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BARBAS BREME


Enviado por   •  24 de Marzo de 2015  •  2.465 Palabras (10 Páginas)  •  354 Visitas

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En los bosques alrededor de la carretera de entrada a Filandia, en plena zona cafetera del Quindío, se ha vuelto común ver monos aulladores, armadillos, gallitos de roca y hasta especies amenazadas como la pava caucana.

Esto sucede desde que se conectaron los bosques de Barbas y Bremen, un proyecto que es considerado -entre los biólogos y ecólogos- como uno de los experimentos más exitosos de restauración de ecosistemas del país y también como la iniciativa más innovadora a la hora de persuadir a la gente para que le apueste en sus predios privados a la conservación.

Sin embargo, desde que se le entregó la licencia ambiental a un proyecto de tendido eléctrico de la Empresa de Energía de Bogotá, los temores de que el proyecto pase por en medio de esta zona se sumaron a una creciente tensión social en Quindío y Risaralda

Pero en medio de los dos bosques había una franja ancha de potreros resecos y pastizales, bordeando la carretera de diez kilómetros que lleva desde Filandia hasta la Autopista del Café entre Armenia y Pereira, y que impedía que las especies de un lado cruzaran al otro.

En ese momento nació un ambicioso proyecto para conectarlos mediante unos 'corredores biológicos', unos túneles vegetales que al ser poblados con las mismas especies terminarían entretejiendo los dos bosques y se convertirían en pasadizos para los animales y las semillas. Era la joya de la corona del Proyecto Andes, el primer gran proyecto del Instituto Humboldt.

La meta iba más allá de este rincón en el norte del Quindío. Al unir a Barbas con Bremen, se logró formar una cadena de bosques continua desde el cercano Parque Nacional Los Nevados hasta el del Cañón de Las Hermosas en el sur del Tolima, pasando por el santuario Otún Quimbaya y la reserva de la biósfera del Macizo Colombiano.

La idea era relativamente sencilla, pero requirió un aterrizaje complejo. Sobre todo porque la mayoría de esos predios son privados, por lo que tuvieron que convencer uno por uno y con fotos satelitales a sus propietarios. A cambio de su compromiso a cinco años y de permitir investigaciones científicas en sus predios, recibieron incentivos como un descuento del 30 por ciento en el impuesto predial.

Así nacieron los cuatro hilitos de bosque, de un par de kilómetros, que unen a Barbas con su gemela Bremen.

El primero, que nació hace unos ocho años y que los niños del pueblo bautizaron el corredor de los monos, es ya un bosque secundario, con árboles de diez metros de altura y lleno de los bejucos que usan los artesanos filandeños para tejer sus famosos cestos. Al recorrerlo, La Silla vio un mono aullador y una pava colorada, una de las especies amenazadas mundialmente junto con la tángara multicolor o la rana rubí que habitan en la zona.

El segundo, el de los laureles, es menos tupido pero ya tiene a sus árboles de tamaño definitivo. En el tercero, el de las pavas, comienzan finalmente a separarse del suelo tras 17 años los penachos de las palmas de cera trasplantadas allí. Y en el último, el de los colibríes, apenas están plantados desde hace tres años los árboles pioneros, que son las especies de crecimiento rápido yarumos, sietecueros y arbolocos- que dan forma al corredor antes de que se siembren las que requieren sombra y crecen con lentitud.

Afuera de estos, a un lado de la autopista del Eje Cafetero, se hizo otro experimento. El Humboldt convenció a los vecinos que les permitieran introducir unas “herramientas del paisaje” dentro del paisaje: cercas vivas de árboles nativos, siembra de árboles en los bordes de las cañadas, cerramientos completos de los humedales para que los animales no tomen el agua y promesas de no tocar los pequeños relictos de bosque que se mantienen. Es decir, pequeñas intervenciones que ayudan a prolongar los corredores de flora pero sin cambiarle el uso productivo a la zona.

Todo el tiempo lo hicieron mano a mano con la comunidad. Casi todos los árboles los sembraron con los niños del pueblo y los cultivaron en un vivero de especies nativas que llegó a ser el más grande de América Latina. Para que fuera durable, ayudaron a los filandeños a fomentar el ecoturismo y la cestería con los bejucos del bosque, una actividad tradicional que iba desapareciendo pero que resulta benéfica porque convierte a sus artesanos en guardabosques informales.

En total, se invirtieron a lo largo de cinco años alrededor de dos millones de dólares en un proyecto en el que trabajaron mano a mano el Humboldt, Parques Nacionales, la alcaldía y el consejo filandeño y las corporaciones autónomas de Risaralda y Quindío. El Banco Mundial y el Fondo para el Medio Ambiente Mundial (GEF) pusieron la plata para hacer los corredores, el gobierno holandés la de los paisajes rurales y la Fundación MacArthur gringa financió la estrategia de trabajo con las comunidades.

Aunque ya han pasado nueve años desde que comenzó el primer corredor, la restauración de un ecosistema es un proceso lento y no es fácil mostrar la evidencia exacta de su impacto. Pero los indicios son sólidos.

Han sido efectivos los corredores porque ya sabemos que algunas especies de aves están pasando y todo parece indicar que los monos también. Hay una osa de anteojos, con cachorro, a la que han visto pasar la carretera por los corredores.

Los monos aulladores, que no están amenazados pero que se convirtieron en la cara visible de Barbas-Bremen, están cruzando y eso ha permitido que se enriquezca su flujo genético. A los gallitos de roca, una especie muy huidiza y que nunca se había visto en Quindío hasta este proyecto, también los han visto atravesar y la zona ya fue declarada Área de Interés para la Conservación de las Aves (Aica) por Birdlife International.

Allaron un murciélago el de nariz ancha de Thomas- que no se había visto nunca en Quindío, otro que solo se observa por segunda vez. De las ocho especies endémicas de laureles, en dos se registró apenas el segundo árbol de la especie. De otras, como el manzano del monte y el cedro negro ambas escasas se toparon con poblaciones grandes y abundantes semilleros.

Con un sistema de fototrampas que han instalado en los corredores capturaron decenas de fotos de animales, desde guatis, chuchas locas, jaguarundis y dos especies de tigrillos, algunos de ellos observados por primera vez en la zona.

Eso es, según ellos, apenas una fracción de lo que podría haber. “Uno mete la mano en un saco y es lo que alcance a sacar. Puede haber diez veces más”, explica Hugo Mantilla, uno de los mayores expertos en murciélagos del país y presidente de la asociación nacional de investigadores en mamíferos.

El experimento fue considerado tan exitoso que los corredores se replicaron en Providencia,

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