ENSAYO SOBRE LAS ENFERMEDADES DE LA CABEZA1 (1764)
nadiequenadaEnsayo27 de Marzo de 2020
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Affectio Societatis
CLÁSICOS DEL PSICOANÁLISIS
Nº 15/ diciembre 2011 1 ISSN 0123-8884
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ENSAYO SOBRE LAS ENFERMEDADES DE LA CABEZA1 (1764)
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Immanuel Kant
Podría pensarse que nada más distante para el filósofo del proyecto crítico que un interés por las enfermedades de la cabeza o nada tan distante de las ciencias psi como la propuesta filosófica sobre las mismas. Razones que, en el fondo, denuncian la profunda división que han sufrido los saberes en nuestra modernidad y el celo militante que mira con desconfianza lo que no es propio de un campo específico, que invalida las relaciones
posibles de una parcela que no sea la propia. La atomización de los saberes ha hecho olvidar la profunda y fundamental relación de las teorías que se elevan a la dignidad de universales con la totalidad de los saberes, es decir, con la singularidad específica que caracteriza el saber distribuido en secciones ultra refinadas.
Olvidan estas últimas que tienen una estrecha relación a la racionalidad y sus múltiples formas de encarnar y encarar el mundo, su producto, sin poder agotar ni lo tratado como objeto de investigación ni el tratamiento por el fundamento de la verdad; olvidan que siempre existe un antecedente a lo tratado de manera específica en la tradición, y que estos tratamientos sirven no sólo para rehacer la historia de lo propio, sino que en muchas ocasiones sirven para despejar la oscuridad que el tiempo actual signa sobre algunos tópicos.
Este es el caso del Ensayo sobre las enfermedades de la cabeza, escrito por Kant en el año 1764. Texto que, perteneciendo a lo que se ha dado en llamar el periodo pre-crítico, no desobedece al estatuto de la crítica que posteriormente el genio kantiano hará sistema. Un interés por lo que desafía el poder de la razón y sus principios conduce al filósofo a interesarse por las enfermedades de la cabeza, por los extravíos de la razón que despojados de su carácter mítico–religioso y del mundo de los excesos han de hallar su fuente, su origen, su etiología si se quiere, en lo concreto que encarna al alma y su razón: el cuerpo.
No importa, por lo menos aquí, la reconstrucción de los antecedentes que el propio Kant conoce para sostener que la etiología de las enfermedades de la cabeza está en el cuerpo, y de manera muy localizada, en el disfuncionamiento del aparato digestivo2, mas lo que si ha de resaltarse es fundamento empírico que soporta la afirmación, con lo cual de una u otra manera está jugado del lado de una psiquiatría organicista y funcional; empero, esta afirmación es también puesta en entredicho cuando el propio Kant sostiene que la facultad de la imaginación hace presencia en la sensibilidad y contribuye a la creación de sus objetos. Afirmación que desajusta la aseveración sobre la procedencia de la enfermedad
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- Este ensayo es extraído del texto: Immanuel Kant, Ensayo sobre las enfermedades de la cabeza, Alberto Rábano Gutiérrez y Jacinto Rivera de Rosales (Trads.), Madrid: A. Machado Libros, 2001.
- En 1758 aparece en Inglaterra el libro de Battie, médico y teórico, A treatise of madness, en el cual sostiene que la causa última de la sensación no puede ser la recepción de los objetos que en apariencia son indispensables para producirse la percepción. Se sostenía la imposibilidad de una percepción que no tuviese un objeto externo, sin embargo, el análisis de los “locos” le permitirá sostener que estos perciben en ausencia de objetos físicos externos. Con derecho es reconocido como el primer tratado de psiquiatría, en tanto es tratada de manera amplia la locura como enfermedad típicamente mental. Quizá sea mucho arriesgar que el maestro de Konisberg haya leído este tratado, sin embargo, se puede intuir la similitud de alguno de los argumentos de uno y otro. Para una mayor ampliación ver: Battie, Willian, A treatise of madness , Cambridge University y Press, 10 Vol. 19922 – 1958.
Departamento de Psicoanálisis | Universidad de Antioquia
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CLÁSICOS DEL PSICOANÁLISIS
de la cabeza en el cuerpo, un viraje que anuncia una dimensión que podríamos llamar subjetiva y que tendrá una injerencia decisiva en su propuesta comprensiva de las mismas.
