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Ciudadanía Y Sociedad Civil

loreroci12 de Febrero de 2013

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INTRODUCCIóN

En el contexto de las reformas estructurales liberalizadoras y de las

reformas a las reformas, promovidas por las agencias internacionales

(Banco Mundial, Banco Interamericano de Desarrollo, Fondo

Monetario Internacional, Conferencia Económica para América

Latina y el Caribe de las Naciones Unidas (cepal), a finales de los

años noventa cobró fuerza, en algunos sectores académicos y políticos,

la idea de que el capital social era un factor que no había sido

suficientemente incorporado en la promoción del desarrollo. Con

el auspicio financiero de los gobiernos de Noruega y Dinamarca,

el Banco Mundial emprendió una serie de estudios e investigaciones

para apuntalar esta teoría (Grootaert, 1998 y 2001; World Bank,

1998a, 1998b, 1999).

Portes –un autor que ve con suspicacia el súbito auge de la teoría

del capital social– opina que este boom se debe al énfasis en

los efectos positivos de la sociabilidad y al bajo nivel de inversión

económica que implica como solución para los problemas sociales

(Portes, 1998: 2-3). Harriss (2002) y DeFilippis (2001) ven en

la teoría del capital social una cortina de humo disparada por el

Banco Mundial y otros actores para ocultar los conflictos ocasionados

por las asimetrías de poder y recursos que han transido a

las sociedades.

La expresión “una espada de dos filos” fue usada por Woolcock y Narayan

(2000: 231). Portes también advierte que “la sociabilidad corta

por ambos lados” (Portes, 1998: 18), para referirse a los efectos positivos

y negativos del capital social.

10 capital social: una espada de dos filos

En respuesta a sus críticos, los promotores de la teoría del capital

social han incorporado, parcialmente, algunas de las advertencias:

han establecido controles para el efecto del capital social

al incluir a otras variables en los modelos de investigación (el capital

humano, el capital físico, los factores sociodemográficos, etc.);

han distinguido entre el capital social y sus efectos; han rastreado

el origen histórico del capital social, etc. (cfr. Portes, 1998: 18-21;

Grootaert, 2001). Sin embargo, algunos señalamientos permanecen

inadvertidos: los efectos negativos del capital social (exclusión

de no-miembros, fortalecimiento de clientelismos y caciques, entre

otros, cfr. Portes, 1998; Durston, 2005) han sido enunciados, pero la

mayor parte de las veces se desdibujan de la problematización en

las investigaciones efectivamente emprendidas.

Al mismo tiempo, el supuesto de que el capital social contribuye

al desarrollo sigue siendo impulsado y filtrado en los programas

sociales en América Latina (Bebbington, 2005; Arriagada

y Miranda, 2005). En nuestro país, este supuesto se ha convertido

en eje central de algunos programas, especialmente en la

Secretaría de Desarrollo Social (sedesol) (indesol, 2006; Loría,

2003; sedesol, 2008). Las repercusiones de esta agenda no nos

son ajenas. Desde el equipo del Centro de Investigación y Formación

Social (cifs) del iteso (Instituto Tecnológico y de Estudios

Superiores de Occidente) he participado como promotor de

cooperativas y como asesor del gobierno municipal de Atemajac

de Brizuela en la administración pasada (2004-2006). En este

municipio hemos desarrollado un proyecto de promoción de

cooperativas de producción –nueve formalmente constituidas–

con distintos productos: fustes y sillas para montar, artesanías

textiles, dulces y quesos de producción artesanal, miel, bufandas,

ladrillos, muebles de madera. En el año 2007, en números

redondos, participaban 100 personas, alrededor de 70 de ellas

mujeres. Este proyecto se implementó con financiamiento de la

Secretaría de Desarrollo Social, bajo el supuesto de que el capital

social contribuye al desarrollo; entendido el capital social como

“normas, confianza y redes que promueven la cooperación” (es

decir, en consonancia con Putnam) (Secretaría de Desarrollo Social,

2006; indesol, 2006; Loría, 2003).

La aparente sobredeterminación del capital social como factor

para el desarrollo de localidades marginadas, que contrasta con la

INTRODUCCIÓN 11

no tan exitosa experiencia en este municipio de Jalisco, ha sido la

principal motivación para desarrollar esta investigación.

