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Lothar Kreyssig - EL JUEZ QUE DESAFIÓ A HITLER


Enviado por   •  9 de Junio de 2014  •  662 Palabras (3 Páginas)  •  342 Visitas

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En una entrada reciente me referí a “los juristas horrendos”, los funcionarios judiciales que en la Alemania del Tercer Reich se plegaron a los dueños del poder para dictar las más injustas providencias. Sobre esos hombres escribió un libro estremecedor el jurista Ingo Müller. Por él sabemos que uno de ellos tuvo el cinismo de escribir, al ser denunciado en los primeros años de la postguerra como autor de abominables fallos: “Hoy no puede ser antijurídico lo que antes fue jurídico”.

Pero hubo un juez alemán que desafió a Hitler. Se llamaba Lothar Kreyssig (en la foto), y su historia no es muy conocida en Colombia.

Doctorado en derecho por la universidad de Leipzig, Lothar llegó a ser juez de la corte de distrito de Chemnitz (Sajonia). En 1937, por negarse a ingresar en el partido nacional-socialista, fue enviado a un tribunal inferior en Brandenburg an der Havel (Brandenburgo), donde se hizo cargo de dirigir los procesos relacionados con la situación judicial de los enfermos psiquiátricos recluidos en asilos y sanatorios estatales.

A los ojos de los nazis Lothar era un “enemigo objetivo” del Estado, pues pertenecía a la Iglesia confesante, el sector de los luteranos alemanes que rechazó la elección de Ludwig Müller, un incondicional de Hitler, como obispo del Reich. Los confesantes, liderados por Martin Niemöller y Dietrich Bonhoeffer, se oponían al control estatal de los asuntos eclesiásticos, a las leyes racistas y a las arbitrariedades de un gobierno que actuaba al margen de la legalidad.

Esa oposición llevó a los confesantes a sufrir desde 1934 tres ataques del régimen: el administrativo, el jurídico y el ideológico. El primero buscaba ponerlos bajo la dirección de hombres afines al nacional-socialismo. El segundo, hostilizarlos con destituciones, multas y encarcelamientos. El tercero, mostrarlos como ciudadanos desleales al “cristianismo alemán”.

En el otoño de 1939 comenzaron a llegar al despacho de Lothar numerosos documentos que certificaban la muerte de enfermos mentales puestos bajo la asistencia del Estado. Aunque el juez aún lo ignoraba, el 1º de septiembre Hitler había escrito una carta en la cual dos de sus más cercanos colaboradores —el Reichsleiter (Líder del Estado) Philipp Bouhler y el doctor Karl Brandt— quedaban encargados, bajo juramento, de extender nominalmente a ciertos médicos la autorización para dar “muerte piadosa” a los enfermos incurables. Por todo el país se extendían espantosos rumores sobre lo que estaba sucediendo en manicomios y hospitales.

Después de haber confirmado que en Alemania se desarrollaba un programa secreto de eutanasia, Lothar tomó dos medidas valerosas. La primera fue dictar un auto por el que se prohibía a los establecimientos de salud mental bajo su jurisdicción transferir pacientes sin solicitarle permiso

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