EL HOMBRE EN BUSCA DE SENTIDO
LULITA34427 de Diciembre de 2012
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EL HOMBRE EN BUSCA DE SENTIDO
PRIMERA PARTE:
“UN PSICÓLOGO EN UN CAMPO DE CONCENTRACIÓN”
en el siguiente ensayo hablaré de las experiencias personales del autor, el Dr. Viktor E. Frankl, psiquiatra y escritor, experiencias que millones de seres humanos vivieron. Es la historia íntima de un campo de concentración contada por uno de sus supervivientes. En otras palabras, pretende dar respuesta a la siguiente pregunta: ¿Cómo incidía la vida diaria de un campo de concentración en la mente del prisionero medio?. Muchos de los sucesos que aquí se describen no tuvieron lugar en los grandes y famosos campos de concentración, sino en los más pequeños, que es donde se produjo la mayor experiencia del exterminio.
Ensayo psicológico
Lo que este ensayo intenta describir es la naturaleza exacta de dichas experiencias; para los que estuvieron internados en aquellos campos. Únicamente el que ha estado dentro sabe lo que pasó. Es preciso hacer lo imposible para no caer en la parcialidad personal, y ésta es la gran dificultad que encierra este tipo de obras; a veces se hará necesario tener valor para contar experiencias muy íntimas.
Debemos a la segunda guerra mundial el haber enriquecido nuestros conocimientos sobre la "psicopatología de las masas.
En un principio traté de escribir este libro de manera anónima, utilizando tan solo mi número de prisionero. A ello me impulsó mi aversión al exhibicionismo. Una vez terminado, comprendí que el anonimato le haría perder la mitad de su valor.
PRIMERA FASE: INTERNAMIENTO EN EL CAMPO
Al examinar e intentar ordenar la gran el material recogido como resultado de las observaciones y de los prisioneros, cabe distinguir tres fases en las reacciones mentales de los internados en un campo de concentración: la fase que sigue a su internamiento, la fase de la auténtica vida en el campo y la fase siguiente a su liberación.
El síntoma en la primera fase es el shock
Me estremecí de horror, pero no andaba muy desencaminado, ya que paso a paso nos fuimos acostumbrando a un horror inmenso y terrible. Hay en psiquiatría un estado de ánimo que se conoce como la "ilusión del indulto", según el cual el condenado a muerte. También nosotros nos agarrábamos a los jirones de esperanza y hasta el último momento creímos que no todo sería tan malo.
La primera selección
Uno a uno, los hombres pasábamos ante el oficial, quien realizaba una selección, hacia le derecha a realizar trabajos forzados, hacia la izquierda los enfermos, incapaces de trabajar.
Se trataba de la primera selección, el primer veredicto sobre nuestra existencia o no existencia.
Nos hicieron recorrer a paso ligero el camino que desde la estación atravesaba la alambrada electrificada y el campo, hasta llegar al pabellón de desinfección, donde recibimos un autentico baño. Luego nos pasaron a una cámara de desinfección.
Nuestra única posesión: la existencia desnuda.
Mientras esperábamos a ducharnos, nuestra desnudez se nos hizo patente: nada teníamos ya salvo nuestros cuerpos, lo único que poseíamos era nuestra existencia desnuda.
Al llegar a este punto, cultivábamos este estado de ánimo como medida de protección: teníamos que llevar la misma camisa durante medio año.
Fue Lessing quien dijo en una ocasión: "Hay cosas que deben haceros perder la razón, o entonces es que no tenéis ninguna razón que perder."
SEGUNDA FASE: LA VIDA EN EL CAMPO
Apatía
El prisionero pasaba de la primera a la segunda fase, una fase de apatía relativa en la que llegaba a una especie de muerte emocional. Asco, piedad y horror eran emociones que nuestro espectador no podía sentir ya. Los que sufrían, los enfermos, los agonizantes y los muertos eran cosas tan comunes para él tras unas pocas semanas en el campo que no le conmovían en absoluto.
Lo que hace daño
La apatía, el adormecimiento de las emociones y el sentimiento de que a uno no le importaría ya nunca nada, eran los síntomas que se manifestaban en la segunda etapa de las reacciones psicológicas del prisionero y lo que, eventualmente, le hacían insensible a los golpes diarios, casi continuos. Asco, piedad y horror eran emociones que nuestro espectador no podía sentir ya. Los que sufrían, los enfermos, los agonizantes y los muertos eran cosas tan comunes para él tras unas pocas semanas en el campo que no le conmovían en absoluto. La apatía, era un mecanismo necesario de autodefensa
Los sueños de los prisioneros
Algunos de mis colegas del campo, que habían estudiado psicoanálisis, solían hablar de la "regresión" del internado en el campo: una retirada a una forma más primitiva de vida mental. Sus apetencias y deseos se hacían obvios en sus sueños.
