Destresas
siilviaibarra18 de Mayo de 2014
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Destrezas básicas: Las destrezas de asociación
Destrezas y tareas
Pueden elaborarse y compilarse “listas” de conocimientos, destrezas y valores necesarios para el trabajador, basándose en la distinta importancia que los planes políticos, la comunidad local y los grupos dirigidos por usuarios o por cuidadores otorguen a la función y a la responsabilidad de un patrón concreto, la pericia y las necesidades de un grupo de usuarios del servicio o de cuidadores.
Nuestro enfoque ha consistido en identificar las áreas de destreza más generales y transferibles que son coherentes con nuestra visión de cometido de trabajo social, y, en consecuencia, puede dar la sensación de hayamos descuidado algunas áreas más específicas.
Las destrezas básicas como fundamento
Identificamos aquí las destrezas básicas sobre las que los trabajadores sociales y los equipos pueden construir sus propios repertorios detallados de aptitudes, conocimientos y comportamientos más específicos.
Las destrezas de asociación son los fundamentos de una práctica adecuada, que necesitan los trabajadores para entablar y mantener unas relaciones eficaces.
Empatía
Antes de continuar será necesario separar dos conceptos que a veces se confunden, empatía y simpatía. Mientras el primero hace referencia a una capacidad, el segundo se refiere a un proceso absolutamente emocional que posibilita que percibamos los estados de ánimo del otro, pero no exige que los comprendamos.
La Inteligencia emocional es el sistema en el que se engloban todas las habilidades relacionadas con la comunicación entre el individuo y los sentimientos (ya sean propios o ajenos). Está compuesta por cinco destrezas: autoconciencia (comprender el origen de los sentimientos), control emocional (aprender a canalizar positivamente las emociones), motivación (encontrar razones para la superación y tener la capacidad de motivar a otros), manejo de las relaciones (relacionarse sanamente, respetando a los otros y haciéndose respetar). La empatía, es la quinta habilidad, y es la que nos permite percibir los sentimientos de los otros y hacer que se sientan menos solos. No es un don, todos podemos desarrollarla si lo deseamos, basta con abrir la mente e intentar captar la vida del otro desde su perspectiva y no desde nuestros ojos.
En nuestro día a día familiar no hacemos otra cosa que negociar, y tenemos más o menos éxito según tengamos en cuenta las características únicas de cada miembro con el que tratamos. En los negocios ocurre exactamente lo mismo, pero añadimos “el más difícil todavía”: debemos convencer a alguien que no conocemos de nada. Contrariamente a lo que ocurre con nuestros familiares, no sabemos qué cosas le gustan, cuáles le han podido suponer un trauma, qué actitudes le parecen reprochables o cuál es su escala de valores.
Conclusión
Los mejores negociadores no tienen por qué ser líderes o personalidades arrolladoras, sino más bien personas empáticas, a las que no les cuesta demasiado ponerse en el lugar del interlocutor. El gran negociador es un gran camaleón. Sabe adoptar un perfil bajo cuando la situación lo requiere y es flexible sin caer en el servilismo. Una personalidad carismática es una ventaja a tener en cuenta, pero siempre como elemento diferenciador una vez se ha entrenado la empatía. Se debe evitar que el personalismo derive en un negociador inflexible o que una personalidad arrolladora parezca vacía o demasiado emocional, alguien con quien no querríamos hacer negocios. Entrenar esta destreza es posible, y requiere grandes dotes de abstracción.
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