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El Ecuador Y Su Frontera


Enviado por   •  4 de Enero de 2012  •  3.131 Palabras (13 Páginas)  •  429 Visitas

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ndudablemente cuando Mario Vargas Llosa abandonó a su maestro, el historiador peruano Raúl Porras Barrenechea, para dedicarse al periodismo y a la literatura, el mundo perdió a un magnífico historiador y ganó a un novelista de éxito.

En vísperas de Navidad y después de recibir el premio Nobel de Literatura, MVL, ha presentado al fín su última novela "El sueño del celta". Lo primero que llama la atención es la minuciosa documentación de la que hace gala, sin duda, vestigios de su primeriza vocación, aunque eso recargue la novela con detalles innecesarios que el lector avisado se salta sin menoscabo del argumento.

El reciente premio Nobel ha querido sumergirse en ese infierno de atrocidades que fueron las colonias europeas en África y Asia y en este caso concreto en el Congo Belga de principios de siglo y en las explotaciones caucheras del Amazonas. Vargas Llosa ha repetido en múltiples ocasiones que el novelista escribe lo que le hubiera gustado vivir. En esta novela no parece cumplirse ese postulado, más bien parece una denuncia de la crueldad, injusticia y voracidad del colonialismo europeo, que seguramente a él no le hubiera gustado vivir como lo hizo su protagonista Roger Casement.

Es verdad que África era un infierno: un infierno de hambre, de enfermedades, de ignorancia, de violencia, de crueldad entre las distintas tribus... y como si esto fuera poco Europa la colonizó en el siglo XIX para explotarla inponiendo a los indígenas un régimen de casi esclavitud. Lo paradójico es que Europa justificaba la colonización con el pretexto de suprimir la venta de esclavos que continuaba desarrollándose desde que la instauraran en el siglo XVI los "negreros" portugueses, ingleses, holandeses y españoles para llevar mano de obra barata a América. El objetivo era transmitir la civilización y misericordia cristianas a un continente tan revuelto y ensangrentado por enfrentamientos tribales. Pero parece ser que nada de esto le interesaba a las codiciosas empresas privadas que descubrieron en el caucho una forma rápida de enriquecerse a costa de la salud, vida y costumbres de los indígenas. Y todo esto sucedió con el beneplácito de los gobiernos implicados.

Roger Casement, aunque de origen irlandés, es el cónsul británico en plaza. Este funcionario, al conocer la auténtica realidad del Congo Belga se afana en preparar un informe sobre los horrores cometidos por los caucheros en Africa, informe dirigido al gobierno de su Majestad Británica para que detenga las barbaridades que se están cometiendo bajo la anuencia de las autoridades. Para completar su informe viaja por el territorio hasta el Alto Congo donde se ha llegado a límites inconcebibles de deshumanidad.

Aunque la novela narra las experiencias del funcionario británico en tercera persona, está escrita en el estilo rígido y protocolario que tanto le gusta a Vargas Llosa y que ensayó en novelas anteriores como eran los "partes" del capitán Pantoja en "Pantaleón y las visitadoras". De esto se desprende que el lector por momentos pierda la noción de que está leyendo una novela y le parezca estar leyendo un tenebroso informe sobre la colonización de África.

Pero el autor poco a poco nos va introduciendo en la ficción desvelándonos aspectos ocultos del protagonista. A base de certeras pinceladas nos descubre las primeras inclinaciones homosexuales de Roger ante los musculados muchachos de raza negra que trabajan acarreando bultos y también su paulatina conversión al nacionalismo irlandés, hasta terminar en el primer caso en supuestas aberraciones sexuales pedófilas y en el segundo en un activista traidor al Imperio Británico colaborando con los alemanes. De forma muy sutil, MVL, nos muestra el aspecto detestable de su protagonista que sin embargo tuvo el rasgo humanísimo de preocuparse por los trabajadores esclavizados del Congo en la primera parte de su vida, y del Amazonas, en la segunda.

Durante toda la novela, el Bien y el Mal juegan como una interrogación que no termina de despejarse, lo que no evita que por momentos sea una historia entre buenos y malos que a veces cae en un maniqueísmo superficial. Por ejemplo, al referirse a dos ciudades casi vecinas como son Leopoldville y Brazaville, la Leopoldville belga era la "mala", donde se cometían abusos intolerables, en cambio Brazzaville, la francesa, era la "buena" donde el angustiado Roger podía ir a buscar serenidad para sus angustias existenciales. Pero no sólo contrapone las dos capitales de las colonias del Congo, hay también un contrapunto permanente entre la maldad de los belgas y la bondad de los británicos, como si los aventureros de la pérfida Albión hubieran sido unos angelitos en sus colonias.

Mientras los belgas explotaban el llamado Congo Belga, los franceses dominaban un extenso territorio conocido como la "Françafrique". Una de las herencias que dejaron los franceses en esos territorios fueron las guerras entre tutsis y hutus que han constituído uno de los mayores genocidios perpetrados en la historia de África donde murieron 937.000 (novecientos treintaisiete mil) tutsis a manos de los hutus, por el que el gobierno francés fue acusado formalmente ante la ONU. Y no estamos hablando del siglo XIX, sino del XX.

Pero si hablamos de las colonias británicas se nos pone el vello como escarpias al conocer los detalles de la forma que en el siglo XIX los británicos introdujeron el opio en China desde sus colonias en la India para crear un millonario mercado de drogadictos en Asia. El intento del gobierno chino de evitar la corrupción de su pueblo a través del opio indo-británico dio lugar a la llamada guerra del opio entre la Compañía Británica de las Indias Orientales y el Imperio chino. La victoria británica permitió sojuzgar comercialmente el amplio territorio asiático por los británicos que aprovecharon para introducir libremente el opio creando uno de los mayores desastres sociales en una población de muchos millones de habitantes, y quedarse como botín la ciudad de Hong Kong y unos suculentos beneficios económicos a costa de la salud de los chinos.

Roger Casement parecía ignorar los abusos perpetrados por los súbditos de su Majestad Británica en lugares no muy apartados de donde él desarrollaba su función consular. Para él "el Imperio británico estaba a la vanguardia de Europa y había que sentirse orgullosos de ser parte de él y del trabajo que cumplían en la Elder Dempster Line", a pesar de que su padre, el capitan Casement había luchado a bayoneta calada con las tropas británicas coloniales en Afganistán para invadir y

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