Capítulo I El Protocolo

CAPÍTULO I

PLANTEAMIENTO DEL PROBLEMA

El protocolo desde la antigüedad

Es preciso dejar establecido ¿qué se entiende por Protocolo?, en ese sentido, desde la perspectiva de los autores, quienes desarrollan una exploración investigativa de carácter documental, interpretando los autores consultados, proponen como definición de protocolo al: Conjunto de reglas establecidas por los usos y costumbres, derivadas como consecuencia de una necesidad social. Estiman que el protocolo sirve para normalizar las relaciones entre las personas y entre las instituciones. Concluyen en que el objetivo fundamental del protocolo es el trato cívico entre los seres humanos en sus diversos ámbitos sociales.

El origen del protocolo, según Fernández y Vásquez (2012, p. 4), en: “Antecedentes históricos del protocolo y su influencia a través de la historia en los Estados, la sociedad y la política”, para el Anuario Jurídico y Económico Escurialense, España, tiene sus fundamentos en dos disciplinas sociales: la antropología y la sociología, ciencias estudiosas de la evolución de ser humano y su entorno, elementos estos constituyentes de lo que con el discurrir del tiempo se la ha conceptualizado como protocolo.

No obstante para otros especialistas como Sierra Sánchez y Sotelo González, el protocolo es la socialización y la ineludible responsabilidad de la jerarquización de las relaciones humanas en todas sus vertientes conocidas, ajustadas a los hábitos y costumbres de los espacios geográficos o sociales, donde el sujeto con su entorno desarrollan interrelaciones que conducen a una cadena de acciones y actividades de relaciones humanas y sociales que surgen de la necesidad de comunicarse, entenderse y conciliar visiones y posturas sobre determinas situaciones o condiciones que precisan de la búsqueda del equilibrio dentro de una relación socializada de sujetos.

Estudiosos del tema considera que el Protocolo surgió al mismo tiempo que la sociedad, en el instante mismo en el que germina un grupo de individuos que tienen que convivir y relacionarse entre sí, nace por la necesidad de vivir pacíficamente. En ese sentido, el Protocolo como palabra y significado existe en todos los países del Mundo y en todas las épocas de la historia. Testimonios escritos antiguos, certifican que las raíces del protocolo son anteriores a las evidencias escritas, por ejemplo en el Paleolítico que para sobrevivir había que relacionarse siguiendo modos de conducta establecidos. Sostienen especialista que desde tiempos inmemoriales existían términos y expresiones protocolarias que se pueden evidenciar en documentos y referencias escritas.

Según Fernández (Ob. Cit., p. 740), en archivos consultados por el autor, el primer Manual de Etiqueta data aproximadamente de 2000 años. Su autor fue Ptahotep, administrador y visir de Dyedkara-Isesi, faraón del Alto y Bajo Egipto durante la quinta dinastía que daba consejos como el siguiente: “Procura que tu pensamiento sea profundo y tu lengua parca en hablar, Guarda silencio porque es un don del que han de venirte muchos bienes”. Los egipcios en el año 3000 a.C. desarrollaron el primer protocolo y ceremonial de Estado: Batalla de Qadesh, 1279 a. C. entre Ramsés II y Khatussi III.

El protocolo define las manifestaciones externas e internas de las estructuras del poder y es el instrumento que permite que el orden y la eficacia comunicativa organizacional se hagan presentes en el correcto desarrollo de determinados actos públicos y privados. A pesar de su creciente importancia, esta disciplina aún busca el lugar que desde nuestro punto de vista le corresponde en un triple nivel: científico, profesional y académico. A través de la técnica del método de investigación.

La aproximación al estudio del protocolo resulta dificultosa por tratarse de una disciplina escasamente tratada a nivel científico y académico. Además, posee una terminología confusa (ceremonial, protocolo y etiqueta) y en ocasiones mal definida y con poco rigor científico. López Nieto (1985:11) ya expresaba que es una “materia que tropieza con la dificultad de estar poco tratada, tanto doctrinal como legalmente, y en uno y otro caso, a través de una terminología confusa y poco definida”.

Para Sierra Sánchez, dos (2) factores han influido para que exista una imprecisión en cuanto a la terminológica a la hora de definir el Protocolo:

- Planteamientos normativistas carentes de fundamentación científica con los que ha sido tradicionalmente abordada esta realidad.

- La multidisciplinariedad de esta disciplina (derecho, ciencias políticas, historia, comunicación…)

Sostiene Marchesi (1993, p. 12), como afianzador de lo sostenido por Sierra S., cuando manifiesta que cada autor de un libro de protocolo dará la definición, que de acuerdo con su criterio, se ajuste a la definición más exacta de lo que representa esta disciplina para quien tenga en ese instante la responsabilidad de definirla como concepto o como norma. A lo que podría agregarse que mientras más teórica sea la propuesta de conceptualización, más larga y difícil se hará la comprensión de su enunciado.

En este mismo sentido López Pérez (1990:157) indica la causa por la que, desde su punto de vista, existe esa variedad de definiciones, al sostener: “En la ley no existe una definición de que debe entenderse por protocolo, motivando que los distintos autores hayan formulado sus propias propuestas, que responden, como es lógico, a la idea que cada uno tiene sobre la materia”. De hecho, el propio Diccionario de la Real Academia Española, poco contribuye a clarificar el asunto, pues define “protocolo”, como “la regla ceremonial o palatina establecida por decreto o costumbre”.

En esa multiplicidad de definiciones, no se puede dejar por alto la propuesta por Benito (1996, p. 4) cuando deja este sostiene que el Protocolo es el: “conjunto de formalidades, determinadas

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