Después de una revisión de la literatura sobre el capital social

y su incidencia en el desarrollo, y de una continua problematización,

nos pareció pertinente establecer una especie de diálogo con

un cuerpo de investigaciones que realizó el Banco Mundial en tres

países pobres (Bolivia, Burkina Faso e Indonesia), el Local Level Institutions

Study (llis) (Grootaert, 2001). Estos estudios tenían como

principal propósito medir el impacto de las asociaciones locales en

el bienestar de los hogares, en las estrategias domésticas, pero no

se había hecho una distinción explícita entre estrategias de sobrevivencia

y de promoción social. Además, otros aspectos señalados

por los críticos habían quedado fuera de la problematización y de

la operacionalización de conceptos. Por ello, me propuse como objetivo

general de esta investigación evaluar si el capital social potencia

la capacidad de los hogares pobres de Atemajac de Brizuela

para desarrollar estrategias de promoción social. También me propuse

evaluar el impacto de las asociaciones locales en las estrategias

domésticas de Atemajac en comparación con los hallazgos

del estudio emprendido por el Banco Mundial (llis). La intención

era ofrecer elementos para las discusiones sobre el rol del capital

social en las estrategias domésticas de localidades marginadas, así

como aportar información que alude a valorar el supuesto carácter

de bien público del capital social y la pertinencia de su inserción

en políticas de combate a la pobreza y promoción del desarrollo.

Como en casi toda investigación, la puesta en marcha nos condujo

a profundizar no sólo en estos aspectos, sino también en otros más

que descubrimos como relevantes, como la irregularidad empírica

del impacto en el bienestar de los hogares de la variable “membrecía”,

uno de los componentes del índice de capital social (cfr.

especialmente los capítulos 3, 4 y 5).

Decidimos desarrollar la investigación en la localidad cabecera

de Atemajac de Brizuela, en función de la experiencia de trabajo

en este municipio y por ser una localidad con alto grado de marginación,

con proyectos de desarrollo impulsados bajo la lógica del

supuesto “capital social contribuye al desarrollo”, y, finalmente,

por contar con un antecedente de investigación sobre el impacto

del Programa Oportunidades en las estrategias domésticas en una

localidad vecina, del mismo municipio (Gómez y Padilla, 2006).

12 capital social: una espada de dos filos

Aunque se trata de una investigación más de carácter sincrónico,

el estudio se enmarca en el periodo 2002-2007 por dos razones:

el estudio del llis (aunque sincrónico también) incorporaba preguntas

que involucraban cambios en la existencia y uso del capital

social en los últimos cinco años (tomando como referencia el

año en que se realizó la investigación), y porque el presupuesto

“el capital social contribuye al desarrollo” fue incorporado en los

programas del gobierno federal mexicano a partir del año 2001

(Programa Nacional de Desarrollo Social 2001-2006. superación de la

pobreza: una tarea Contigo, citado en Loría, 2003: 13). Además, los

críticos advierten de la necesidad de rastrear el origen histórico

del capital social para poder establecer una relación causa-efecto

entre el capital social y sus supuestos efectos (Portes, 1998: 18-21).

El trabajo que presento está compuesto de la siguiente manera:

En el primer capítulo se hace un esbozo del campo problemático

capital social y desarrollo, se delimita el ámbito teórico en el que se

desarrolla la investigación y se justifica la opción de dialogar con

el estudio del Banco Mundial ya mencionado. Se exponen la estrategia

metodológica y las técnicas utilizadas para la producción

y el análisis de los datos. Se operacionalizan los conceptos principales

(capital social y capacidad para desarrollar una estrategia

doméstica de sobrevivencia o de promoción social), se establecen

los objetivos general y particulares y las preguntas e hipótesis de

la investigación.

El segundo capítulo es una contextualización socioeconómica.

Las estrategias domésticas no se realizan en el vacío, sino en interacción

con estructuras de oportunidades ofrecidas por el Estado,

el mercado y la comunidad (Filgueira y Katzman, 1998; Katzman,

1999 y 2000). Para lograr los objetivos de investigación propuestos,

pareció atinado desarrollar un capítulo completo que contextualizara

las estrategias domésticas de Atemajac

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