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A través de la conciencia histórica el hombre adquiere un sentido de conocer, basta con revisar


Enviado por   •  6 de Junio de 2016  •  Ensayos  •  1.757 Palabras (8 Páginas)  •  316 Visitas

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A través de la conciencia histórica el hombre adquiere un sentido de conocer, basta con revisar, sin meternos a muchos detalles en la historia conocida del hombre y fijarnos en el paso que éste tiene de nómada a sedentario por el desarrollo de la agricultura, que dicho sea de paso, no es el primer eslabón dentro de la cadena de saber del hombre de ese entonces. Este desarrollo dentro del conocimiento humano dio paso a lo que hoy conocemos como civilización; resulta interesante pensar que la paradoja de Banach-Tarski sea una consecuencia a largo plazo del desarrollo de la agricultura, aunque quizás ni  Stephan Banach ni Alfred Tarski tengan idea de cómo cultivar algo; podemos distinguir entonces entre dos tipos de conocimiento: individual y colectivo.

Antes de que se descubriera la agricultura y de que el hombre fuera civilizado, ¿Qué se conocía? Es esta pregunta quizás imposible de contestar, si no fuera así, la respuesta no es más que un mero repaso de lo que nosotros sabemos hoy día, pues si hacemos una comparación un tanto conveniente entre nuestra vida y la historia del hombre, ¿Qué conocíamos de niños? Antes incluso de tener conciencia de saber algo. En este punto, podemos ver diferencias entre dos  grandes grupos de conocimiento individual: uno de tipo a priori y otro a posteriori o empírico.

Podemos confundir fácilmente el conocimiento a priori con los instintos humanos, por ejemplo un hombre hambriento está dotado de manera a priori de conocimiento de que tiene que comer para poder sobrevivir, sin embargo tiene ese instinto que es lo que lo mueve a descubrir ese saber, motor esencial y principal motivador del descrubrimiento de este conocer: las necesidades. Es también el  conocimiento a priori, por ejemplo el que se encarga de la conservación de la especie. Si bien éste está ligado a la condición del ser humano de ser dominante frente a las otras especies, éstas otras no carecen de él. Fijémonos en las capacidades (más allá de las físicas) de los perros de caza, un Beagle está dotado con capacidades distintas a un San Bernardo, pero ¿Qué motiva esta diferencia? ¿Es un conocimiento a priori del propio perro?  ¿O  es algo que deriva de la experiencia del animal?

Immanuel Kant en su Crítica a la Razón Pura señala que esta expresión es un tanto inexacta pues a veces decimos que somos capaces de obtener a priori algunos conocimientos que, sin embargo, derivan de fuentes empíricas. Éstos no los derivamos inmediatamente de la experiencia pero sí de alguna regla universal (que mucho tiene que ver con los instintos y la razón) que descansa, no obstante, en ella: si quitamos los cimientos de nuestra casa podremos saber a priori, antes de que ocurra, que nuestra casa se va a caer. Pero esto no es enteramente a priori pues necesitamos saber, a través de la experiencia, que los cuerpos caen. Kant es claro a la hora de definir este término: entiende por conocimiento a priori el que es absolutamente independiente de toda experiencia, no de ésta o aquélla experiencia.

Podemos ver ahora que además de la necesidad, existe otro aspecto que está inseparablemente ligado a este tipo de conocimiento: la universalidad. La experiencia no da jamás a sus juicios universalidad verdadera o estricta, sino sólo admitida y comparativa (por inducción), de tal modo que se debe decir: en lo que hasta ahora hemos percibido no se encuentra excepción alguna a esta o aquella regla.

 Así pues si un conocimiento es pensado con estricta universalidad, de suerte que no se permita como posible ninguna excepción, entonces no es derivado de la experiencia, sino absolutamente a priori. Aquí surge una disyuntiva que es a lo más de carácter sugerido. Sabemos que el famoso teorema de Pitágoras se cumple donde sea: aunque el mundo como lo conocemos se acabara hoy mismo y sólo un sobreviviente quedara sobre la faz de la tierra, éste podría tomar dos varillas y colocarlas ortogonalmente para luego fijarse que la distancia de un extremo a otro es la suma de sus cuadrados. ¿Estamos frente a un ejemplo de conocimiento a priori?  Algunos filósofos de la ciencia creyeron que la matemática y la física pura (los principios de la física de Newton) no tienen un origen empírico sino a priori. Podría éste hombre obtener una demostración del teorema sin ningún conocimiento previo de matemáticas, pues está sujeto a una naturaleza de la misma razón.

Es esta naturaleza el tercer aspecto fundamental y siempre ligado, no restringido a este tipo de conocimiento si no a todo conocimiento; una pregunta abierta dentro de la propia filosofía es entender el origen de esa naturaleza, o a la naturaleza como origen. Sin embargo, la razón humana tiene, en una especie de sus conocimientos, el destino particular de verse acosada por cuestiones que no puede apartar, pues le son propuestas por la naturaleza de la razón misma, pero a las que tampoco puede contestar, porque superan las facultades de la razón humana.

Fíjemonos en la matemática y la física. Éstas son los dos conocimientos teóricos de la razón que deben determinar sus objetos de una manera a priori; la primera con entera pureza y la segunda con una pureza al menos parcial.

Basta con revisar el camino recorrido por la matemática en la historia de la razón humana, dando sus primeros pasos en el admirable pueblo Griego.

La historia de esa revolución del pensamiento,  y la del grupo de personas afortunadas que la llevó a bien, no nos ha sido conservada. Sin embargo, la leyenda que nos trasmite Diógenes Laercio, quien nombra al supuesto descubridor de los elementos mínimos de las demostraciones geométricas, éstas que según el juicio común, no necesitan siquiera de prueba, demuestra que el recuerdo del cambio efectuado por el primer descubrimiento de este nuevo camino, debió parecer extraordinariamente importante a

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