ANAND DÍLVAR - NADA QUEBRANTARÁ MI ESPIRITU
ozsqar9 de Octubre de 2013
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ANAND DÍLVAR - NADA QUEBRANTARÁ MI ESPIRITU
anand dilvar NADA QUEBRANTARÁ MI ESPIRITU...es difícil permanecer enojado cuando hay tanta belleza en el mundo.
Algunas veces parece que la veo toda al mismo tiempo y es demasiado.
Mi corazón se infla como un globo que está a punto de reventar,
y luego, recuerdo relajarme,
y dejo de aferrarme a ella,
y fluye a través de mí como lluvia,
y no puedo sentir nada más que gratitud
por todos y cada uno de los momentos de mi pequeña e insignificante vida...
Kevin Spacey en la película “Belleza Americana”
Capítulo uno
Sobre cómo la vida puede dar un giro inesperado en cualquier momento.
Todo comenzó la noche del 7 de abril.
Llegué a mi residencia en la noche como lo hacía todos los días después del trabajo. Llevaba un ramo de rosas rojas para mi esposa, pensaba ofrecerle una tregua en la discusión que habíamos tenido en la mañana.
Me quité el saco, lo dejé en una de las sillas del comedor, dejé las llaves de mi lujoso automóvil en la mesita de la sala y me encaminé escaleras arriba hacia mi recámara.
–¡Ya llegué amorcito! –grité en un tono meloso y haciéndome el chistoso, preparando el terreno para la reconciliación.
–¿Dónde está mi bomboncito? –pregunté al abrir la puerta de la recámara, sólo para encontrar la cama desarreglada, las puertas del closet abiertas de par en par y algo de ropa de mi mujer tirada en el suelo.
Mi casa era bastante grande por lo que me tomó varios minutos recorrerla toda. Aún llevaba el ramo de flores en la mano cuando busqué en la sala de estar, en el estudio, en el cuarto de huéspedes y en la pequeña habitación que yo mismo había acondicionado para el bebé que planeábamos tener.
Mientras me dirigía a la cocina, el deseo de ver a mi esposa se estaba tornando en frustración y al darme cuenta de que ella había salido, se tornó en coraje. No pude evitar descargar mi enojo azotando las rosas contra el fregadero. El papel celofán que las envolvía se abrió por completo, algunos de los botones se desprendieron del tallo cayendo unos en el suelo y otros en el mostrador de la cocina.
–Alejandra, Alejandra... –me dije molesto frotándome el rostro con ambas manos y mirando lo que quedaba del regalo que con tanta ilusión había comprado para mi esposa.
–El mismo teatrito de siempre –pensaba, mientras abría el refrigerador, empezando a resignarme a enfrentar uno más de los berrinches de mi esposa, los cuales había soportado, tal vez con demasiada paciencia, desde el inicio de nuestra relación.
Sabía que la servidumbre había pedido el día libre así que yo mismo me preparé un refrigerio y me serví un vaso de jugo. Prendí la televisión del cuarto de estar, me quité la corbata y los zapatos, me tumbé en uno de los sillones y a los pocos minutos me quedé profundamente dormido.
Serían como las dos de la mañana cuando me desperté sobresaltado. Desde hacía unas semanas tenía un sueño recurrente en el cual, me enfrentaba a un enemigo que no podía ver claramente y a quién, por más esfuerzos que hacía, no atinaba a darle un sólo golpe.
Pensando que Alejandra habría llegado ya y, sin despertarme, se habría ido a dormir, me dirigí a la recámara. Un escalofrío me recorrió el cuerpo cuando me di cuenta de que mi mujer no había llegado todavía. No sabía en realidad lo que sentía, tal vez enojo, tal vez miedo, tal vez angustia, pero en el fondo de mi corazón sentí que algo había sucedido.
Pasé casi dos horas caminando por la casa considerando las posibilidades.
...