Tom Brady
rulensayos5 de Agosto de 2014
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¿Qué le falta a Tom Brady?
Tom Brady no tiene una recámara de Tom Brady en su departamento de Back Bay. Es más como un Pasaje Tom Brady, más amplio que un pasillo pero más delgado que un cuarto, un "espacio incómodo", lo consideró mientras entraba en él una mañana de marzo. Las repisas están llenas de fotos y trofeos, recuerdos que rodean una televisión de pantalla plana y, cuando entras en él, piensas, ¿eso es todo? Brady fácilmente podría llenar un cuarto muchas veces más grande que éste.
Pero hay un propósito aquí, tan sutil como su modestia, y para entenderlo, debes entender esto sobre Brady: cuando quiere reflejarse en algo, trabaja en ello. Por ejemplo, en la preparatoria, universidad e incluso en la NFL, Brady siempre ha lavado su propio auto. Nadie lo puedo hacer mejor. Nadie sudó cada detalle en la forma que él lo hizo. Y ahora, ya que no lo puede lavar --"mi esposa me mataría si desperdicio agua"-- espacios como éste representan una parte de él. De hecho, Brady parece haber diseñado este pasaje para aquellos que pasan la mayor parte del tiempo en él, deseando que algún día entiendan y aprecien todo lo que ocurrió entre el casco de Michigan de un lado, y el de los Patriots del otro.
"Los niños", dice.
AP ¿Cómo escoger un regalo para Tom Brady? Un joven padre que todo lo tiene y todo ha ganado.
BRADY TIENE un coach de lanzamiento desde que tenía 15 años. Por la mayor parte de su vida, ese coach fue Tom Martinez, cuya fotografía está colgada en el departamento de Brady, un retrato del sonriente anciano con pesadas cejas, ojos oscuros y rostro cansado. Martinez fue el coach en el colegio de San Mateo, California, y Brady se presentó al campamento de verano de Martinez antes de su primer año en la preparatoria de Serra High. El padre de Brady, Tom, cuenta una historia sobre cómo Martinez entrenó a Brady al empoderarlo. Brady estaba tan ansioso la noche anterior a su primer inicio como sophomoreque le dijo a su padre, "Olvidé cómo lanzar". Visitaron a Martinez, quien llevó a Brady al campo y dijo, "Sólo lanza". Es lo que Brady hizo, por tres minutos consecutivos. Sin magia, sin susurros, sólo lanzando hasta que las dudas desaparecieron. "Un par de momentos de seguridad", dice Tom padre.
Dos décadas después, por supuesto, Brady es un futuro Salón de la Fama y entra al último acto de su carrera. Dice que sus "primeros 13 años me prepararon mental y físicamente para mis últimos siete". Ha ganado y perdido Super Bowls. Ha sido amado y criticado; ha ganado premios de JMV y ha visto --tras su lesión de rodilla en 2008-- como el fútbol americano continúa sin él. Más que otra cosa, se ha mantenido tranquilo. Nunca se ha autodestruido ni posado para un fichaje de prisión, tampoco se ha envuelto en mentiras. Brady es una institución en disciplina y consistencia --juega y gana-- en el rostro de cualquier atleta de su era. Si la primera etapa de su carrera se definiera por milagros y la segunda fuera de alguna forma demeritada por ellos, en la tercera está tratando de hacer magia de nuevo.
Así que en febrero, Brady entró al gimnasio de su casa en las montañas de Los Ángeles, con su nuevo coach de lanzamiento, Tom House, ex pitcher liga mayorista contratado por Brady tras el deceso de Martinez. Semanas después de perder contra los Ravens en la Final de la AFC, Brady quería intentar algo nuevo. Quizás ayudaría, quizás no. El punto era intentarlo. House se preparó para enseñarle una versión principiante de la tortura que ha diseñado para los lanzadores llamada Fogel Drill: caminar y moverse tan rápido como pueda mientras hace lances simulados durante 30 segundos. Los pitchers que entrenan con House hacen cuatro etapas; House quería que Brady intentara una. House fijó su cronómetro y Brady comenzó, moviéndose, caminando, lanzando a la derecha y a la izquierda. Tras 30 segundos, el color se había ido de su rostro y sintió que se desmayaba. Agachado, Brady volteó a ver a House y dijo, "¿cuánto tardaré en lograr lo que hacen los pitchers?".
POR SUPUESTO, los hijos de Brady no se preocupan por los cascos. Sólo les interesa que este lugar se oscurece tanto como un túnel, pero cuando Brady entra, gravita hacia las fotografías. Aquí está en África, con la campaña ONE. Aquí con el elenco de Entourage, de su cameo años atrás. Aquí con Joe Montana, su ídolo en el fútbol americano, y mientras apunta a él, casualmente asiente, aún incrédulo, aún impresionado, aunque tendrá 36 años cuando inicie la temporada y ha eclipsado a su héroe en cada medida excepto anillos, dice: "bastante genial".
