas generaciones interesadas en la fotografía, no tiene nada de la feroz vehemencia que se halla en otras actividades. Como apenas hay barruntos de una estética de la fotografía, las nuevas e infor-muladas estéticas no se encarnizan en demasía con las antiguas. La querella, en todo caso, transcurre muy poco al nivel teórico: es la práctica la que determina los cambios de perspectiva y las oscilaciones en la estimación. En 1973, el libro que le consagró a Weston Ben Maddow contenía una bibliografía abundante y presumiblemente completa, por lo menos hasta ese momento: es notable la carencia de artículos (no hablemos de libros) con pretensiones teóricas. Casi invariablemente se trata de monografías descriptivas, de algunos estudios sobre técnica o de reminiscencias fragmentarias sobre la vida (y amores) del fotógrafo.

Más que sus admiradores o que sus discípulos, fue el propio Weston quien trató de formular, tanto en su diario como en algunos manifiestos, los alcances de su obra. Esos fragmentos no constituyen aportes mayormente destacados a una teoría sobre la especificidad o la importancia del género; se trata de una retórica marchita ya y quizás tampoco demasiado resonante en el momento de su formulación. Weston no era escritor; pese a lo cual considerables fragmentos de su diario son eminentemente legibles, sobre todo -como es obvio- aquellos que se relacionan con su trabajo. Pero la expresión de sus convicciones tiene apenas un valor documental lo cual no quiere decir que sea puramente anecdótico.

Hay, en efecto, una simple clave previa que explica las características de la obra de Weston y que no es otra que su inmodificable certeza de que era un artista y de que, además, sobresalía en el cultivo del arte por excelencia de su época, la fotografía. Sentía un desdén exagerado y ciertamente no siempre justificado, por el cine norteamericano, sobre el cual repetía las habituales acusaciones elitistas de ser una expresión trivial para contento y entontecimiento de las masas. Sólo de vez en cuando le merecían su aprobación películas evidentemente "artísticas": algunos filmes rusos, algunas muestras del expresionismo alemán y tampoco en forma alguna estuvo exento de la veneración, entonces universal, por Charles Chaplin. Pero Weston era, por derecho de nacimiento, artista y vivió como un norteamericano de su tiempo y de su formación cultural: "tomaba tan en serio su papel de artista que usaba una capa de terciopelo", dice la Enciclopedia Británica. Y tuvo la fortuna de emigrar a México en 1922 y de conocer a artistas vivos, practicantes, evangélicos: eran los comienzos del arte de la revolución mexicana y entabló amistad con Diego Rivera (posteriormente con Orozco) y con personajes de crónica cultural del momento, como el doctor Atl. "Atl es un impostor y Nahui Olin (quien entonces vivía con Atl) una ramera", anotaba uno de los hijos de Weston. De ella dejó Weston un retrato de elocuencia feroz.

Weston nació en Illinois pero, convocado por su hermana, se fue a vivir a California, a la pequeña ciudad que se llamaba Trópico y que después habría de llamarse Carmel. Tras permanencia en México volvió a California y allí murió en 1958, y se decía y se consideraba californiano.

Weston no fue a la universidad (empezó a tomar fotos cuando, como en una historia barata, su padre le regaló una cámara) y en Trópico-Carmel se estableció como fotógrafo profesional, a partir de 1906. Para un fotógrafo en Carmel la vida no era muy amable: los retratos de familia, los retratos de la futura novia, los trabajos realizados dentro de un proceso de aprendizaje, algunos de los cuales iban a las innumerables exposiciones de fotografía que se efectuaban por todo el país, y en las que a veces obtenía Weston una mención honorífica e incluso la sorpresa de un premio en efectivo. Como fotógrafo de pueblo, si así puede llamársele, cobraba 10 dólares por un retrato. Pero la clientela no era abundante y Weston sobrevivía gracias en parte a que su primera esposa, Flora Chandler, pertenecía a una familia acomodada, poco tiempo después, bastante más que acomodada: los Chandler son los propietarios de Los Angeles Times.

Pero si para el profesional las circunstancias eran difíciles, para el artista debían ser intolerables. De ahí que la doble circunstancia de su intensa, prolongada y escabrosa Liaison con Tina Modotti, fotógrafa también, exponente típico, casi hasta la caricatura, de la bohemia intelectual de los años veinte, y su residencia en México hayan tenido que ser decisivos para

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