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LEONARDO DA VINCI Leonardo quería entender la naturaleza para imitarla


Enviado por   •  30 de Agosto de 2015  •  Ensayos  •  3.221 Palabras (13 Páginas)  •  147 Visitas

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LEONARDO DA VINCI

Martin Leonardo Alvares guzmán

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 Hay gente que no conoce a Leonardo da vinci, pero por ejemplo la gente lo conoce como el artista detrás de la mona lisa, o la ultima cena, pero no más allá. En el siguiente trabajo se profundizara más sobre la vida de Leonardo da vinci, desde su nacimiento, su infancia, su adultez.

 Nació el 15 de abril de 1452 en Vinci. En 1460 se trasladó junto a su familia a Florencia, donde se formó.  En torno a 1466 asistió al taller de Andrea del Verrocchio, donde se inicia en diversas actividades, desde la pintura de retablos y tablas, hasta la elaboración de grandes proyectos.                                                                                                                          Nunca en la historia del arte, la apreciación popular ha restringido de manera tan excluyente la relación entre un autor y su obra, como es el caso de Leonardo da vinci y ese enigmático retrato que es la “mona lisa”. La obra teórica y creativa de Leonardo es de una intensidad excepcional. Como si esa enigmática sonrisa de la mujer se hubiera diluido, o vampirizado, la presencia del artista.  

La grandeza del arte está en su capacidad de catalizar la mirada de generaciones posteriores, de manera que devuelva, desde un espejo deformado por la temporalidad, la imagen de sus obsesiones y sus mitos; ahora preñados de historicidad.

Mona lisa era muy hermosa; mientras la retrataba, tenía gente cantando o tocando, y bufones que la hacían estar alegre, para rehuir esa melancolía que se suele dar en la pintura de retratos. Tenía un gesto tan agradable, que resaltaba, al verlo, algo más divino que humano, y se consideraba una obra maravillosa por no ser distinta la realidad. Quizás la clave está en saber interpretar la palabra realidad en relación al humanismo florentino, el ámbito cultural desde donde Leonardo define su posición crítica, y en el que se forma hasta los tres años, edad a la que abandona la ciudad.

Respecto a la amplia bibliografía que ha intentado interpretar la figura de Leonardo en  este contexto, André chastel ha distinguido tres diferentes enfoques; en el primero, Leonardo da vinci sería un precursor del pensamiento científico, ajeno, por tanto, a cualquier influencia y conocimiento de la academia florentina, así como lo situaría en  el punto de ruptura con el paradigma medieval.

Sus dos otras interpretaciones si asumen al personaje como inmerso, o justificado por el ambiente neoplatónico de la academia. Tanto atendiendo a aquella problemática dimensión de la tradición “hermética” u ocultista del pensamiento académico, no ajena a la cosmovisión renacentista, como el humanismo  neoplatónico que condicionaría el desarrollo interno de sus ideas y de sus propuestas creadoras.

Real mente la influencia, en su etapa de aprendizaje, de la cultura florentina es notable. A despecho de algunas lagunas en su educación, (no había recibido la entonces necesaria formación en la lengua latina, lo que impedía su participación activa en el movimiento académico), sus notas de lectura están repletas de referencias clásicas. Las traducciones ya publicadas de textos como las “las vidas de los filósofos” de laercio, el tratado de valturio, o el Plinio de landino, le facilita su investigaciones teóricas. Y, sobre todo, le permite ese titánico esfuerzo intelectual de síntesis de todos los aspectos del conocimiento, le convencen de la condición “universal” del arte, de la capacidad de este para abarcar todas las dimensione de la realidad y del mundo.

  Leonardo nos demuestra esa íntima relación entre la poesía y la pintura; más bien, esta última es la que, desde su nueva jerarquía, sublima la experiencia de un mundo a cuya transición acelerada asiste como observador.

Quizá, después de todo, no resulte tan injusto asociar Leonardo da vinci a la sonrisa incierta, a la inquietante belleza que surge de la penumbra.

Leonardo, que no quiere tomar nada prestado, comienza por inventarse un método de conocimiento; si ha decidido guiarse por la experiencia y no por libros, tampoco puede usar un método de investigación tomado de otros. Para entender su método conviene conocer sus propósitos y estos son claros: quería un método creativo que le permitiera competir con la naturaleza. Su intención era extender la naturaleza, ampliarla, dando cuerpo y materia a las (infinitas razones qua no fueron nunca en experiencias). En este momento están implícitos dos axiomas que dan al método su originalidad característica: la fusión de ciencia y arte como aspectos inseparables de un mismo proceso generativo, y la sumisión de la ciencia al arte como instrumento alumbrador del acto creativo.

Leonardo nunca creyó en la ciencia para la ciencia; en uno de sus elogios en su loor de esta, concluye con el veredicto: de la ciencia nace la acción creativa, que es mucho más valiosa.

El método de Leonardo es, pues, un método generativo, y como todo acto de generación implica dos aspectos: atracción y fusión, es decir, conocimiento y composición.

Leonardo quería entender la naturaleza para imitarla; pero imitarla no copiando la formas exteriores, si no reproduciendo sus actos generativos que hacen germinar las obras desde adentro; quería entenderla analizándola e imitara creando; lo primero es ciencia, lo segundo arte; y ambos, en Leonardo, una y la misma cosa.

Unidos indisoluble, ciencia y arte forman el método de conocimiento generativo: entender para crear, componer conociendo.

Un día, hacia 1513, el jardinero del belvedere encontró un monstruoso lagarto cuyas alas vibraban ominosamente; la extraña creatura era obra de Leonardo, amante de la mistificación,  que se complacía en crear formas que compitieran con la naturaleza. De joven su padre le había pedido que decorara una rodela traída por un colono.

Un día -  cuenta vasar- como Leonardo en su mano aquella rodela  y viéndola torcida, mal trabajada y tosca, la enderezo con el fuego y la entrego después a un tornero para que la hiciera  lisa y delicada; después la enyeso y preparo a su manera y comenzó a pensar que podía pinta en ella para que asustara a quien la mirase de fuente de modo que produjera el mismo efecto que la antigua   cabeza de medusa. A ese efecto llevo Leonardo a una estación donde no entraba si no el, salamanquesas, lagartos, grillos, serpientes, mariposas, langostas, lechuzas y otras extrañas especies de animales semejantes, de la multitud de los cuales, variamente combinaba, saco un engendro horrible y espantoso, de cual pinto de tal modo que parecía envenenar y abrazar el aire con su aliento; salía de una roca obscura y quebrada, echando veneno por las fauces abiertas, fuego por los ojos y humo por la nariz, de modo que parecía cosa monstruosa y horrible, y paso tanto tiempo en completar aquella obra, que le hedor de los animales muertos era insoportable en la estancia, pero Leonardo no lo sentía por el gran amor que ponía en su arte.

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