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Cazadores De Microbios


Enviado por   •  3 de Octubre de 2013  •  5.147 Palabras (21 Páginas)  •  303 Visitas

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INTRODUCCIÓN

Uno de los grandes maestros de la ciencia fue Lazzaro Spallanzani , quien revoluciono la teoría de la generación espontanea. En la actualidad sería muy raro escuchar que una rana se genera del barro o que el cadáver de un toro puede generar un enjambre de abejas, sin embargo, antes de Spallanzani se creía que dichas teorías eran correctas. A Spallanzani se le puede considerar uno de los creadores de la bacteriología debido a sus ingeniosos descubrimientos un siglo antes de Pasteur.

Spallanzani nació en Italia teniendo como padre a un abogado el cual trato de inducia a su hijo el gusto por las leyes, Spallanzani por satisfacer los deseos de su padre se hizo estudiante de derecho. Pero la carrera no le gustaba pero tiempo después entro a la Facultad de Ciencias.

Los maestros notaron de inmediato el genio que poseía para las ciencias y temían principalmente porque este malgastase tales dones.

Spallanzani negaba todas las teorías que escuchaba acerca de la generación espontánea ya que él conocía los increíbles experimentos de Redi, este puso en dos vasijas carne pero tapo una y la otra no, después de un tiempo la vasija destapada se lleno de larvas de mosca y la otra no.

Spallanzani fue un gran hombre de ciencia cuyas aportaciones sod relevantes para la microbiología, actualmente se puede admirar en el museo de Pavía el busto de este gran precursor de la bacteriología del siglo XVII.

CAPITULO II

LAZZARO SPALLANZANI

LOS MICROBIOS NACEN DE MICROBIOS

I

En 1729 nació en Italia otro cazador de microbios. Esta continuador de la obra de Leeuwenhoek era Lazzaro Spallanzani, un niño extraño que recitaba versos al mismo tiempo que hacía tortas de barro; que olvidó esos pasatiempos para realizar experimentos crueles e infantiles con escarabajos, sabandijas, moscas y gusanos, examinaba atentamente los seres vivos de la naturaleza: les arrancaba patas y alas y trataba, después, de volverlas a colocar en su primitivo sitio.

El joven italiano tuvo que sostener grande luchas con su familia para llegar a ser un cazador de microbios; su padre que era abogado quería que se interesara por los autos de procesamiento s, pero el jovenzuelo se dedicaba alanzar piedras planas rasando la superficie del agua, preguntándose por qué se deslizaban en vez de hundirse.

El joven Spallanzani estaba tan decidido a arrancar sus secretos de la naturaleza como lo estuvo Leeuwenhoek. Su padre le insistía en que estudiara leyes y el se hacia el interesado en los documentos legales, pero l que hacia en sus tiempos libres se dedicaba a estudiar matemáticas, griego, francés y lógica, y durante las vacaciones observaba las fuentes y el deslizarse de las piedras sobre el agua.

Lazzaro hizo una visita a Vallisnieri, el célebre hombre de ciencia, a quien dio cuenta de sus conocimientos. El hombre muy sorprendido le dijo que había nacido para ser un investigador científico pero el joven le contó el empeño con que su padre quería que siguiera con sus estudios, así que Vallisnieri indignado, fue a ver a su padre reconviniéndole por hacer caso omiso del talento natural de Lazzaro a obligarle a estudiar Derecho.

Spallanzani fue enviado a la Universidad de Reggio para emprender la carrera de ciencias. Libre de todo horror de un porvenir interminable entre embrollos jurídicos, puso a prueba toda clase de teorías, a destacar a todas las autoridades por famosas que fuesen, y frecuentó el trato de todo género de personas, desde obesos obispos, funcionarios y profesores, hasta actores extranjeros y junglares.

Una vez ordenado sacerdote y considerado como un creyente fanático, se entregó con ardor a poner en duda todo lo existente, sin aceptar nada como cierto, excepto la existencia de Dios. Antes de cumplir los treinta años fue nombrado profesor en la Universidad de Regio, allí fue donde dio comienzo a sus estudios sobre los animalillos, aquellos seres nuevos y pequeñísimos descubiertos por Leeuwenhoek, esos animalillos eran objeto de una controversia extraña, giraban en torno de esta cuestión: ¿Nacen espontáneamente los seres vivos, o deben tener padres forzosamente?.

II

Spallanzani negaba la posibilidad de la generación espontánea de la vida; ante la realidad de los hechos estimaba absurdo que los animales, aun los diminutos bichejos de Leeuwenhoek, pudieran provenir de un modo caprichoso, de cualquier cosa vieja o de cualquier inmundicia. ¡Una ley y un orden debían presidir su nacimiento; no podían surgir al azar! ¡Debe de ser posible llegar a conocer el origen de aquellos seres!

Una noche, en la soledad de su estudio, tropezó con un librito, que le mostró un nuevo procedimiento de atacar la cuestión del origen de la vida. El autor del libro no argumentaba con palabras, si no con que, a los ojos de Spallanzani, demostraban lo hechos con toda claridad.

El libro hablaba de la superstición que reinaba acerca de la generación espontánea de las larvas y de las moscas; decía como hasta los hombres más inteligentes creían que estos animales eran engendrados por la carne putrefacta. Par comprobar tomo dos tarros y puso en un carne en cada uno de ellos; deja descubierto el uno y tapa el otro con una gasa. Se pone a observar y ve como las moscas acuden a la carne que hay en el tarro destapado, y poco después aparecen en el las larvas y más tarde las moscas. Examina el tarro tapado con la gasa y no encuentra no una sola larva, ni una sola mosca. De ello resulta que las moscas tienen progenitores.

Spallanzani era perseverante tenía que demostrar que todos aquellos cuentos acerca de la generación espontánea de los animalillos eran precisamente cuentos y nada más “Si es que me propongo probar algo, no seré un verdadero hombre de ciencia sino aprendo a seguir los hechos a donde quieran llevarme.

En aquel mismo tiempo Needham refería como había tomado cierta cantidad de carne de carnero recién retirado del fuego, como había puesto el caldo en una botella y la había tapado perfectamente con un corcho para que no pudiera penetrar ni seres ni huevecillos de los existentes en el aire. Había calentado después de la botella y su contenido en cenizas calientes. Dejó en reposo el caldo y la botella por espacio de varis días, saco el corcho y, ¡oh, maravilla! al examinar el caldo al microscopio. Lo encontró

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