Pero, ¿con qué soñaban los prisioneros? Con pan, pasteles, cigarrillos y baños de agua templada. El no tener satisfechos esos simples deseos les empujaba a buscar en los sueños su cumplimiento. Si estos sueños eran o no beneficiosos ya es otra cuestión; el soñador tenía que despertar de ellos y ponerse en la realidad de la vida en el campo y del terrible contraste entre ésta y sus ilusiones.
El hambre
Debido al alto grado de desnutrición que los prisioneros sufrían, era natural que el deseo de procurarse alimentos fuera el instinto más primitivo en torno al cual se centraba la vida mental. Los que no hayan pasado por una experiencia similar difícilmente pueden concebir el conflicto mental destructor del alma ni los conflictos de la fuerza de voluntad que experimenta un hombre hambriento
Sexualidad
La desnutrición, además de ser causa de la preocupación general por la comida, probablemente explica también el hecho de que el deseo sexual no existiera.
Ausencia de sentimentalismo
En la mayoría de los prisioneros, la vida primitiva y el esfuerce de tener que concentrarse precisamente en salvar el pellejo llevaba a un abandono total de lo que no sirviera a tal propósito, lo que explicaba la ausencia total de sentimentalismo en los prisioneros.
Política y religión
Todo el campo hablaba de política; surgía ante todo de rumores que se cazaban al vuelo y se transmitían con ansia. Cuando los prisioneros sentían inquietudes religiosas, éstas eran las más sinceras que cabe imaginar, eran oraciones o servicios religiosos improvisados en el rincón de un barracón o en la oscuridad del camión de ganado.
La huida hacia el interior
A pesar del primitivismo físico y mental imperantes a la fuerza, en la vida del campo de concentración aún era posible desarrollar una profunda vida espiritual. No cabe duda que las personas sensibles acostumbradas a una vida intelectual rica sufrieron, pero el daño causado a su ser íntimo fue menor, eran capaces de aislarse del terrible entorno retrotrayéndose a una vida de riqueza interior y libertad espiritual.
Cuando todo se ha perdido
Cuando el hombre se encuentra en una situación de total desolación, sin poder expresarse por medio de una acción positiva, cuando su único objetivo es limitarse a soportar los sufrimientos correctamente, ese hombre puede, en fin, realizarse en la amorosa contemplación de la imagen del ser querido. Por primera vez en mi vida podía comprender el significado de las palabras: "Los ángeles se pierden en la contemplación perpetua de la gloria infinita."
Meditaciones en la zanja
Esta intensificación de la vida interior ayudaba al prisionero a refugiarse contra el vacío, la desolación y la pobreza espiritual de su existencia, devolviéndole a su existencia anterior. Al dar rienda suelta a su imaginación, ésta se recreaba en los hechos pasados, a menudo no los más importantes, sino los pequeños sucesos y las cosas insignificantes. A medida que la vida interior de los prisioneros se hacía más intensa, sentíamos también la belleza del arte y la naturaleza como nunca hasta entonces. Bajo su influencia llegábamos a olvidarnos de nuestras terribles circunstancias.
Arte en el campo
De vez en cuando se improvisaba una especie de espectáculo de cabaret.Se cantaba, se recitaban poemas, se contaban chistes que contenían alguna referencia satírica sobre el campo. Todo ello no tenía otra finalidad que la de ayudarnos a olvidar y lo conseguía. La obsesión por buscar el arte dentro del campo adquiría matices grotescos.
El humor en el campo
El humor es otra de las armas con las que el alma lucha por su supervivencia. El humor puede proporcionar el distanciamiento necesario para sobreponerse a cualquier situación, aunque no sea más que por unos segundos. Los intentos para desarrollar el sentido del humor y ver las cosas bajo una luz humorística son una especie de truco que aprendimos mientras dominábamos el arte de vivir.
Suerte es lo que a uno no le toca padecer
Los escasos placeres de la vida del campo nos producían una especie de felicidad negativa "la liberación del sufrimiento", pero sólo de forma relativa. Los verdaderos placeres positivos, aún los más nimios escaseaban. Estábamos enfermos y no teníamos que dejar el campo para ir a trabajar, podíamos permanecer echados todo el día en el área de enfermería, con una ración menor de
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