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Ley Del Infonavite


Enviado por   •  19 de Noviembre de 2012  •  549 Palabras (3 Páginas)  •  362 Visitas

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No hay en las 127 páginas que conforman el nuevo libro de Julio Scherer García ni una línea para el sosiego. Desde el principio sabemos que nos vamos a enfrentar a una disección documental, testimonial y reflexiva del personaje que llegó a la presidencia de la República en 2006 para convertir al país en un territorio de su peculiar guerra. Una guerra política, militar, anímica.

Inicia Scherer, periodista-cirujano, a diseccionar la corrupción que engendra el calderonismo con dos facturas, del 28 de abril de 2006 y del 19 de abril del mismo año por un importe de 11 millones 999 mil pesos, expedido a la compañía de Hildebrando Zavala, hermano de Margarita, cuñado de Calderón, para la “captura de datos de simpatizantes de candidatos de Acción Nacional”.

Otro documento acredita la expedición de un cheque por la misma cantidad, de la Dirección de Administración y Finanzas del PAN, para pagarle a Hildebrando S.A. de C.V., autorizado por Arturo García Portillo.

Scherer comienza la pesquisa. Corrobora con Manuel Espino, dirigente nacional del PAN durante esa campaña, que los documentos y las cantidades son reales. Nó sólo eso. Realiza un viaje a través de la memoria de Espino para perfilar el estilo de Calderón.

“El gusto por la bebida es viejo en el presidente. Le ha hecho daño a él en lo personal y al país. Voy a ocuparme con usted de hechos públicos. No se me ocurriría mentir o difamar; mucho menos calumniar”, afirma Espino en la página 39 del libro.

Los desencuentros entre Espino y Calderón fueron múltiples. Anticiparon el estilo personal del actual mandatario de maltratar a sus colaboradores y a los dirigentes del PAN. Incluso, relata cómo Calderón le da la orden de “bajar a Ana Rosa Payán en su intento de ser candidata” a gobernadora por Yucatán. Entidad que Acción Nacional perdió frente al PRI en 2007.

El viaje va más allá. Don Julio sostiene una conversación con otro viejo conocido de Calderón, Luis Correa Mena, ex alcalde de Mérida, “hermano” del titular del Ejecutivo federal en los tiempos que ambos eran los más leales a Carlos Castillo Peraza. La traición de Calderón a su mentor político es clara.

Una tercera voz en este concierto es la de Alfonso Durazo, colosista, colaborador de Vicente Fox, desengañado del PRI y del PAN. Recuerda que era tan pesado Calderón que los propios diputados federales que coordinó entre 2000-2003 le apodaron El Erizo.

“La biografía política de Felipe Calderón lo ubica como un hombre desconfiado y arrogante que subordina su inteligencia a lo visceral y a lo inmediato. Contrario a la opinión pública de que es un hombre de ‘mecha corta’, siempre he tenido la impresión de que no tiene mecha. Es un sujeto de un temperamento primario, se conduce por impulsos, no por razonamientos”, sentencia Durazo.

Y ya lo vimos a lo largo de casi seis años de guerra fallida contra el narcotráfico. Sin consultar a nadie de sus más cercanos, ni a su partido, Calderón emprendió una batalla contra los cárteles que ha cobrado más de 50 mil vidas. Desesperado, ahora insiste que fue una decisión necesaria y heorica, que quienes lo critican apoyan a los delincuentes. Maniqueísmo puro. En un sexenio no quiso darse cuenta que la crítica no era por el combate al crimen organizado sino por las malas tácticas y estrategias aplicada

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