Las enfermedades de la cabeza tienen, como constante, según la dimensión subjetiva, un desajuste o conflicto entre las dos grandes facultades del individuo: la sensibilidad y el entendimiento3. En un sentido descriptivo y fenomenológico, Kant muestra cómo cada una de esas facultades puede estar afectada en sí misma y cómo interviene con la restante, mostrando que una relación con la pasión hace la preponderancia de una de ellas sobre la otra, lo que determina su trabajo genealógico sobre la enfermedad de la cabeza. Kant sostiene la existencia de una tensión interna entre elementos “naturales” presentes en el hombre: la pasión y la razón. Tensión que resulta verdaderamente novedosa en la medida que se ponen a la misma altura la razón y la pasión sin la posibilidad de una reducción4o síntesis. Hace de la pasión el principio del movimiento de la voluntad, y de la razón o el entendimiento la instancia que interviene respecto a la realidad, que inter–actúa con ella. Esto basta para que Kant realice una suerte de modelo psíquico en que los elementos y las maneras en que estos se relacionan nos permitan sospechar de la existencia de un “aparato” en donde hay funciones que determinan el proceder el individuo tanto en su juicio sano como en el enfermo.
De la cabeza vacía que suponen los lógicos que nuestro autor critica a la existencia de un aparato que, en última instancia, está compuesto por un lugar que a modo de pantalla de cera inscribe las impresiones que se reciben de la realidad, mundo externo, y pasan a ser parte integral del sentido interno, más la razón como garante o filtro de esas impresiones en tanto se realiza el juicio de realidad en él, hay toda una avanzada que se puede desconocer pero que cobra toda su valía cuando se piensa en la gran influencia que tendrá en hombres de la psiquiatría como Pinel o el mismo Kraepelin, y del lado del psicoanálisis Freud y el propio Lacan.
Ahora bien, Kant toma para su clasificación de las enfermedades de la cabeza, en primera instancia, la “perversión”5 de la facultad de la sensibilidad, esa en que básicamente funciona la experiencia, y sostiene que esa perversión produce, necesariamente, la alucinación, con lo cual pone la percepción sensorial en íntima relación con esta. Según Kant, el alma de todo individuo sano se mantiene produciendo imágenes de cosas que no están en la presencia fáctica o en el completar, dar contornos más completos, a las representaciones de cosas que están en relación directa con la “facultad poético creadora”6 que provee tanto el elemento para el juicio de realidad como para la quimera. Desde ese para-todo -individuo -sano, alucinar es una condición que no necesariamente es enfermiza pues es la condición de estar en el mundo, ella se vuelve enfermiza cuando la quimera, representación ofertada desde la facultad poética, afecta algún órgano de manera tan radical y pertinente que la quimera pasa por un espejismo que posee el carácter de una experiencia real, contra la cual no existe argumento alguno de la razón, pues, “los sentidos proporcionan una convicción mucho mayor de las cosas reales que una conclusión racional”7.
Kant, llama a la alucinación experiencia imaginaria y define al hombre alucinado como aquel que sueña despierto, el cual embargado en sumo grado por estas sensaciones reales de la experiencia imaginaria, en extremo enfermo de alucinación, se le llamará fantaseador; y este fantasear, desde el espejismo, sirve
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- Si bien aquí en el Ensayo… se trabaja tanto la sensación como el entendimiento, no podría sostenerse que ya tengan las aristas y el desarrollo que alcanzaran en la Crítica de la razón pura.
- Imposibilidad de reducción que nos recuerda la proposición de la irreductibilidad del entendimiento a la sensación y de la sensación al entendimiento que soporta la Crítica de la razón pura.
- “Perversión”, en este contexto, no es equiparable a la estructura clínica que se conoce desde la psiquiatría clásica y posteriormente asumida tanto por el psicoanálisis como por la psicología. Es quizá mucho más estructural y primitivo como se podrá sostener y ver en el texto Kant y la locura, de Juan Manuel Uribe Cano (en prensa) , y equivale al paso del estado de naturaleza a la condición deseante del hombre que sólo se realiza en la desnaturalización de la primera y naturalización de la artificialidad productiva humana.
- Ensayo sobre las enfermedades de la cabeza, Alberto Rábano Gutiérrez y Jacinto Rivera de Rosales (Trads.), Madrid: A. Machado Libros, 2001, p. 73.
- Ibíd., pág. 75.
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para explicar al melancólico, quien en último término está apoderado internamente de ella y le concita a concebir el mal, presente en la vida, como encarnado en su cuerpo. De otro lado, la perversión del entendimiento o del juicio es la manifestación preclara de la enfermedad de la cabeza. La perversión de la función del raciocinio, del juzgamiento, hace que las restantes funciones donde interviene la razón, en la realidad, se vean desplazadas por la intervención de las pasiones.
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