Su garganta está ronca, su nariz congestionada. Tiene una de esas gripes parentales que se cuelgan por semanas. Brady es un padre joven --de Jack y Benjamin, 5 y 6 años y Vivian de cinco meses-- y un mariscal de campo envejecido. Pero él lo dice, "me siento como de 25" y parece también. Pocas arrugas o canas. Más delgado, más definido que hace una década, pero los años se muestran de formas sutiles. Brady necesita dormir más que antes, su dieta es más estricta, raramente bebe. Le encantaba ir a los bares tras una victoria. Ahora dice querer ir a casa, ver a sus hijos y dormir. "No me pueden pagar suficiente para salir después de un partido".
Eso es cierto: Brady, una vez el arquetipo de mariscal de campo glamoroso no visto desde Joe Namath, ya es un tipo casero. Brady, el compañero consumado, ahora se considera más "un coach que un jugador". Aconseja a los Patriots más jóvenes para que no salgan tanto, ellos sólo asienten y no le hacen caso, así como él ignoró a quienes le ofrecían el mismo consejo. Al mismo tiempo, Brady trata de relacionarse con ellos y le preguntó al hijo adolescente de un amigo qué música le gustaba para saber qué escuchaban los novatos. "¿Gucci Mane? ASAP Rocky... algo así", cuenta Brady. "Necesito descargar un poco de música".
No encuentra mucha frescura en casa. "Yo soy tu amigo fiel" de Toy Story está constantemente en su cabeza. Si de alguna forma se distrae pensando en fútbol americano o en su celular, su esposa lo devuelve a la tierra: "¿Es día de Tommy o día familiar?" No logra un beso de sus hijos si no pregunta. Cuando dicen que no, Brady responde, "No hay besos para papá". Voilà; consigue un beso. "Psicología inversa", le gusta decir.
Pero si regresa las llamadas tarde por estar jugando con sus hijos, no le importa. Si se pierde una noche con sus amigos por ver Toy Story --otra vez-- no pasa nada. Nos retos circulan su mente de forma constante, ambos salen de su control: cómo ganar otro Super Bowl y cómo criar niños balanceados en el desbalanceado mundo de la fama. Cuando Brady recuerda jugar con otros niños del barrio en las calles, considera que sus hijos crecerán en una casa cercada en las montañas de Los Ángeles. Brady creció desapercibido; sus hijos son fotografiados incluso cuando los padres de Brady los llevan al parque. Brady creció sentado en las gradas del Candlestick Park, sus hijos en un palco de lujo. Brady no gana ni busca simpatía cuando dice, "¿Cómo haces que tus hijos entiendan que así no funciona el resto del mundo?".
EL PASAJE TOM BRADY, realmente, es un santuario para retratar las cosas que no puede controlar, y lo que Brady no puede mencionar es tan revelador como aquello que sí. Por ejemplo, pasa por dos objetos angulares y reflejantes: sus trofeos de JMV del Super Bowl. Fácilmente pudo ganar un tercero, quizá cuarto o quinto, si el balón hubiese rebotado diferente. "¿Pudimos ganar el Super Bowl cada año?", pregunta Brady. "Por supuesto; esa es la meta. Pero la realidad está basada en lesiones y diferentes márgenes de error. En ciertos juegos, debes ser perfecto, si eres menos que eso, te vencerán".
Reuters Difícil imaginar lo que Brady resultaría tras ser reclutado en 2000
Brady siempre ha amasado la responsabilidad no sólo como un medio de control sino como un camino a la perfección. Ejerce tanto poder en la línea de golpeo como cualquier mariscal de campo en la historia. Usualmente se culpa a sí mismo por los pases que tiran: por enviarle el balón a un objetivo poco confiable. Cuando se le pidió, reestructuró su contrato. Ha sido uno de los atletas más confiables de su generación y el resultado ha sido brillante: 11 títulos de división, siete juegos de campeonato de la AFC, tres victorias de Super Bowl, dos JMV del Super Bowl, dos rachas ganadores de al menos 18 partidos y numerosos récords. Aún así, su gran dominio del arte no le ha traído los mismos resultados que en sus primeros años. De hecho, tiene momentos memorables --el envío ligeramente desviado a Wes Welker que pudo haber congelado el Super Bowl hace dos temporadas o el pésimo manejo de reloj contra los Ravens-- de los cuales "he aprendido que es difícil terminar", acepta. "En 2001 fue un milagro ganar. En 2007 fue milagroso para los Giants. Pero nadie recuerda eso, sólo recuerdan quién se llevó el trofeo".
Lo que era difícil es más difícil ahora. Es extraño ver a Brady --de fuertes declaraciones-- decir que "es agradable estar siempre al acecho", que "si te la pasas tocando la puerta, lo ganarás". Derrotas dolorosas han endurecido a un tipo presumido quien, una ocasión en 2003, en privado predijo que los Patriots no volverían a perder. Es un juego de probabilidades, la suerte juega un rol y no fue perfecto siempre en los senderos de campeonato de los Patriots. Sólo puede controlar su propio juego, aún así, como mariscal de campo:
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