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Epidemiologia

47189625 de Noviembre de 2014

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La hepatitis B es una enfermedad del hígado causada por el virus de la hepatitis B, perteneciente a la familia Hepadnaviridae (virus ADN hepatotrópico). Es una enfermedad infecciosa del hígado causada por el virus y caracterizada por necrosis hepato celular e inflamación. Puede causar un proceso agudo o un proceso crónico, que puede acabar en cirrosis (pérdida de la "arquitectura" hepática por cicatrización y surgimiento de nódulos de regeneración) del hígado, cáncer de hígado, insuficiencia hepática e incluso la muerte.

El tratamiento de la hepatitis está íntimamente relacionada con el tratamiento de la infección por el VIH, pues las dos enfermedades requieren un amplio conocimiento de la inmunología, la virología, la genética y el conocimiento de las actuales normas terapéuticas, que suelen cambiar rápidamente con las actualizaciones modernas.

Tipos de Hepatitis B

Según la forma en la que se contrae la hepatitis, se habla de: - hepatitis epidémica, cuando se contrae de forma directa: ingestión de un alimento en malas condiciones (leche, mantequilla, mariscos, etc.) - hepatitis de inoculación, cuando se contrae durante un acto terapéutico que comporte inyección de sangre u otros productos que la contengan, o por utilización de material contaminado (agujas, jeringas, etc...).

Se ha demostrado que la sangre de voluntarios inoculados experimentalmente es infectada muchas semanas antes de que comiencen a aparecer los primeros síntomas y lo sigue siendo durante todo el curso clínico agudo de la enfermedad y en la fase de portador crónico, que puede persistir durante toda la vida. La capacidad de infectarse de las personas con infección crónica varía desde casos altamente infectantes hasta los que apenas lo son. Los primeros pueden evolucionar y transformarse en los segundos, pero rara vez se observa lo contrario.

Se reconocen, por lo tanto, diferentes formas de presentación de la enfermedad:

§ Hepatitis B aguda

Alrededor de un 25% de las personas que contraen esta enfermedad tienen los síntomas clínicos, incluyendo ictericia.

Un alto porcentaje de personas infectadas no tiene síntomas, por lo que no se diagnostica la enfermedad.

Menos del 1% de las personas con Hepatitis B aguda tienen la enfermedad en su forma fulminante, con consecuencias de muerte o necesidad de trasplante hepático de urgencia.

§ Hepatitis B crónica

Se estima que el 80% de las personas que han tenido infección aguda no logran desarrollar una respuesta inmunitaria que les permita eliminar el virus, transformándose en portadores crónicos.

Luego de un período que puede variar entre algunos años hasta más de 20 o 30 años, cerca de un 25% de estos portadores crónicos pueden presentar daños hepáticos, como cirrosis severa con insuficiencia hepática grave que puede llevar a la muerte.

Día Mundial contra la Hepatitis

La Organización Mundial de la Salud estableció el 28 de julio como Día Mundial contra la Hepatitis. Esta fecha corresponde a la del nacimiento del doctor Baruch Samuel Blumberg, descubridor del virus de la Hepatitis B.

Celebración

La Organización Mundial de la Salud estableció el 28 de julio Día Mundial contra la Hepatitis.

Los virus de la hepatitis A, B, C, D y E pueden causar infección e inflamación grave y crónica del hígado, que a su vez puede dar lugar a cirrosis y cáncer del hígado. Estos virus representan un importante riesgo sanitario mundial, reflejado en los 240 millones de personas que padecen infección crónica con el virus de la hepatitis B, y unos 150 millones con el de la hepatitis C. El 28 de julio de cada año, la OMS y sus asociados conmemoran el Día Mundial contra la Hepatitis con el objetivo de acrecentar la sensibilización y la comprensión de la hepatitis viral y las enfermedades que provoca.

