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Leonhard Euler


Enviado por   •  17 de Enero de 2012  •  4.210 Palabras (17 Páginas)  •  1.037 Visitas

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Leonhard Euler

Nació el 15 de abril de 1707 en la ciudad suiza de Basilea en el hogar de Margarita Brucker y de Paul Euler, pastor calvinista. Su padre, que había sido discípulo de Jacques Bernoulli, le enseñó las primeras nociones de matemáticas. Ingresó en la universidad de Basilea, donde tuvo ocasión de adquirir una formación muy completa: medicina, astronomía, física, lenguas orientales, etc. En paralelo, amplió su formación matemática bajo la tutela de Jean Bernoulli, junto a sus hijos Nicolás y Daniel con los que trabó una profunda y duradera amistad. En 1723 recibió la maestría en Artes y, para complacer a su padre, inicia estudios de Teología y lenguas orientales. Jean Bernoulli, que había reconocido la “genialidad” de Euler, convenció a su padre para que le permitiera seguir los estudios de matemáticas, lo que pudo hacer con total libertad a partir de los diecisiete años.

En 1725 Nicolás y Daniel Bernoulli aceptaron la oferta de incorporarse a la sección de matemáticas de la Academia de de Ciencias de San Petersburgo, fundada dos años antes por Catalina I de Rusia, tras la muerte de su esposo Pedro el Grande. En el siglo de la luces, las Academias, sostenidas económicamente por monarcas y gobernantes ilustrados, constituían los principales centros de investigación científica, muy por encima de las Universidades lastradas, en ese aspecto, por el peso de la tradición medieval y al excesivo tiempo y esfuerzo que dedicaba el profesorado a la enseñanza elemental. Fueron precisamente dos esas academias, San Petersburgo y Berlín, creada ésta por Federico el Grande de Prusia siguiendo la inspiración e ideas de Leibniz, las que, como se verá, proporcionaron a Euler la seguridad económica y el ambiente propicio para desarrollar su prodigioso talento y llegar a ser el matemático más creativo y prolífico de todos los tiempos.

No olvidaron los hermanos Bernoulli cuando llegaron a Rusia a su amigo, y utilizaron sus influencias para obtenerle una plaza en la Academia. Sólo pudieron conseguirle un puesto de profesor asociado en la sección de Fisiología y Anatomía pero Euler aceptó de buen grado la oferta y, mientras preparaba la partida, tuvo tiempo para estudiar Medicina, redactar un trabajo sobre la propagación del sonido, sostener una tesis para opositar a la cátedra de Física, vacante en la Universidad de Basilea, y redactar una memoria sobre la mejor disposición de los mástiles de un buque, que obtuvo una mención honorífica de la Academia de Ciencias de París. Esta recompensa propició que, en años sucesivos, concurriese a los prestigiosos premios convocados por esta institución, obteniendo doce veces el codiciado galardón.

El 5 de abril de 1727 abandonó Basilea camino de Rusia, llegando a su destino el 17 de mayo. Ese mismo día fallecía Catalina I, lo que estuvo a punto de dar al traste con la recién creada Academia y dio origen a un periodo de gran inestabilidad política en el país. En la confusión del momento, fue destinado profesor auxiliar de la sección de matemáticas y, durante un tiempo, hubo de compaginar este puesto con el servicio en la marina rusa como teniente naval medico. Esta situación finalizó el año 1730 cuando fue nombrado profesor de Física y, en consecuencia, pasó a ser miembro de pleno derecho de la Academia.

El rigor del clima ruso había causado la muerte de su amigo Nicolás un año antes de su llegada y, en 1733, Daniel regresó a Basilea para incorporarse a la cátedra de matemáticas. Euler pasó a ocupar su vacante convirtiéndose, con tan solo 26 años, en el matemático más importante de la prestigiosa institución. Ese mismo año se casa con Catarina Gsell, hija del pintor suizo Georg Gsell. De la unión nacieron trece hijos de los que únicamente cinco llegaron a edad adulta.

En su nueva posición hubo de ocuparse de los asuntos más variados atendiendo las demandas de diferentes organismos de la administración rusa. Asuntos que tenían que ver con la astronomía, óptica, cartografía, mecánica, navegación y construcción naval, balística e incluso música. A pesar de ello, Euler encontró el tiempo necesario para dedicarse a la investigación matemática, y con tanta diligencia, que la recien creada revista, “Commentarii Academiae Scientiarum”, no daba abasto para publicar sus artículos. Posiblemente, este exceso de trabajo le ocasionó la pérdida de visión de su ojo derecho en 1735.

En San Petersburgo Euler vivió un estimulante ambiente científico del que formaban parte, además de su amigo Daniel, eminentes hombres de ciencia como el analista y geómetra Jacob Hermann, Christian Goldbach, con quien compartió numerosos problemas de Análisis y teoría de números, F. Maier y el astrónomo y geógrafo Delisle. Fuera del ámbito académico, sin embargo, el régimen autócrata ruso había creado una atmósfera social en la que el espionaje, la delación y las purgas eran monedas de uso corriente. En 1741, tras la muerte de Biren el tiránico favorito de Ana Ivanowna, Euler, harto de esta situación, aceptó una invitación de Federico el Grande de Prusia para dirigir la sección de matemáticas de la Academia de Ciencias de Berlín.

Euler permaneció veinticinco años en la corte de Federico el Grande, sin embargo, no puede decirse que su estancia fuera feliz. El monarca, enamorado de la cultura francesa, gustaba de la conversación mundana y brillante de sus científicos y filósofos. Aunque se reconocía el talento científico de Euler, su carácter apacible y apocado, su carencia de vanidad y sus costumbres sencillas y moderadas, le hacían poco apto para la vida cortesana que agradaba al rey. Resulta muy elocuente, en este sentido, la anécdota referida a que, recién llegado Euler a Berlín, fue recibido por la reina con grandes atenciones, ya que tenía gran interés en hacerle sentirse a gusto en su nuevo destino. Como quiera en el transcurso de la recepción las únicas respuestas que recibía de Euler eran monosílabos, le preguntó, extrañada, el motivo de su mutismo y éste contestó: "Señora, es porque acabo de llegar de un país donde a las personas que hablan se les ahorca".

Al igual que durante su estancia en Rusia, los encargos de la corona le obligaron a abordar los asuntos más diversos: problemas de matemática financiera relativos a loterías y montepíos, de ingeniería civil y militar, etc. No agotó la resolución de estos problemas sus energías, pues se estima que durante su estancia en Berlín escribió unas 300 obras entre memorias, artículos y libros. Federico de Prusia nunca llegó a apreciar, y seguramente tampoco a entender, la importancia de los trabajos e investigaciones realizados por el que llamaba en tono jocoso, y un tanto cruel,

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