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El Educador


Enviado por   •  12 de Noviembre de 2012  •  2.565 Palabras (11 Páginas)  •  333 Visitas

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http://www.google.com.gt/url?sa=t&rct=j&q=&esrc=s&source=web&cd=3&ved=0CDAQFjAC&url=http%3A%2F%2Fmercaba.org%2FRialp%2FE%2Feducador.htm&ei=VhqhUPeRC5SK9gTFgoG4BQ&usg=AFQjCNFPurktSZkiUSxJ2gO8oe9KvMVeRg&sig2=XZBGD0Qy6vqIYHvHeoyetw

http://mercaba.org/Rialp/E/educador.htm

EDUCADOR

1. Concepto. De una manera general podemos decir que e. es todo lo que ejerce una influencia perfeccionadora en otro u otros, lo que posee fuerza educadora, lo que contiene educatividad. En esta opinión tan amplia, tanto nos referimos al hombre, como ser capaz de estimular el acto educativo en los sujetos, como a aquellos factores o instituciones capaces de mejorar una personalidad. Ciertamente, bajo esta denominación se agrupan múltiples personas y circunstancias que ejercen este efecto de una manera más o menos intensa. No estaría por ello de más que intentáramos buscar una clasificación de los e. en toda la amplitud de su significado.

En su obra Pedagogía General cita Ricardo Nassif la clasificación propuesta por el pedagogo suizo Martín Simmen. Según esta clasificación los e. pueden ser: a) primarios; b) secundarios; c) en forma de objetos o circunstancias especiales. Los e. primarios son subdivididos en individuales e institucionales. Entre los primeros incluye a la madre, el padre, padrastros, padres adoptivos, tutores, directores de internados, directores de colegios, profesores, etc. Entre los e. primarios institucionales están: la familia, la escuela en todas sus formas y niveles, las iglesias, sea cualquiera su orientación, el Estado y las organizaciones juveniles.

Los e. secundarios pueden ser también personales e institucionales. Incluye Simmen entre los primeros a los parientes, amigos, compañeros, vecinos y, en general, a los amigos de los niños y de los jóvenes. Como e. secundarios en forma de institución se citan: la prensa, revistas, publicaciones especializadas, literatura en general, conferencias, medios de comunicación social, etc. Y finalmente, como objetos educadores, menciona los libros, los medios didácticos de cualquier tipo, el material de trabajo escolar, etc. Y entre las circunstancias educadoras: los aspectos climáticos, la raza, la estructura política y económica nacionales, el ambiente histórico, el medio cultural, las tradiciones, religión, etc. En esta clasificación la palabra e. se toma en un sentido amplio que no es usual en nuestro idioma. Los objetos llamados educadores son más bien educativos, debiéndose reservar la palabra e. para las personas. En este trabajo nos vamos a referir con dicho vocablo a toda persona que lleva a efecto o que influye en el perfeccionamiento de otras. Si estuviéramos obligados a precisar aún más, por ley natural nos referiríamos a los padres, por derecho divino a los representantes de la Iglesia, y por encargo de los padres, a los maestros. Mas volviendo sobre el efecto educador es casi obligado plantear el eterno tema, analizado por Santo Tomás y por otros muchos autores, de si es posible que un hombre enseñe a otro hombre, pues, en definitiva, lo único que el maestro parece conseguir es mover hacia el conocimiento o la educación las propias potencias de los alumnos. Es decir, que los educandos se educan solos, ya que los educadores son sólo causas externas que facilitan el perfeccionamiento de esas potencias, pero que no lo realizan propiamente. «En último término, podríamos decir que es una causa coadyuvante, o, si se quiere, una causa eficiente, pero de valor secundario, ya que no es causa eficiente perfectiva, por no ser capaz por sí misma de producir la educación. La educación se realiza en virtud del ejercicio, del movimiento de las facultades del propio sujeto». (V. GARCÍA HOZ, Diccionario de Pedagogía, Barcelona 1964, 320).

Se olvidan a menudo, empero, estas sutilezas filosóficas y así observamos que de aquellos que poseen la «aptitud para educar» suele decirse que poseen educatividad. Puede definirse esta aptitud como «la fuerza educativa capaz de realizar influencias». Recordemos que el término fue propuesto por el filósofo y pedagogo español J. Zaragüeta en su obra Pedagogía fundamental, a la vez que propuso su correlativo, educabiidad, «aptitud del educando para ser educado».

En cuanto al término maestro, ¿hemos de identificarlo con el de e.? Ciertamente, todo lo que se diga para el e. puede también decirse para el maestro, el cual es una de las formas que hay de ser e. Pero la noción de maestro está más delimitada que la de e. Es e. todo el que realiza una función pedagógica, cualquiera que ésta sea. El maestro es quien dedica su vida a esta actividad, es el «profesional y técnico» de la educación. El e. realiza su labor de un modo posiblemente aislado y asistemático, el maestro lo hace de una manera continuada y metódica. Reparemos en esta otra opinión sobre ambos vocablos: «Teóricamente los conceptos de educador y maestro son distintos, no sólo etimológica, sino vulgarmente considerados; puesto que con la palabra maestro se designa al que proporciona una determinada enseñanza y se fija principalmente en la formación de la inteligencia. Y con la de educador, al que se preocupa de una formación integral y se fija, sobre todo, en la formación del carácter». (C. Sánchez Buchon, art. c. en bibl.).

2. Tipología del educador. Es cuestión muy importante llegar a conocer cómo deben ser los e., qué particularidades deben reunir. Hace ya muchos años que la ciencia pedagógica se ha planteado el problema de la determinación de la horma que defina al e. Y lograrlo ha resultado ser trabajo sumamente difícil. Realmente, no ha sido posible llegar a separar un tipo único de e. ya que, según las distintas direcciones filosófico-pedagógicas, así han resultado sus correspondientes arquetipos. Veamos cómo se plantearon el tema de la tipología del e. algunos pedagogos muy notables (cfr. R. Nassif, o. c. en bibl.): E. Spranger piensa que el e. ha de sentir ante todo un gran amor por el niño y por el joven, es decir, debe tener un claro ribete social. Pero también será un ferviente enamorado de aquellos valores que intenta incorporar a los demás. En esta atracción hacia la perfección de lo inacabado deduce un indicio estético en el espíritu educador. Más tarde atribuye un síntoma religioso, no en el sentido ordinario del término, sino en el de «elevación o dirección de las vivencias hacia una relación superior de valor». Por todo ello, sería considerado e. perfecto el que pudiera

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