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El Desempleo


Enviado por   •  22 de Abril de 2012  •  1.595 Palabras (7 Páginas)  •  382 Visitas

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La incomodidad que, de una u otra manera, provoca la inmigración en las denominadas “sociedades de acogida” parece centrar, en la actualidad, el debate suscitado en torno al fenómeno migratorio. Este malestar que, lamentablemente, en no pocas ocasiones adquiere expresiones y caracteres xenófobos, denota, en otras muchas, lo que podría entenderse como una reacción ética de algunos ciudadanos occidentales frente a las políticas de inmigración elaboradas por sus propios parlamentos. En esta controversia se echa sin embargo de menos una discusión más sincera, más radical si se prefiere, que haga especial referencia a las verdaderas causas que originan los movimientos migratorios actuales. Parece, en otras palabras, como si las críticas que generalmente se dirigen contra lo que se ha convenido en denominar “políticas de cierre de fronteras” o, más peyorativamente, “de control de flujos” denotaran un cierto estado social de mala conciencia que, sin embargo, deseara obviar cualquier vinculación entre esta “limitación de entrada” y la forma política que le es propia a estas sociedades. Ésta es, empero, la tarea previa que debe afrontar toda discusión que desee aproximarse al fenómeno migratorio actual sin falsos ambages. En lo que sigue se intentará realizar un análisis crítico de las causas que empujan a miles de personas a buscar fuera de sus lugares de nacimiento una forma de subsistencia más digna.

La situación en la que se encuentran los inmigrantes en las denominadas “sociedades de acogida” tiene mucho que ver con los derechos que les puedan o quieran ser reconocidos por estas mismas sociedades. La discusión generada en torno al mayor o menor reconocimiento de estos derechos dista aun mucho de ser pacífica, ya que en el seno de la misma se reproducen multitud de cuestiones tanto jurídicas como económicas y políticas. En este punto será interesante detenerse para examinar la tensión existente entre los derechos humanos y los derechos del ciudadano, entendida, desde aquí, como una prolongación de la dialéctica dada entre normas éticas y morales.

La inmigración es un fenómeno complejo que requiere ser analizado desde múltiples enfoques que nos permitan llegar a formarnos un juicio medianamente racional sobre la misma. Será precisamente situados en alguna de estas perspectivas, desde donde se podrán poner en entredicho ciertas concepciones que, a nuestro parecer, no son más que interesadas ideologías que se siguen manteniendo con respecto a la forma de entender la democracia y los derechos realmente existentes en nuestras sociedades.

En la última parte trataremos de poner de manifiesto la aparente contradicción que existe entre lo que se considera un rasgo estructural de las economías capitalistas, esto es, la “existencia de una mediación institucional del poder que implica una separación de lo político y lo económico” , con la actual negativa a la concesión de derechos políticos a una parte de la población cada vez más numerosa. Ésta y otras realidades no menos discriminatorias, y aun en la consciencia del poco atractivo que puede presentar hoy el concepto de clase, serán las que permitan aventurar, para finalizar, la por otra parte poco novedosa idea de lo que bien podría considerarse como el nacimiento de una nueva clase social.

2. Inmigración: causas estructurales. Planteamiento de conjunto.

Las migraciones humanas, al menos las voluntarias, si es que alguna se puede concebir de esta manera, siempre han venido motivadas por el instinto de mejora en la calidad de vida de las personas. Reparemos tan sólo, para justificar esta afirmación, en las causas económicas subyacentes a las no tan lejanas migraciones europeas. Dos ejemplos tan aparentemente disímiles como pueden ser el caso de los colonos holandeses que entre los siglos XVII y XVIII invadieron las tierras de Sudáfrica, y el de los irlandeses e italianos que en el siglo XIX llegaron a las costas de Estados Unidos, bien pueden servirnos para ilustrar esta tesis.

El problema, con todo, nos es conocido desde más antiguo. La explotación -cuando no expoliación- llevada a cabo durante siglos en los ricos territorios de los países hoy tornados en emisores de personas migrantes viene de antaño. Para no mencionar siquiera la oscura época de la conquista de América - y el consiguiente saqueo de los yacimientos de oro y plata o el exterminio y esclavitud de la población aborigen en nombre de Dios y del Imperio español-; dejemos simplemente constancia de lo que ya a finales del siglo XIX se hacía eco la literatura marxista, cuando anunciaba que el capitalismo no podría “subsistir y desarrollarse sin una constante ampliación de su esfera de dominio, sin colonizar nuevos países y arrastrar a los antiguos países no capitalistas al torbellino de la economía mundial” .

Hoy, sin embargo, los datos de la desidia los facilitan las cifras macroeconómicas manejadas por instituciones internacionales menos sospechosas de tener interés alguno

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