Ciencia De La Vida
blactakaster3 de Diciembre de 2012
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La Ciencia de la Vida
[Artículo por H. P. Blavatsky]
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¿Qué es la vida? Centenares de las mentes más filosóficas y una miriada de médicos eruditos y muy hábiles, se han hecho esta pregunta, la cual aun queda en suspenso. El velo que cubre al Kosmos primordial y los principios misteriosos de la vida de éste, jamás se han descorrido de forma que satisfaga a la ciencia honrada y seria. Mientras más los científicos autorizados tratan de penetrar las anfractuosidades kósmicas oscuras, más intensas se vuelven estas tinieblas, ofuscándoles la vista. Podríamos compararlos con los buscadores de tesoros que vagaron por los mares a fin de encontrar lo que estaba sepultado en su jardín.
Entonces, ¿qué es esta ciencia? ¿Es la biología o el estudio de la vida en su aspecto general? No. ¿Es la fisiología o la ciencia de la función orgánica? Tampoco; ya que la primera deja el problema como el enigma de la Esfinge y la segunda es más la ciencia de la muerte que de la vida. La fisiología se basa en el estudio de las distintas funciones orgánicas y de los órganos necesarios para que la vida se manifieste. Sin embargo, lo que la ciencia llama materia viva es, en realidad, materia muerta. Cada molécula de los órganos vivientes contiene el germen de la muerte y empieza a fallecer en el momento en que nace, dando la oportunidad de vivir a su molécula sucesora, la cual perecerá también. Un órgano, una parte natural de cada ser viviente es, simplemente, el medio de alguna función particular en la vida y es una combinación de dichas moléculas. El órgano vital, el entero, se pone la máscara de la vida, ocultando el constante decaimiento y la muerte de sus partes. Por lo tanto, el binomio biología y fisiología no es la ciencia, ni siquiera la rama de la Ciencia de la Vida, sino sólo la ciencia de las apariencias de la vida. Mientras la verdadera filosofía es como Edipo delante de la Esfinge de la vida y no se atreve a pronunciar la paradoja contenida en la respuesta al enigma proferido, la ciencia materialista, arrogante como siempre, sin dudar por un momento de su sabiduría, se "biologiza" a sí misma y a muchos otros en la creencia de que ha resuelto este grandioso problema de la existencia. En realidad, es probable que jamás se haya acercado, ni siquiera a su umbral. Seguramente, nunca podrá promover la verdad, tratando de engañarse a sí misma y a los incautos diciendo que la vida es simplemente el resultado de la complejidad molecular. ¿Es la fuerza vital realmente un simple "fantasma," según la define Du-Bois Raymond? Ya que su invectiva de que la "vida," como algo independiente, es sólo un remanso de la ignorancia de los que buscan refugio en las abstracciones cuando es imposible alcanzar una explicación directa, se aplica con mucha más intensidad y justicia a esos materialistas dispuestos a obcecar la gente a la realidad de los hechos, sustituyéndolos con palabras altilocuentes. Una de las cinco divisiones de las funciones de la vida, cuyos nombres pretenciosos son: Archebiosis (origen de la vida), Biocrosis (fusión de la vida), Biodiaeresis (división de la vida), Biocaenosis (renovación de la vida) y Bioparodosis (transmisión de la vida), ¿ha, acaso, jamás ayudado a un Huxley o a un Haeckel a hurgar más plenamente el misterio de las generaciones de la humilde hormiga, por no hablar del ser humano? Es cierto que no; ya que la vida y todo lo que le pertenecen, es parte integrante del dominio legal del metafísico y del psicólogo y la ciencia física no puede reclamarlo. "Lo que ha sido es lo que será y lo que ha sido ya tiene un nombre: Hombre." Esta es la respuesta al enigma de la Esfinge. Pero en tal caso, el término "hombre" no se refiere al ser físico, por lo menos cuando hablamos desde el punto de vista esotérico. Los escalpelos y los microscopios pueden solucionar los misterios de las partes materiales de la vestidura del ser humano, pero jamás podrán abrir una ventana en su alma y a través de ella tener—aunque sea en pequeña medida—una visión, de cualquiera de los amplios horizontes del ser.
Los únicos pensadores que reciben alguna recompensa son los que, ateniéndose a la frase del oráculo délfico, han conocido la vida en sus yoes internos, estudiándola meticulasamente en sí mismos antes de tratar de delinear y analizar su reflejo en sus vestiduras externas. Análogamente a los filósofos del fuego medioevales, han soslayado las apariencias de la luz y del fuego en el mundo de los efectos, concentrando su plena atención sobre los entes arcanos productores. Entonces, al percatarse de que se remontaban a la causa abstracta, han probado a sondear el Misterio, cada uno en conformidad con sus capacidades intelectuales. Así se cercioraron de que (1) el mecanismo, aparentemente vivo, llamado hombre físico, es meramente el combustible, el material con el cual la vida se alimenta para poder manifestarse y, (2) mediante éste, el ser interno recibe, como recompensa, la posibilidad de acumular ulterior experiencia de las ilusiones terrenales que llamamos vidas.
