EL CEREBRO MATERNAL

EL CEREBRO MATERNAL

No hay amor más grande que, el que una madre siente hacia sus hijos, pero de donde proviene tanto amor, protección, cuidados y dedicación, que el ser madre representa para ellos.

Se llevaron acabo diversas investigaciones en las que se han probado que en el cerebro se puede detectar, si una mujer a tenido hijos, ninguno o varios, incluso si la madre adopto a uno, pues en ella igualmente se desarrolla esa vinculación afectiva que deja huella en este mismo, la cual se desarrolló desde el preciso momento del contacto físico con el niño, pero esto nos lleva a algo mas profundo que es el amor entre dos seres del sexo opuesto, en el cual a través de una combinación de hormonas la mujer y el hombre están listos para la fecundación, la unión, en la cual en ese mismo momento el cerebro se prepara para la maternidad, que con el paso del nacimiento se corta, pero de inmediato surge con el contacto del niño y mas aun con la lactancia, ya que en ella se conjuga la unión de ese nuevo ser y su madre, desarrollándose un cerebro maternal.

Pero que dolor tan grande es cuando una madre pierde a su niño antes de nacer, ya que como su cerebro estaba preparado para la maternidad, ésta cae en crisis, perdiendo por completo la felicidad, y si llegase a suceder un aborto provocado es un drama total para él, el cual pierde totalmente su armonía poniendo a esta en una situación de desequilibrio, que la puede arrastrar con un gran sentimiento de culpa al suicidio.

Que tan importantes son los abrazos, las caricias, los besos que una madre debe tener para con sus hijos, pues nada menos que la felicidad total, el éxito y la armonía en la vida del ser humano; la falta de estos vínculos afectivos hace un niño con baja autoestima, bajo rendimiento escolar y una persona totalmente infeliz. Es por eso que mujeres y madres no podemos ni debemos estar de acuerdo con el aborto, no debemos permitir tanto dolor y sufrimiento, al contrario debemos llenarnos de felicidad cuando nos percatamos que estamos embarazadas y seguir las instrucciones de amor, ¡que nos manda el cerebro!.

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