La historia de la hepatitis B

La hepatitis es una enfermedad debilitadora y mortal que ha asolado a la humanidad desde el principio de la historia. Pero el curso de esta enfermedad cambió irrevocablemente gracias a la convergencia de un investigador médico que sentía curiosidad por saber por qué algunas personas son especialmente propensas a diversas enfermedades y de otro investigador médico que se preguntó por qué muchas personas enfermaban tras recibir transfusiones de sangre y la sangre de un aborigen australiano. Esa convergencia condujo a un descubrimiento que en menos de una década promovió una campaña de análisis de sangre que redujo enormemente la incidencia de la hepatitis propagada por transfusiones de sangre: la hepatitis B. El descubrimiento también llevó a una vacuna para la hepatitis de gran eficacia, que no sólo supuso una nueva forma de proteger a las personas frente a las enfermedades infecciosas sino que también es la primera vacuna eficaz contra el cáncer de hígado. Pero los científicos cuyo trabajo revolucionó el estudio de la hepatitis ni siquiera habían pensado en esa enfermedad cuando emprendieron sus investigaciones. Como suele ocurrir en la ciencia y en la medicina, el histórico descubrimiento no surgió de la “investigación con objetivos”, sino de estudios dirigidos a responder a preguntas más básicas sobre la naturaleza. El siguiente artículo, una adaptación parcial de un relato del investigador Baruch Blumberg, quien compartió en 1976 el premio Nobel de fisiología o medicina, realiza un seguimiento de las investigaciones que condujeron al descubrimiento de muchos de los virus que causan la hepatitis, al análisis de sangre en su búsqueda y a revolucionarias vacunas contra algunos de ellos. Constituye un maravilloso ejemplo del funcionamiento de la ciencia y de cómo las investigaciones básicas conducen a resultados prácticos prácticamente inimaginables cuando se llevaron a cabo las investigaciones.

La hepatitis viral es una de las enfermedades infecciosas más comunes, y se calcula provoca 1,5 millones de muertes en todo el mundo cada año. La ictericia característica que normalmente provoca la hepatitis B en la piel de sus víctimas ha permitido que la enfermedad se haya detectado con facilidad a lo largo de la historia. Otras señales indicativas de la enfermedad aguda son fiebre, escalofríos, fatiga, náuseas, pérdida de apetito y dolor abdominal. Los síntomas remiten normalmente al cabo de algunas semanas, aunque algunas personas padecen una forma severa de hepatitis B que resulta mortal con gran rapidez.

No obstante, la enfermedad aguda no es la única forma en que la hepatitis B afecta a los humanos. Algunas personas con hepatitis crónica no experimentan síntomas agudos, sino que pueden perder peso, sentirse cansados, tener dolores abdominales e ictericia y sufrir daños en el hígado. En estos casos la enfermedad continúa dañando el hígado durante un período de 15 años o más, hasta que se produce la muerte prematura por fallo hepático o cáncer de hígado. Además, gran cantidad de personas en todo el mundo son “portadoras”, lo que significa que sus sistemas inmunológicos toleran el virus y no lo consideran un agente extraño. Por tanto, los portadores no tienen ningún síntoma durante décadas, pero pueden infectar inconscientemente a otras personas. Las madres portadoras transmiten con frecuencia el virus a sus hijos recién nacidos, que se convierten en portadores porque el virus se considera una parte natural de sus cuerpos.

Aunque la hepatitis se conocía desde hace siglos, antes de la Segunda Guerra Mundial los médicos no sabían que estaba causada por un virus. Se suponía que era contagiosa porque las epidemias de hepatitis ocurrían con frecuencia en condiciones de aglomeración e insalubridad, pero cómo se transmitía de una persona a otra era un misterio.

El progreso para resolver el misterio lo realizó en 1940 un médico británico llamado F. O. MacCallum, que estaba especializado en enfermedades hepáticas. A él no le preocupaba tanto la hepatitis como la mortal fiebre amarilla que transmitían los mosquitos, que estaba matando a soldados en África y América del Sur. MacCallum estaba a cargo de la producción de una vacuna contra la fiebre amarilla, y se quedó perplejo al observar que una considerable proporción de soldados a los que se administró la vacuna contra la fiebre amarilla desarrollaron hepatitis pocos meses después. La vacuna contra la fiebre amarilla contenía suero humano, y MacCallum tenía conocimiento de que se había informado de otros casos de hepatitis en la bibliografía médica tras la inoculación de vacunas que contenían suero humano. También tenía conocimiento de algunos casos tras el uso de jeringas y agujas sin esterilizar en el tratamiento de la diabetes o de enfermedades venéreas, instrumentos que podían contener partículas de sangre. MacCallum comenzó a sospechar que la hepatitis podría ser causada por un virus que se transportaba en la sangre humana.

Una serie de observaciones de voluntarios realizadas por MacCallum y otros durante la guerra y poco después, fortalecieron dicha hipótesis y evidenciaron que la hepatitis también se podía transmitir por otros medios distintos a la sangre. MacCallum acuñó el término hepatitis A para la forma de la enfermedad que se transmite principalmente a través de comida y bebida contaminadas con cantidades mínimas de materia fecal y el término hepatitis B para la forma que se transmite principalmente por exposición a sangre contaminada.

Durante la siguiente década y media, investigadores de muchos laboratorios trataron en vano de aislar los agentes infecciosos que causaban los dos tipos de hepatitis. Los científicos sospechaban que los organismos culpables eran virus porque eran lo suficientemente pequeños para

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