Uno de dichos filósofos es, innegablemente, el gran novelista y reformador ruso: Conde León Tolstoi. El estudio de algunos fragmentos de una conferencia que presentó en Moscú ante la Sociedad Psicológica local demostrará cuán cercanas son sus ideas con las enseñanzas esotéricas y filosóficas de la Teosofía superior.
El Conde, hablando del problema de la vida, invita a su audiencia a admitir, en gracia al argumento, una imposibilidad. El orador dice:
"Supongamos, por un momento, que todo lo que la ciencia moderna anhela aprender sobre la vida ya lo aprendió y ahora lo sabe; que el problema se ha convertido tan diáfano como el día; que se ha aclarado el asunto de cómo la materia orgánica, mediante una simple adaptación, procede de la materia inorgánica; que es cristalino como las fuerzas naturales pueden transformarse en sentimientos, voluntad, y finalmente todo esto es aceptado, tanto por estudiantes de ciudades, como los de pequeñas escuelas campesinas.
Así, estoy consciente de que tal y tal pensamiento y sentimiento deriva de tal y tal movimiento. Bien: ¿y luego qué? ¿Puedo o no puedo producir y guiar tales movimientos para poder estimular en mi cerebro los pensamientos correspondientes? La cuestion: cuáles son los pensamientos y los sentimientos que debería generar en mí y en los demás, sigue, no sólo sin resolverse, sino que sigue intocada.
Todavía esta cuestión es la interrogante fundamental acerca de la idea central de la vida.
La ciencia ha elegido como su objetivo unas pocas manifestaciones que acompañan a la vida y, confundiendo14 la parte por el entero, ha llamado estas manifestaciones la vida en su totalidad [...]
La cuestión indisoluble desde la idea de la vida, no es de dónde procede esta última, sino ¿cómo se debería vivirla? Sólo usando esta pregunta como punto de partida, es posible esperar llegar a alguna solución en el problema de la existencia.
La respuesta a la interrogante: '¿Cómo deberíamos vivir?,' parece muy simple para la persona que no la estima digna de consideración.
[...] Uno debe vivir lo mejor que puede y basta. A primera vista parece simple y de dominio público, sin embargo no es tan sencillo, ni consabido como uno puede imaginar [...]
Al principio, para el ser humano, la idea de la vida parece un asunto muy simple y evidente. En primer lugar, considera que la vida reside en sí mismo, en su cuerpo. Sin embargo, tan pronto como uno empieza a buscar esa vida en algún sitio particular del cuerpo, incurre en dificultades. La vida no está en el pelo, en las uñas, en el pie, en el brazo, ambos amputables, no está en la sangre, en el corazón, ni en el cerebro. Está por todas partes y por ningún lado. En síntesis: la Vida no es localizable en ninguna de sus moradas. Entonces, el ser humano empieza a buscar la vida en el Tiempo. También esto, al principio, parece un asunto simple [...] Sin embargo, cuando empieza su búsqueda, percibe que la cuestión es más complicada de lo que pensaba. Según mi documento baptismal he vivido 58 años, pero sé que de entre estos 58, he pasado durmiendo al menos 20. ¿Entonces cómo? ¿He vivido todos estos años o no? ¿Si deducimos los meses de gestación y aquellos pasados en los brazos de la nana deberíamos llamarlos también vida? Nuevamente, de entre los remanentes 38 años, sé que una mitad de ese tiempo la pasé durmiendo, aun siendo activo y por lo tanto, en este caso, no puedo decir si durante tal lapso viví o no. Puede haber sido un alternarse entre la vida y el estado vegetativo. Nuevamente, uno se percata de que la vida, tanto en el tiempo como en el cuerpo, se encuentra por todas partes y en ningún lado. Entonces, surge naturalmente la cuestión: ¿de dónde proviene esa vida que no puedo reconducir a ninguna parte? Ahora empezaré a aprender [...] Sin embargo, aun en esta coyuntura, lo que al principio me parecía simple, ahora parece imposible. No cabe duda que estuve buscando algo distinto de la vida. Entonces, una vez que debemos ir en pos de los paraderos de la vida, si buscar debemos, no habría que dirigirse hacia el espacio ni el tiempo, ni siquiera a la causa y al efecto, sino que deberíamos seguir a algo que conozco en mí, independiente de espacio, tiempo y causalidad.
Lo que nos queda por hacer es estudiar el yo. ¿Pero cómo puedo conocer la vida en mí?
He aquí como: en primer lugar, sé que estoy vivo y vivo deseando para mí todo lo que es bueno. Deseo esto desde que tengo conciencia de mí y persiste de día y de noche. Todo lo que vive fuera de mí es importante a mis ojos sólo si coopera con la creación
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