ClubEnsayos.com - Ensayos de Calidad, Tareas y Monografias
Buscar

El porfiriato y sus repercusiones sociales


Enviado por   •  13 de Julio de 2015  •  Tesis  •  2.378 Palabras (10 Páginas)  •  577 Visitas

Página 1 de 10

Fue un periodo de estabilidad y mucho progreso económico en el país, pero también con severas desigualdades sociales (pobreza que aun prevalece en la actualidad), que terminó con el inicio de la revolución mexicana.

En México surge el modernismo, que abandonó el orgullo nacionalista para recibir la influencia francesa. Se declaraba la libertad del artista sobre la base de ciertas reglas, inclinándose así hacia el sentimentalismo.

Como consecuencia de la filosofía positivista en México, se dio gran importancia al estudio de la historia. El gobierno de Díaz necesitaba lograr la unión nacional, debido a que aún existían grupos conservadores en la sociedad mexicana. Por ello, el Ministerio de Instrucción Pública, dirigido por Justo Sierra usó la historia patria como un medio para lograr la unidad nacional.

El avance de la instrucción pública fue favorecido por el positivismo, y por su representante mexicano Gabino Barreda. Durante el Porfiriato se sentaron las bases de la educación pública, que siempre fue respaldada por los intelectuales de índole liberal.

El evidente progreso porfiriano recuperó un término perdido en los azarosos y desgarradores decenios del siglo XIX. Por primera vez en su historia independiente y a pesar de las contradicciones políticas y sociales internas, la república intentaba mostrarse ante el orbe como una nación civilizada y moderna.

El porfiriato y sus repercusiones sociales

Se ha dicho, que durante los primeros años del porfiriato hubo estabilidad y un gran crecimiento económico en la nación. Se construyeron, más de 19 000 kilómetros de vías férreas con la inversión extranjera; el país quedó comunicado por la red telegráfica; se realizaron inversiones de capital extranjero y se impulsó la industria nacional. A partir de 1893 se sanearon las finanzas, se mejoró el crédito nacional y se alcanzó gran confianza en el exterior.

El porfiriato se caracterizó por las ideas de Orden y Progreso fundamentadas en el positivismo, pensamiento que años antes había sido introducido en México por Gabino Barreda. La corriente positivista se propagó con gran éxito porque por instrucciones de Benito Juárez, Barreda elaboró un programa educativo basado precisamente en este sistema filosófico.

“El positivismo se convirtió en el fundamento indispensable para orientar la educación hacia el progreso, sólo así, se pensaba, se cumpliría el ideal liberal de libertad científica. En diciembre de 1867 el gobierno de Juárez expidió la Ley de Instrucción Pública, en la que se reglamenta el carácter gratuito y obligatorio de la enseñanza elemental, con base en la cual se funda la Escuela Nacional Preparatoria como la institución más representativa de la nueva orientación de la educación”.

Pese a que las intenciones de Juárez iban encaminadas a la restauración del régimen republicano, un Estado laico y la educación pública recobraba, el porfiriato distorsionó la esencia de esta reforma y favoreció únicamente a unos cuantos. Se invirtió en educación, pero, sólo en la educación de los jóvenes con poder económico. El grueso de la población siguió padeciendo el analfabetismo. De esta manera la educación sufrió otro estancamiento y “tenía el propósito fundamental de formar la burguesía mexicana que se constituyó de individuos cuyos conocimientos e ideologías los hacía de hecho los más viables conductores de la economía del Estado”. Bajo el marco positivista, se anteponían los valores económicos ante cualquier otro. Se pensaba que “cuanto más ricos sean sus ciudadanos más progresará el país” pero se olvidaron de que “el enriquecimiento exagerado de unos (pocos) implicaba el empobrecimiento exagerado de otros (muchos)”. Por otro lado, el Estado liberal oligárquico durante el porfiriato, no concibió a la escuela como una verdadera institución creadora de sentido para la población, sino que la convirtió en parte de un aparato represor que a través de la educación creaba un abismo profundo entre unas clases y otras. Este fenómeno llama la atención de manera especial, porque al parecer la discriminación y la corrupción en el sistema educativo mexicano prevalecen hasta nuestros días. Actualmente, la educación es un derecho constitucional. Los niños mexicanos deben recibir educación gratuita y obligatoria por lo menos en las etapas elementales. La educación debe favorecer su cultura general, las condiciones de igualdad de oportunidades y el desarrollo de sus aptitudes, así como su juicio individual, su sentido de responsabilidad moral y social, para vivir funcionalmente dentro de esta sociedad. Sin embargo, en la práctica no se cumplen estos propósitos. Se argumenta que no alcanza el tiempo, que no cuentan con los recursos humanos, ni económicos necesarios, entre otros pretextos. El marco normativo de la educación es claro, dice que debe ser gratuita, que es al estado a quien corresponde proveer de todo lo necesario a las instituciones educativas para que presten una enseñanza que fomente el desarrollo integral y armónico del ser humano, en beneficio de la nación. La Federación asigna grandes partidas a la educación, el asunto es que según parece, este recurso nunca llega a su destino final. Las consecuencias de la mala educación y corrupción del sistema educativo mexicano, se ven los problemas sociales tales como, alcoholismo, delincuencia, pobreza, altos índices de madres adolescentes, abortos, entre otros malestares que están llevando a la sociedad a un gran caos. Lo más triste, es que a pesar de esto, parece que hemos aceptado la corrupción educativa prácticamente de manera unánime. Después de las condiciones políticas, económicas y sociales que han caracterizado a nuestro país durante todos estos años, los mexicanos hemos entrado en un gran desanimo, en una pasividad que nos ha vuelto sólo agentes receptores del sistema, cosa que no sucedió en el tiempo de Díaz, por ello, el análisis del Estado liberal mexicano, debería motivarnos a la participación social.

Por otro lado, ciertamente durante el porfiriato se dio un gran crecimiento económico, sin embargo, este no fue un verdadero desarrollo, ni económico, ni político y mucho menos social. La mayor parte de las inversiones pertenecían a extranjeros, o a empresarios que vivían con capital prestamos por los bancos, por tanto, sujetos a movimientos que estaban totalmente fuera de su control. Como en aquel tiempo, la apertura de la economía, dejó a muchos empresarios regionales sin

...

Descargar como (para miembros actualizados)  txt (14.7 Kb)  
Leer 9 páginas más »
Disponible sólo en Clubensayos.com