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Desordenes Digestivos

freider_duarte26 de Noviembre de 2013

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Republica de Bolivariana de Venezuela

Ministerio Popular para la Educación y Deporte

U.E Juan Jacobo Rousseau

3 año “A”

Elaborado Por: Freider Duarte

José Hernández

Alain Lemus

Stefano Micciche

Carabobo - Valencia

Introducción

El siguiente trabajo tiene como objetivo informar sobre el desorden del aparato digestivo (de órganos: boca, faringe, esófago, estómago, intestino delgado e intestino grueso encargados del proceso de transformación de los alimentos para que puedan ser absorbidos y utilizados por las células del organismo) Sus síntomas, características efectos en la salud mental y su dieta.

A menudo pacientes diagnosticados de migrañas, cefaleas o fibromialgia presentan además síntomas digestivos acompañantes como: dolor abdominal, hinchazón de abdomen, gases, flatulencia, acidez, estreñimiento y/o diarreas, digestiones lentas o pesadas, o incluso sobrepeso u obesidad. Otras veces estos síntomas digestivos se presentan solos. Normalmente en estos pacientes los estudios realizados por especialistas en aparato digestivo son rigurosamente normales, descartándose una patología orgánica de base del tubo digestivo que pudiera explicar los síntomas, y siendo diagnosticados frecuentemente de “intestino irritable”, “dispepsia”, “digestiones lentas”, “intestino vago o perezoso” o “hernia de hiato”.

En estos pacientes existen mecanismos inmunoalérgicos que pueden explicar estos síntomas. En su mayor parte, se deben a una sensibilización a determinados alimentos o alérgenos, que les estarían provocando estos síntomas al activar una respuesta inmunológica sobre todo a nivel intestinal. Son pacientes que han perdido los mecanismos de tolerancia inmunológica y presentan por tanto alergias o intolerancias a determinados alimentos o parte de los mismos.

Es importante saber cómo tratar y conocer información sobre los desordenes del sistema digestivo ya que estos son muy comunes porque que afectan a muchos que no tienen una alimentación adecuada.

Los expertos dicen que A menudo la dieta es el culpable de esto. Nosotros comemos demasiados alimentos procesados y azúcar, y no comemos suficiente fibra, frutas y vegetales. Esto nada más puede resultar en el estreñimiento. Los malos hábitos al comer, tal y como el comer muy rápido o irregularmente, también forman parte del problema. Además, los parásitos son un problema bien grande, y casi desconocido. Otros factores de riesgo son la falta de ejercicios, los efectos de medicamentos vendidos con o sin receta médica, el fumar, el estrés y el alcohol.

Historia

Desde la antigüedad son conocidas las reacciones adversas producidas por alimentos. Ya en el 2500 A.C. con la Medicina China (Sheng-Nung), posteriormente con la Medicina asirio-babilónica (1750 - 562 A.C.), pasando por la Medicina de Egipto (2000 - 1200 A.C.), y hasta llegar a la Medicina griega.

Entre los griegos cabe destacar a Asclepio y a Hipócrates, quien fundó la Escuela Hipocrática. A través de sus estudios consiguió recopilar todo el saber de la medicina de los siglos anteriores en el Corpus Hipocraticum. En alguno de sus escritos, como el Tratado del pronóstico y Aforismos, a parte de describir por primera vez el asma, del que cita sus síntomas, se describen reacciones adversas a alimentos, concretamente a la leche de vaca (1).

Posteriormente con el esplendor de la civilización romana, el primer Emperador de Roma, Augusto (27 A.C. 14 D.C.), sufría desde su niñez bronquitis, eccema y colitis, síntomas que parecen indicar una más que probable intolerancia o alergia a alimentos (2).

Galeno de Pérgamo, que llegó a ser médico personal del emperador Marco Aurelio (s. II D.C.), describe también la patología producida por la leche de vaca.

Pero no es hasta el s. XVI cuando encontramos en la literatura médica un cuadro clínico de anafilaxia atribuída a la ingesta de huevo, que es descrito por primera vez por Marcello Donati y posteriormente en el s. XVII por Philipp Sachs pero en esta ocasión producido por la ingesta de pescado (3).

