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El Hijo Prodigo


Enviado por   •  24 de Noviembre de 2013  •  2.234 Palabras (9 Páginas)  •  425 Visitas

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El regreso del hijo pródigo es un libro donde Henri Nouwen relata las reflexiones que él tiene frente a la pintura de Rembrandt. Nouwen es un sacerdote católico nacido en los Países Bajos (Holanda) que llegó a ser profesor en varias universidades de los Estados Unidos, ha publicado más de 20 libros sobre espiritualidad.

A través de la contemplación de la obra de Rembrandt, Henri Nouwen descubre que la pintura no sólo retrata la conocida parábola bíblica, sino que hay detalles increíblemente expresados, que lo llevan a afirmar que en la pintura puede encontrarse todo el evangelio.

El autor de libro va describiendo sus reflexiones colocándose desde la figura del hijo menor, del hijo mayor y hasta del propio padre, llegando a conclusiones contundentes sobre la expresión de la pintura y su paralelo con la enseñanza bíblica y la católica (haciendo referencia a la afirmación que cité anteriormente).

Es un libro apasionante. No es una novela, pero te atrapa como si lo fuera, ya que las conclusiones a las que llega Nouwen son realmente asombrosas. Además el libro tiene una imagen del cuadro, donde pueden confirmarse los detalles que el autor señala en su libro.

Habla del perdón, de los procesos y actitudes que conlleva. No necesitas ser católico para disfrutarlo y obtener alguna enseñanza, ya que todo el mundo se ha encontrado, se encuentra y se encontrará en algún momento de su vida ante una situación donde pide perdón y perdona a los demás

El regreso del hijo pródigo es muy motivante y emocionante, es como si le inyectaras una dosis de optimismo y energía a tu vida que te permite crecer espiritualmente, por lo menos esa es mi experiencia. Nouwen te lleva a sentirte identificado con cada uno de los personajes de la parábola de una forma que impresiona, esa es la riqueza de esta obra.

En el libro Nouwen profundiza en el relato de esta parábola basándose en el cuadro del pintor holandés Rembrandt en el cual está pintada toda la escena de la parábola y le hace entrar a Nouwen a profundizar en las tres personas mas destacadas en el cuadro, que lo llevo a pasar al otro lado de su existencia y contemplar todo lo que por su vida había pasado y a buscar una identidad con alguno de estos.

El hijo menor, descrito por Nouwen como “el hijo caprichoso”, vive la experiencia de la ruptura con la familia y la comunidad y se va a una tierra extraña. Esta es la vivencia de aquel que ignora lo sagrado y se deja llevar por sus caprichos al camino de la muerte, de aquel que aunque amado por el Padre escucha las voces de la tentación y se deja llevar por ellas, perdiéndose de la voz que le ofrece el amor gratuito. Es aquí donde se reconoce la debilidad que cada ser humano tiene, frente a la libertad que el Padre que tanto ama a sus hijos da. Mucha veces esa debilidad lleva al ser humano a caer en el fango de los vicios, los odios, la envidias y es ahí donde paso a paso se va alejando y va llegando a tierras más y más lejanas, hasta que muchas veces se llega al sendero de la miseria total y en el que ya no es tratado como ser humano, sino que llega a convertirse en el cuidador de los cerdos que es ignorado, que no se le reconoce dignidad alguna. Es esa pasión desordenada del hombre que muestra al hombre “como una manzana, pero con un gusano interior que se la va comiendo por dentro”. Todo ser humano tiene aquel gusanillo, esa voz que le quiere llevar por un rumbo equívoco y que lo quiere llevar a “Asesinar al padre, al pedirle la herencia”, el hijo menos entra en los falsos amores (placeres pasajeros) que le llaman y cae en ellos ya su riqueza se ha agotado, ya su dignidad se ha ido por el piso. Al ser sellados por el bautismo como hijos de Dios, nos encontramos con la más grande y hermosa herencia, que es el poder caminar hacia la vida eterna, “ese premio al cual corremos y al cual Dios nos llama desde el cielo”. Pero el pecado es el que lleva al hombre a perder tan grande riqueza, el pecado le ofrece ese sentirse amado por un momento, pero al derrocharse totalmente la gracia, ese amor pasajero se va, quedando solo y con un alma manchada y alejada de ese amor de Dios.

Pero es luego de esa miseria, que el hijo recuerda lo bien que se sentía viviendo con su padre, recuerda ese amor con el que le trataba, los dones y gracias que le daba y se arrepiente de haberse alejado de él, su padre le había dado todo y él lo despreció, y de ese arrepentimiento sentido es que el hijo menor decide regresar nuevamente a la casa del padre a pedirle perdón y con indignad pedirle que lo tratase como a uno de sus siervos. La mancha del pecado no permite al ser humano ver claramente al padre que lo espera, hace ver a un padre vengador, un padre que no me recibe a su hijo cuando regresa al hogar. Pero la realidad es otra; al llegar el hijo menor a casa el padre llega a u encuentro y entre abrazos y besos lo recibe gentilmente. El amor del padre es tan grande, un amor “tan ciego”, que no se fija en los harapos del pecado para despreciarle, sino que al llegar le abre nuevamente su corazón, le cambia sus vestidos, le manda a poner sandalias y un anillo y lo recibe nuevamente en su casa. Es aquí donde el autor del libro queda anonadado de ese amor tan infinito del padre a su hijo y que le hace contemplar tantas y tantas horas el cuadro de Rembrandt. El autor se empieza a identificar en la vida del hijo menor al reconocer que como todo humano ha tenido esa preferencias por el pecado y que ha caído miles de veces, y compara también la vida del hijo menor con la vida del pintor, un hombre con fama, que hacia lo que quisiera, que se encerraba en sus lujos y se olvidaba de ese amor infinito de Dios, un hombre que tuvo un buena herencia pero que la derrocho y la perdió con el sufrimiento que vivió al ver la muerte de sus seres queridos. Pero que luego se levantó y comezón una nueva vida, o como comentaría el autor del libro refiriéndose a las palabra de Jesús a Nicodemo, “nació de nuevo, en el Espíritu”.

Nuestro llamado desde el punto de vista del hijo menor está a no quedarnos solo en la condición de pecador, es

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