Y así sucesivamente y sobre todo a lo largo del siglo XX se incrementan las publicaciones sobre reacciones producidas por alimentos: Moro, en 1906, describe reacciones producida por la leche de vaca y anticuerpos precipitantes para la misma; Piness y Millar, en 1925, para huevo; De Besche, en 1937, describe reacciones con el pescado como antígeno alimentario y por inhalación. A finales del siglo XIX y principios del XX es cuando se delimitan los conceptos de anafilaxia, alergia y atopia y se les supuso una base inmunológica.

Vemos, por tanto, cómo a lo largo de los años se han ido describiendo una mayor variedad de manifestaciones clínicas atribuidas a los alimentos: síntomas respiratorios, cuadros cutáneos, síntomas gastrointestinales, trastornos hematológicos, etc. Un amplio abanico de síntomas y cuadros que van desde los más leves como el Síndrome de Alergia Oral (SAO) hasta los más graves, como el shock anafiláctico, que puede tener un desenlace fatal.

Dada la importancia que estos cuadros han ido adquiriendo, no es de extrañar que el esfuerzo del médico se haya centrado en encontrar el alimento o el componente del mismo implicado en estas reacciones. Pero en ocasiones esto puede ser bastante complicado, ya que, a veces, son muchos los compuestos o nutrientes que forman el alimento y porque, además, éstos se nos pueden presentar bajo aspectos distintos, enmascarados u ocultos (6, 7).

En un principio, el diagnóstico de estos cuadros se basaba en la sospecha del alimento implicado mediante la historia clínica y la realización de dietas de exclusión y reintroducción del mismo, con el riesgo que esto podía suponer para el paciente. No existían por tanto unos parámetros objetivos que pudieran ayudar a los clínicos en tan ardua tarea. Y no será hasta el siglo pasado, cuando se producen avances, a raíz de importantes descubrimientos, que provocarán un antes y un después en el diagnóstico de estas enfermedades producidas por los alimentos. Con estos descubrimientos, se abre el camino para entender algunos de los mecanismos por los que se producen las reacciones alérgicas y se empiezan a desarrollar las primeras técnicas de diagnóstico in vitro de estas enfermedades. Algunas de ellas nos dan información sobre la reacción antígeno-anticuerpo: medición de IgE sérica, IgE específica o IgG; otras, sirven para medir los mediadores que se liberan en estas reacciones: Test de liberación de Histamina, Determinación de Triptasa o Leucotrienos, Test de activación de basófilos, etc.

Todos estos avances científicos, fundamentados en gran parte en la observación clínica de los pacientes a lo largo de los siglos, han contribuido de manera muy importante para lograr un mayor conocimiento de las enfermedades producidas por alimentos. Al mismo tiempo, se han abierto nuevos e interesantes interrogantes como son: conocer los fenómenos de reactividad cruzada y el papel que los denominados panalérgenos; entender cuál es el mecanismo por el que algunos alimentos provocan determinadas enfermedades; o seguir investigando para conseguir nuevas y mejores técnicas diagnósticas. Esto permitiría llegar hasta el diagnóstico molecular de las intolerancias alimentarias, estableciendo posibles perfiles de sensibilización y, quizás en un futuro, desarrollar terapias individualizadas, hechas a la medida de cada paciente.

Desordenes del sistema digestivo

Estos se caracterizan principalmente por ser causados por una mala alimentación.

Gases Intestinales

Algunas enfermedades pueden efectivamente producir gas intestinal excesivo y de peor olor. A su vez, cuando el gas intestinal no se puede eliminar fácilmente, se acumula en alguna parte del tubo digestivo, causando distensión y malestar abdominal. A veces, algunas personas pueden ser más sensibles a la presencia de gas intestinal y sentirlo como una sensación no placentera. Si bien generalmente el gas intestinal no es un signo de problema médico, a veces si puede serlo.

¿Cómo se genera el gas Intestinal?

El gas en la parte alta del intestino (estómago) se genera por deglución normal o involuntaria de aire ambiental (aerofagia). Cada vez que tragamos alimento (o saliva), ingresa también aire al estómago. El gas en el estómago pasa al intestino delgado, donde gran parte es absorbido; una parte pequeña puede llegar al intestino grueso (colon).

En algunas personas, parte del gas en el estómago es eliminado por la boca(flatos o eructos) en vez de pasar al intestino delgado. Esto puede ser más o menos frecuente y ocurre por múltiples razones. Algunas situaciones facilitan tragar aire en forma exagerada: mascar chicle, fumar, sinusitis con secreción nasal que se deglute, estrés psicológico, comer muy rápido, consumir bebidas

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